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TLCAN, T-MEC y la visita oficial

No deja de ser irónico que haya sido un gobierno de izquierda el que reivindique y elogie las bondades del más neoliberal de los tratados. | Ivonne Ortega

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Escrito en OPINIÓN el

Las relaciones entre México y Estados Unidos siempre han motivado análisis y discusión entre los que están a favor de alejarse de los intereses de Washington y quienes sostienen que es mejor aprovechar nuestra cercanía geográfica y convertirla en acciones provechosas para ambas naciones.

De esta última forma pensó Carlos Salinas de Gortari cuando impulsó y firmó en 1992 el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que entró en vigor el 1 de enero de 1994, con todo y la aparición en escena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

De hecho la principal causa del levantamiento armado de los zapatistas en Chiapas fue la pobreza y exclusión de las comunidades indígenas, lo que definitivamente contrastaba con la imagen del México moderno que el gobierno federal quería demostrar con el TLCAN.

A pesar de todo, el Tratado demostró en los hechos que impulsó a los tres países firmantes (México, Estados Unidos y Canadá) y consolidó el bloque económico norteamericano, ante pactos similares de Europa, Asia y Sudamérica.

Se trató del más refinado instrumento económico de la llamada política tecnócrata-neoliberal, diseñado, negociado e instrumentado por parte de México, por políticos y técnicos que aplicaron los conocimientos adquiridos en universidades estadounidenses como Harvard, Yale, Columbia o el MIT.

Por eso no deja de ser irónico que haya sido un gobierno que se precia de ser de izquierda y que sataniza en su discurso al “periodo neoliberal”, el que no sólo ratifique sino reivindique y elogie las bondades del más neoliberal de los tratados.

Más paradójico resulta que precisamente el mismo gobierno cuyo líder bautizó a Carlos Salinas de Gortari como “El innombrable” y le adjudica ser quien encabeza la “Mafia del Poder”, ahora presente al TLCAN (idea y creación de Salinas y su gobierno, del lado mexicano) como la salvación de la economía nacional ante el derrumbe de la misma por la pandemia del coronavirus covid-19.

La visita oficial que el presidente de México hizo a los Estados Unidos en días pasados, se anunció como una ratificación del TLCAN ahora convertido en T-MEC, pero en los hechos fue un espaldarazo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador a la campaña de reelección del presidente Donald Trump.

Lejos quedaron las descalificaciones, intenciones e ideología nacionalista del libro “Oye, Trump” firmado por el mandatario mexicano como un compendio de “propuestas y acciones en defensa de los migrantes en Estados Unidos”.

El tema migratorio no se tocó en el encuentro López Obrador-Trump. Ni una palabra. 

No fue casual: se trató de una narrativa acordada días antes por las oficinas de ambos presidentes, para que no hubiera ningún cuestionamiento: nada de prensa, nada de preguntas, nada de migrantes, dreamers y, por supuesto, ni una palabra del muro fronterizo.

En cambio, el presidente López Obrador se deshizo en elogios hacia el presidente Trump y le agradeció su trato “digno” y “respetuoso” hacia México, expresiones que el mismo día fueron usadas en spots publicitarios de la campaña republicana, para atraer el voto latino.

“Una gira exitosa”, “Buenos resultados”, “Excelentes relaciones”, fueron las calificaciones oficiales y de los empresarios invitados a la gira.

En realidad todo fue un montaje de campaña… para Trump, mientras su oponente demócrata Joe Biden y su equipo lamentaron el episodio. Biden, por cierto lleva ventaja y si resulta ganador, no olvidará la zancadilla que representó esta actuación del mandatario mexicano.

Y si gana Donald Trump, pues… seguirá siendo él mismo y actuando como tal.