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¿Traición a la patria?

La traición puede ser un acto de avance y evolución, pero también de regresión. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

En pocos momentos de nuestra historia reciente se ha hablado tanto de la traición como ahora. Traicionar suele ser un acto inaceptable, reprobable y cuestionable. Sobre todo en política. Sin embargo, las ventajas que ofrece el otro lado de la moneda están documentadas. Muchos de los avances económicos, políticos y sociales de la historia universal no se hubieran dado de no ser por los traidores. 

Con base en las múltiples definiciones que existen, predominan los conceptos negativos. Para el Diccionario de la RAE, se trata de una falta o delito que puede ser cometido con alevosía, en donde se quebranta la fidelidad y la confianza e incluso se llega a atentar contra el honor, la seguridad y la independencia de una nación. También se le relaciona con defraudar a la familia, amigos, religión o cualquier otro grupo al cual se pertenezca.

En la mayoría de los países —tanto autoritarios como democráticos— a la traición se le considera un delito grave. En el pasado se le castigaba incluso con la muerte. En contraste, a quienes se mantienen fieles a las personas, los grupos y las causas se les admira, reconoce y apoya. Los halagos funcionan como valores altamente apreciados, pero también como disuasivos para mantener una conducta dócil, sumisa y comprometida. 

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Sin embargo, la traición se presenta todos los días. Aunque se le ha analizado desde la Grecia clásica, son pocos los estudios en los que se le aprueba o elogia. Y más escasos aún son las investigaciones que le identifican como un comportamiento tan indispensable como la mentira. Al igual que sucede con el engaño, traicionar puede llegar a proteger, a avanzar, a evolucionar e incluso a convertirse en un acto de sobrevivencia.

No vayamos tan lejos. ¿Qué habría sucedido con la historia de las grandes guerras y revoluciones del siglo XX sin la traición? ¿Cuántos personajes se convirtieron en grandes héroes a partir del momento mismo en que tomaron una decisión tan drástica y con altos riesgos? ¿Cuántos más pagaron con su vida la decisión de romper con algunos de sus principios y valores más apreciados? ¿A cuántas mujeres y hombres famosos —por la relevancia de sus logros— se les borró el concepto de traición de las páginas de la historia para ocultar o disimular sus transgresiones?

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Ante el miedo, inseguridad o preocupación que provoca, la traición requiere de audacia, valor y determinación. Pero también es necesario contar con un análisis detallado de los riesgos que se correrán y de las posibles consecuencias que tendrá en la vida personal, familiar y grupal de quienes optaron por este camino. Cuanto más grandes son los objetivos, mayores son los peligros que habrán de enfrentarse.

En el espacio público se le denosta, critica y ataca. Por eso es un recurso utilizado frecuentemente en las narrativas de la comunicación política. Varios traidores hacen todo lo posible para que la sociedad se olvide de sus traiciones. Sin embargo, cuando algunos de ellos son traicionados, desatan su furia hacia quienes procedieron en su contra haciendo todo hasta dañar profundamente su prestigio y reputación.

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No hay duda de que la peor traición que una persona puede hacer es a la patria. Se le conoce como alta traición. Lo que poco se dice en los medios de comunicación, y no se enseña en los sistemas educativos, es que el desarrollo de algunos Estados modernos fueron posibles gracias a las grandes traiciones. Las características de quienes las ponen en práctica son similares, independientemente de los contextos o causas que persigan las y los transformadores.

Traición y pragmatismo van de la mano. Pero en las estrategias de comunicación política es preciso extremar los cuidados. Primero, porque frente a la connotación negativa que tiene, no es fácil explicar y justificar el concepto. Segundo, por las sanciones a las que se pueden hacer acreedores los personajes políticos. Y tercero, porque cualquier acción, argumento o línea de mensaje debe observar un código de ética política.

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Las investigaciones que se han enfocado en las virtudes que puede llegar a tener la traición se han olvidado que no todos los desenlaces son positivos. Si bien es cierto que algunas traiciones se han convertido en uno de los factores determinantes para el avance y evolución de las naciones, también lo es que han servido para provocar estancamientos, afectaciones y retrocesos de todo tipo. Aún más. No se puede olvidar que en diversas ocasiones han registrado altos costos, de manera particular en escenarios de guerra.

A pesar de todo lo anterior, y desde cualquier perspectiva, no es recomendable alentar o promover la traición. Sería tanto como incitar a mentir, hacer trampa o a corromperse. Lo que no se puede ignorar es la realidad. La traición, la mentira, el engaño y la manipulación son instrumentos de poder que se pueden llegar a utilizar en circunstancias legítimas y excepcionales. En cualquier caso o circunstancia, debemos apegarnos siempre a nuestros valores personales y a un código de ética, de manera particular cuando participamos en el espacio público.

Recomendación editorial: Denis Jeambar y Yves Roucaute. Elogio de la traición. Barcelona: Editorial Gedisa, 1999.