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Traición y sedición, no es la solución

Cuando los que hoy hablan de traición buscan la sedición al interior del gremio militar. | César Gutiérrez

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Escrito en OPINIÓN el

Nuestro Ejército ha sido digno ejemplo para la conservación de la soberanía nacional, la preservación de la seguridad interior y defensa del estado en el ámbito de su competencia. En contraste, muchas autoridades de las entidades federativas piensan que las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional tienen la obligación de hacer el trabajo que ellas no realizan con efectividad y eficacia en su nivel de atribuciones y facultades.

Nuestro Ejército atiende puntualmente las órdenes del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. El cumplimiento de éstas requiere de impecable obediencia, la cual se traduce en cada escalón de mando. Cabe destacar que esto no quiere decir que la obediencia esté marginada de la calidad ética o jurídica. Las órdenes contrarias nunca deberán ser cumplidas como lo establece el Código de Justicia Militar.

Por lo tanto, para comprender la conducta y actuación del personal militar, es importante saber que la disciplina es considerada como el bien jurídico tutelado dentro del derecho militar. Esta cualidad es la que consagra el cumplimiento de sus normas que muchas veces no son comprendidas por el político o funcionario que no sepa respetar la investidura. Debido a este tipo de indisciplinas por parte de algunos civiles, no se ha dado cumplimiento a los objetivos del Proyecto de Nación por quienes les fue conferida la noble tarea que se les ha encomendado. No han obedecido ni respetado las órdenes del ejecutivo, ya que han sido más operadores políticos que estadistas.  

Como consecuencia de esa falta de lealtad y compromiso de diversos actores políticos, el Ejército ha tenido que participar de manera activa en cada uno de los proyectos, para lo que se requiere indiscutiblemente de disciplina y subordinación. Por eso se habla hoy de militarismo y militarización, tratando de tergiversar el trabajo del personal militar. Sin embargo, hasta el momento no existen restricciones a las libertades civiles y sociales. Hasta el momento el autoritarismo del que tanto hablan no logra levantarlos a las seis de la mañana para trabajar. Hasta el momento no veo a ningún mexicano que se encuentre bajo un control total. En un régimen de militarismo y militarización, la oposición es perseguida, castigada y reprimida con crueldad. 

Los pseudoexpertos tratan de confundir a los mexicanos diciendo que el arduo trabajo de nuestros soldados se compara con tener poder. Lo que no dicen es que ya no podrán servirse de los contratos, del tráfico de influencias y de la propia corrupción de la que tanto adolecemos en nuestra vida diaria. Se les olvida a esos mismos opinólogos que antes le lavaban la cara a los presidentes en turno, que tenían desayunos en la Quinta Galeana con los secretarios de la defensa nacional, que tenían trato preferencial y especial, y a quienes se les filtraba información a conveniencia porque eran quienes inventaban las notas. (Por cierto en mi caso personal tuvieron que pasar más de 14 años para poder demostrar que no solo eran una mentira, si no que crearon una historia paralela a la realidad jurídica con una cuento de novela). El día de hoy ya no pueden mantener estas actividades en lo oscurito, gracias a las redes sociales y su posibilidad de desenmascarar las mentiras que publican.  

Hoy los mexicanos precisamos trabajar hombro a hombro y dejar de lado a los bufones y arlequines que sólo buscan cuotas de poder para satisfacer sus intereses personales. Hoy a México le urge que podamos salir adelante de la pandemia. Requerimos funcionarios que reactiven nuestra economía, que nos proporcionen seguridad y, sobre todo, que podamos heredar un mejor México a nuestros hijos. Necesitamos desenmascarar a los desinformadores mediocres que se creen expertos en todos los temas. Claro que lo que esté mal hay que denunciarlo, pero con la verdad y no tergiversando datos, sin publicar chismes, o querer sacar provecho personal. Todos aquellos que se enriquecieron por vender su opinión, el día de hoy están desesperados por no poder conseguir los privilegios que tenían en otras administraciones. Han llegado al grado del insulto personal, de meterse con las familias, de inventar pleitos entre los secretarios de la defensa y marina, tratando de acusar de traición y sedición a estos secretarios por el simple hecho de no darles a ellos los mismos tratos a los que estaban acostumbrados en sexenios anteriores. Obviamente pretenden por todos los medios victimizarse en respuesta a cualquier aclaración que pudiera existir, como ya les ha pasado. Hay existido varias cartas de aclaración a muchas de esas historias inventadas. Es muy fácil acusar sin pruebas y solo con rumores. Así lo hicieron durante décadas. La única diferencia es que ahora la gente tiene la oportunidad de contrastar la información y darse cuenta que quienes dicen tener la verdad absoluta solo tienen una pequeña parte de los sucesos, y los llenan con opiniones personales. Eso señores, no es periodismo.Vaya que hay buenos periodistas en este país, pero son aquellos que no venden su opinión, y por lo mismo los han bloqueado. Apenas hoy, están retomando el lugar que siempre debieron ocupar.   

A propósito de los Juegos Olímpicos de Tokio, me queda claro que lo más practicado en los medios tradicionales y opositores es la especialidad de nado sincronizado. Todos empiezan a manejar los mismos temas pero con información falsa. Es mucho más sencillo hacer creer a la gente una mentira repetida mil veces, que exponer la realidad. Así lo vemos en muchas noticias. Si bien es cierto que  las Fuerzas Armadas del país están haciendo todo lo humanamente posible por apoyar a la transformación de México, también lo es que todos los días salen a atacarlos y tratar desprestigiarlos. Es increíble que sigan utilizando datos falsos para señalar que el grado de letalidad de las Fuerzas Armadas es el más alto en los últimos años. Utilizan como base de información investigaciones personales sin contrastar con los datos oficiales que además son públicos. Siguen tratando de generar una percepción negativa de las Fuerzas Armadas, pero curiosamente jamás hablan de los verdaderos culpables de todo esto: los criminales y los políticos que los han protegido.

Resulta curioso escuchar a un gobernador como el de Michoacán hablar de cómo grupos criminales apoyaron al candidato ganador de la elecciones; pero a su vez aceptar tácitamente que él llegó al poder gracias a los grupos que según él, hoy tuvieron otro candidato. Es increíble escuchar el reclamo de los panistas al hablar de inseguridad en Tamaulipas, tratando de culpar al gobierno federal. Se les olvida que la responsabilidad principal es del gobierno estatal y municipal. En fin, en política todo se vale, todos acusan a todos. A mi padre se le enjuició por las declaraciones de un chofer torturado que rectificó sus declaraciones bajo tortura. Aún así todos estos influyentes políticos y opinólogos se prestaron para atacar e inventar toda una historia digna de serie de narcos y telenovela. A mi no se me olvidan todas las notas inventadas que sacaron en su momento esos que hoy se sienten los paladines de la información y la justicia. Pero ya habrá tiempo de desenmascararlos uno a uno.

Por último, no podemos negar el hecho de que se haya borrado el logotipo de Morena de una de las fotos donde elementos del Ejército Mexicano realizaron decomisos de droga, lo cual ha dado origen a miles de notas e intrigas. Esto me recuerda cuando los que hoy hablan de traición buscan la sedición al interior del gremio militar. Estos son los mismos que le lavaron la cara, hace años, a quien era el presidente de México: Ernesto Zedillo Ponce de León. Cómo olvidar aquellas notas donde trataban de proteger a la familia política de Zedillo desligándolos de los narcotraficantes Amezcua Contreras, los famosos reyes de las metanfetaminas, líderes del Cártel de Colima. Incluso sostenían una amistad cercana con quien fuera el padre de la primera dama de México: Fernando Velasco Márquez, cuando era director de Milenio. Relación que se convirtió en algo estrictamente personal.