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Traficar con la desgracia

La corrupción, la deshonestidad y el escándalo han ido sepultando los eslabones de la democracia

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Escrito en OPINIÓN el

El reciente terremoto que azotó México remeció a la sociedad y desnudó que tenemos una clase política que sirve para poco. De inmediato afloró el protagonismo de algunos politiquillos que desfilaron frente a casas caídas y personas desvalidas. Una patada en el trasero hubiera sido suficiente para mandarlos a volar por donde vinieron.

Estos “políticos” devaluados solo acuden a sus demarcaciones cuando se aproximan las elecciones y buscan seguir en la ubre presupuestal. Pero el pueblo les hará un ajuste de cuentas en las urnas del 2018 a los advenedizos que han utilizado electoralmente el dolor humano.

Camiones de despensas fueron desviados a casas de alcaldes y aspirantes a alcaldes o dirigentes de partidos políticos. Pero aquí no pasa nada y esto irrita a la población que a pesar de señalar a los sinvergüenzas solo ve que no se sanciona a los responsables. Al gobierno “democrático” de Enrique Peña Nieto y camarilla le irrita que se les señalen estos actos de desvergüenza política. Varias comunidades de Chiapas y Oaxaca siguen abandonadas y la ayuda fluye apenas a cuentagotas, entre el protagonismo de unos y el reclamo de otros. En la Ciudad de México la mala organización de los vecinos ocasionará que queden abandonados a su suerte. En el terremoto de 1985 se organizaron los afectados y el gobierno se vio literalmente obligado a cambiar de estrategia frente a la protesta social. Muy diferente es la organización, casi nula, de hoy en la capital mexicana pese a la fuerza que imprimen las redes sociales y desde donde se denuncian irregularidades en el rescate de las víctimas y la demolición de viviendas.

En esto de la ayuda hay un agravio a la sociedad. El terremoto de 8.2 grados que remeció México desnudó no sólo a los corruptos e hipócritas metidos a políticos sino que reveló el hartazgo social contra la forma como se viene manejando el país como si fuera una trama de San Pedro de los Saguaros, el pueblo que “gobernó” Juan Vargas, un encargado de un basurero y antiguo militante del PRI, quien muy pronto descubrió cómo  beneficiarse del entramado del poder y la corrupción.

Juan Vargas se transformó, parecido a lo que hoy ocurre en muchos estados, en un tirano a quien no le importó recurrir al crimen con el fin de consolidarse y perpetuarse en el poder.

Es en este contexto que la sociedad mexicana debe unirse de cara al desorden, la corrupción, la deshonestidad y el escándalo que poco a poco han ido sepultando los últimos eslabones de la democracia.

En el país, en general, hay un clima de sordidez, de engaño, de corruptelas y pestilencia irrespirable. Esto será, a corto plazo, la sepultura de varios partidos políticos que quieren seguir en la ubre presupuestal a pesar de que el pueblo no tenga para comer y viva una de las peores crisis.

Lo cierto es que la política se ha mercantilizado. Ahora los candidatos de estados del sureste mexicano invierten un promedio de mil a mil 500 pesos por cada voto. Esta millonaria inversión los lleva a comprar el poder y, después, saquear las arcas del Estado como ha ocurrido con los empobrecidos estados de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Veracruz.

La danza de los millones sigue fluyendo hacia las cuentas personales de muchos políticos quienes sin asco extraen todo y comprometen aún más a sus comunidades y Estados en adeudos que ya son impagables.

Después no se quejen si se desatan revueltas populares en zonas donde la lumbre ya les llegó, a los pobladores, a los aparejos.

El 2018 será la prueba de fuego y ahí se verá si realmente el pueblo mexicano quiere seguir tal y como están las cosas o da un viraje al cambio, un cambio que debe ser a fondo, real, sin maquillajes.

Todos los delincuentes de cuello y corbata, en ese contexto, deben ir a parar a la cárcel y sus propiedades devueltas a la nación para que los mexicanos puedan volver a tener credibilidad en la nueva clase que la gobierne a partir del 2018.

Esperemos para entonces.

joseluiscastillejos@gmail.com

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