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Tomar el poder y transformarlo

Las elecciones de este año son una oportunidad para que la participación de las mujeres se trate de tomar el poder para transformarlo. | Fernanda Salazar

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Escrito en OPINIÓN el

Cada que se acerca el 8 de marzo, los medios de comunicación y redes sociales en casi todo el mundo se llenan de información sobre la situación de las mujeres. Se abren espacios y se escuchan voces que muchas veces no se vuelven a abrir y a oír en el resto del año, para hablar de todo lo que nos impacta: violencias, múltiples formas de discriminación, violación a nuestros derechos humanos, marginación y desigualdades en el acceso a recursos, servicios e información, entre muchas otras. 

Lo cierto es que mientras esas realidades existen y en algunos casos incluso aumentan, también es cierto que nunca las mujeres han ocupado tantas posiciones de liderazgo en todos los sectores de la sociedad, tanto en México como a nivel mundial. En ese sentido, es imprescindible reconocer que las circunstancias que vivimos las mujeres son sumamente diversas, desde aquellas cuyo estatus económico y social les otorga privilegios y ejercen poder, hasta quienes están en circunstancias de opresión sistémicas que promueven y reproducen hombres y también otras mujeres. 

Dice Bell Hooks que entre las mujeres también se expresan los valores supremacistas masculinos a través de la sospecha, la actitud defensiva, el comportamiento competitivo y la sensación de amenaza. El sexismo de las mujeres también nos lleva a tener actitudes de superioridad y a alianzas patriarcales. En ese sentido, el análisis concienzudo de nuestras propias actitudes no solo puede, sino debe ser catalizador de la transformación: “Para construir un movimiento politizado, feminista, de masas, las mujeres tienen que trabajar más para superar la alienación que existe cuando la socialización sexista no se ha desaprendido”.

En el caso de México, la cantidad de mujeres en el poder político en todos los niveles del Estado no tiene precedentes. Sin embargo, es claro que falta camino para que tomen ese poder y lo transformen. En parte, porque la política y su lógica patriarcal se sostienen, pero también, porque los cimientos y valores de esas lógicas son reproducidos también por muchas mujeres en política y en la sociedad en general.

Pareciera que en muchos casos las mujeres en el poder no encuentran incentivos o herramientas para romper las alianzas patriarcales (políticas e ideológicas). Tal vez, porque les han convencido de que son esas las que les permitieron llegar a su posición. Por eso, muchas veces terminan reproduciendo viejas prácticas, aún si en los hechos tienen poder para decidir de otras formas. Es decir, no se trata de mujeres oprimidas por el sistema sino mujeres en una situación de privilegio y posibilidad de acción que toman la decisión de actuar en contra de los intereses de otras mujeres cuyas condiciones (de clase, etnicidad, etc.) podrían impactar positivamente con otras definiciones y acciones (el tema del aborto y los derechos sexuales y reproductivos es un claro ejemplo).

Hay quienes piensan que la transformación y erradicación del patriarcado no puede pasar por el Estado. Pero para quienes creen que la igualdad de género y la erradicación de diversas formas de discriminación pasan por soluciones que requieren la acción del Estado, es claro que la narrativa de ganar más espacios no es suficiente. Es fundamental que las mujeres ganen más posiciones de poder pero más aún que tomen el poder y lo transformen en uno que rompa las reglas del patriarcado y se atreva a explorar nuevas alianzas políticas feministas que les permitan lograr sus aspiraciones políticas al mismo tiempo que impulsan cambios estructurales que beneficien a todas las mujeres. 

Las elecciones de este año son una oportunidad para que la participación de las mujeres se trate de tomar el poder para transformarlo.