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Torreón y la banalización de las causas

En un cargo público se debería pensar lento, tener más información para formular posiciones. | José Roldán Xopa

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Escrito en OPINIÓN el

Lo sucedido en el colegio Cervantes de Torreón es una tragedia. No debió suceder, pero tenemos a cuestas la muerte de un niño de 11 años y de su maestra en las sumas que duelen.

Entre la distancia del “no debió suceder” y el “pero sucedió” hay una serie de afirmaciones, conjeturas, posibles causas, posibles soluciones y posiciones de diverso tipo. Me importan, por ocupar una posición de responsabilidad, las aseveraciones de funcionarios de alta jerarquía que expresan reacciones inmediatas sobre las causas. Lo anterior, porque permite apreciar las visiones personales que se vuelven institucionales de lo sucedido y, a partir de ahí, las líneas de política que deberían seguirse para enfrentar el problema.

Es muy conocido el tuit del gobernador Miguel Riquelme atribuyendo la acción a la influencia del videojuego ‘Natural Selection’. Menos conocido es el tuit de Jesús Ramírez Cuevas, responsable de comunicación de Presidencia de la República, quien, al solidarizarse con las familias, afirma la obligación del gobierno de actuar contra la “descomposición social” y la prioridad de atender la “salud mental” de la ciudadanía.

En ambos casos, funcionarios de primer nivel en distintos ámbitos del gobierno expresan causas e implícita o explícitamente, líneas de acción pública. Para el primero, la causa destacable –y suponemos, la principal-- son los videojuegos violentos; para el segundo, es la descomposición social y la salud mental de la población. Independientemente de que en lo personal lo afirmen y exista la consecuente convicción de que esas son las causas de la tragedia; el cargo que ocupan provoca que por su voz se exprese lo que el gobierno del Estado o el Gobierno federal considera que sucede. Son las consecuencias de que una persona se exprese en ejercicio de un cargo. Las instituciones se expresan por medio de seres humanos que ocupan cargos. Lo afirmado deja de ser una mera expresión u ocurrencia personal y se convierte en una posición institucional y las implicaciones son distintas.

Lo dicho de manera reactiva, inmediata, para salir del paso, tiene el riesgo de banalizar las causas y, con ello, crear falsos problemas que lleva a errores en las acciones de gobierno, y también compromete la función que el Estado debe asumir ante hechos tan delicados. ¿Qué hay detrás de la afirmación de que un videojuego tiene tal influencia, o que hay una descomposición social o un problema de salud mental?

Sin duda que hay problemas y en eso los hechos hablan por sí mismos; pero las causas pueden ser diversas y complejas. Las crónicas periodísticas señalan que se trataba de un niño que como estudiante tenía buenas calificaciones, que se vistió con ropa similar al personaje de los videojuegos o a un autor de otra tragedia, Columbine, y que vivía con sus abuelos, pero ¿es suficiente para dar afirmaciones gubernamentales?

Pero aun cuando los datos, por precarios o abundantes que sean ¿deben darse conjeturas o afirmaciones apresuradas?

Las declaraciones de los funcionarios públicos desencadenan, como sucedió, el debate público, las percepciones que de la forma de pensar se divulga de tales funcionarios, pero también de la narrativa que las instituciones adoptan y de la calidad y métodos que la sociedad adopta en sus discusiones públicas y en el procesamiento de sus problemas.

Es preciso reparar en lo que se dice a título personal y aquello que se afirma en el ejercicio de un cargo. En el ejercicio de un cargo al afirmarse que la causa es un videojuego, se orienta a una solución en la que el gobierno debe intervenir de alguna manera (prohibiendo, limitando, etc.). Si se afirma que hay una descomposición social o un problema de salud mental, igualmente se orienta hacia cierta intervención pública.

Por ello, el funcionario debe pensar y soportar sus afirmaciones pues también son expresiones del poder público y del gobierno.

Kahneman psicólogo laureado con el Nobel de Economía en 2002, autor de “Pensar rápido, pensar despacio” (Debolsillo, 2014), refiere que los seres humanos, al pensar, ponemos en juego dos sistemas: el sistema 1 es rápido, automático, intuitivo y basado en patrones; el sistema 2 es lento, requiere esfuerzos y más datos para llegar a conclusiones. Cuando un ser humano ocupa un cargo público, su rol de responsabilidades cambia. No sólo es responsable de sus actos y de las consecuencias personales que tendría; asume las responsabilidades del cargo, de sus actos de poder y de las consecuencias en la sociedad. En un cargo público se debería pensar lento, tener más información para formular posiciones.

De ahí la ética de la responsabilidad y de un mejor gobierno.