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Trivialización y propaganda

Lo que necesita esta ciudad son deliberaciones profundas, no juicios ad hominem. | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

Es curioso que en un equipo de gobierno que se destaca por tener maestrías en el extranjero, por haberse desempeñado en la academia y tener una supuesta formación científica, uno se encuentre con funcionarios tan superficiales, como el titular de la Agencia Digital y de Innovación Pública, siempre dispuestos a evadir la conversación pública y dejar que los enunciados sean sólo propaganda.

La semana pasada hubo alguna polémica por el uso de los datos de las actas de defunción por parte de un investigador que ha estado documentando el número de muertes en exceso durante la pandemia. Mario Romero Zavala utiliza los datos de registro de las actas, más no los datos personales de quienes mueren y sus familiares. El titular de la ADIP asegura que la información es pública y está en la página, pero la realidad es que tiene meses de rezago en su publicación. Por más que Romero explicaba a Pepe Merino que no necesitaba los datos personales sino los números de acta y juzgado, con las fechas de defunción y registro, éste lo acusaba de utilizar datos personales para su beneficio. Merino no pretendía debatir con Romero, sólo dar argumentos propagandísticos para quienes deben repetir que este gobierno todo lo hace bien y no esconde datos, cuando sí lo hace.

En realidad, Merino suele hacer lo mismo cada que arroba a alguien en Twitter. No le interesa la democracia deliberada, le interesa la propaganda, dar argumentos a sus huestes, con bases o sin bases.

Hace unos días, el titular de la ADIP me mencionó en un tuit. Merino presumía a su público que, donde se pretendía hacer un centro comercial, ahora habrá una preparatoria pública y un museo interactivo infantil, “coff @ReyPeatonMX”. De haber sido una mención para deliberar, la habría celebrado, pero sólo se trató de una arenga más para dar combustible ideológico a sus seguidores.

En 10 años, la Autoridad del Espacio Público, mejoró más de un millón de metros cuadrados de espacio público, sin rejas ni restricciones de acceso. Durante el tiempo que estuve al frente, impulsamos más de 250 mil m2 de espacio público. Usar mi nombre para presentarme como partidario de la privatización del espacio público es grotesco. No es esa la conversación que expreso en mis reflexiones sobre la ciudad, y las precisaré a continuación.

Muchos gobiernos en el mundo, incluidos los de países socialistas, utilizan sus terrenos para financiar la infraestructura. El metro posee terrenos en las 11 alcaldías en que está presente. Otras dependencias públicas también cuentan con terrenos bien ubicados. En todos esos espacios se pueden realizar inversiones que generen retornos a favor de la ciudad. Hay métodos para definir beneficios y contraprestaciones, sin necesidad de que la propiedad del gobierno sobre los terrenos se pierda. Sólo se explota. 

Los Centros de Transferencia Modal son espacios de equipamiento, no espacios públicos por naturaleza, aunque pueden volverse tales; cuentan con terreno, baja densidad y buena ubicación. Generan valor. Me encanta la idea de abrir escuelas públicas, museos interactivos gratuitos, y generar espacios públicos. ¿De verdad está peleado ese concepto con las inversiones público privadas? En todo caso, sería válido cómo lograr el máximo beneficio público.

En Constitución de 1917, antes del proyecto del Centro Comercial y el Museo Papalote, hubo un concurso en el que se involucraron decenas de equipos de arquitectos, paisajistas y urbanistas. Tuve la ocasión de sostener varias reuniones preparativas con uno de los grupos participantes. Su propuesta consistió en un gran desarrollo habitacional, con comercio en planta baja, oficinas, pero también áreas verdes y de esparcimiento, así como la operación subterránea de los autobuses. La clave de este proyecto estaba en la generación de recursos para soterrar las instalaciones del metro, hoy en superficie, de Constitución de 1917 a Santa Cruz Meyehualco: una cicatriz de 2 kilómetros que se ve reflejada en la inseguridad en la zona. ¿Por qué la Ciudad de México no puede discutir este tipo de proyectos, como sí lo hacen otras metrópolis en el mundo?

En la simplificación de Merino y otros funcionarios del Gobierno de la Ciudad de México, el presupuesto es ilimitado; como ellos “no son corruptos”, suponiendo, sin conceder, alcanza para todo. La realidad es que los presupuestos siempre han sido insuficientes, en la obsesión por la austeridad lo son aún más. Sumémosle el factor pandemia y que la reactivación económica sólo va de dientes para afuera. Al final, cobijas de un lado, descobijas en otro, sexenio tras sexenio.

Aún suponiendo que yo no tenga la razón, lo que necesita esta ciudad son estas deliberaciones, no juicios ad hominem en los que por el hecho de haber trabajado en la pasada administración o pertenecer a un grupo político, ya no puedo opinar. Según el diccionario de la Real Academia Española, merino significa “Juez que tenía jurisdicción en un territorio determinado”; y sí, en el caso de @ppmerino, juzgando desde su ladrillo, le corresponde ser el más trivial de los merinos, para que jamás haya profundidad en las discusiones de lo público, sólo propaganda.