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Tiempos difíciles en la Casa Blanca

La democracia y el sistema de justicia de EU son los que corren el mayor riesgo de no investigar la conducta de Trump en su camino a la Casa Blanca. | Alicia Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

A pesar de tener sobre sus talones al fiscal especial que investiga la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016, Donald Trump insiste en que lo que Robert Mueller y su equipo hacen solo se trata de una “cacería de brujas” en su contra. Peor aún, Trump está muy seguro de que no irá a juicio por interferir con la justicia, incluso por violar las leyes electorales estadounidenses, aun cuando los procesos judiciales de su ex jefe de campaña Paul Manafort y su ex abogado Michael Cohen proporcionan pruebas que acechan cada vez más el cuello del presidente.

El martes 21 de agosto pasado, mientras en el Tribunal de Distrito Este de Virginia Paul Manafort fue declarado culpable de ocho delitos de evasión de impuestos y fraude bancario; en el Tribunal de Distrito Sur de Nueva York, Michael Cohen se declaró culpable también de ocho delitos que incluyen cargos de evasión de impuestos, fraude bancario y violaciones de financiamiento de campaña, entre estos últimos se encuentran los pagos de dinero a la actriz porno Stormy Daniels y a la playmate Karen McDougal.

Si bien en el caso de Manafort la evasión de impuestos y el fraude bancario son delitos bastante serios, aún no se tiene la certeza de que éstos tengan relación directa con las elecciones estadounidenses de 2016, salvo que fueron hechos durante la campaña presidencial de Trump. Ante la persistente duda, Robert Mueller está vinculando los fraudes fiscal y bancario, así como la presión económica que Manafort tenía por sus deudas contraídas en el extranjero, con la interferencia rusa, de ahí que en septiembre próximo Manafort será enjuiciado nuevamente, pero ahora los cargos girarán en torno a presuntas violaciones a la Ley de Registro de Agentes Extranjeros.

Objetivo político

La historia de Cohen es muy diferente a la de Manafort, pues el hecho de que el ex abogado de Trump comprara el silencio de Stormy Daniels y de Karen McDougal por sus aventuras con el presidente, lo llevó a violar la ley federal de financiamiento de campaña con el argumento de que “Cohen hizo los pagos (...) para influir en las elecciones presidenciales de 2016", es decir que el objetivo del dinero que se dio a Daniels y a McDougal fue político, puesto que su silencio en ese momento evitó que saliera a la luz información que pudiera dañar a Trump en su camino a la Casa Blanca.

Mientras que el asunto Daniels se torna menos complicado para Trump, el silencio de McDougal es otra historia que amerita más atención por parte del Departamento de Justicia a través de Mueller, pues involucró no sólo recursos económicos del propio presidente y contribuciones corporativas de terceros, sino que también, a decir de Cohen en su declaratoria, fue parte de un plan bajo la dirección de Donald Trump y que implicó falsificar documentación para cubrir los reembolsos que Cohen recibió por el pago hecho a McDougal durante la campaña presidencial.

Tanto en el caso de Manafort como el de Cohen, Robert Mueller tiene razones para suponer que ambos cuentan con información para dilucidar parte de su investigación. Sin embargo, la declaración de culpabilidad de Cohen conduce a que la atención de Mueller pudiera centrarse en seguir la pista a la conducta personal de Donald Trump, a todas luces delictiva, para vincularla con su investigación; al tiempo que Cohen se convierte en un importante testigo para llamar a interrogatorio a Trump; aunque éste muy probablemente alegará que atender un requerimiento de tal magnitud lo distraería de sus funciones presidenciales.

Sin duda el martes 21 de agosto dio inicio a lo que será la etapa más difícil en la Casa Blanca de Donald Trump, en la cual la persistente interrogante colectiva es si Trump será destituido por su presunta conducta delictiva. A pesar de que las consecuencias de investigar al presidente podrían ser grandes, el gobierno de Estados Unidos continuaría su rumbo muy a pesar del enorme ego de Trump, pues conforme a la Constitución estadounidense se aplicaría el mecanismo de sucesión que a bote pronto indica que el vicepresidente, en este caso Mike Pence, se convertiría en presidente, y el lugar dejado por el vicepresidente se ocuparía con las nominación y posterior confirmación de ambas cámaras del Congreso.

Es difícil creer que la economía de Estados Unidos se vendría abajo sin Trump al mando, como él mismo lo ha afirmado. Su mensaje no sólo es amenazante, sino también refleja la personalidad de alguien que se considera a sí mismo que está por encima de la ley. Así las cosas, la democracia y el sistema de justicia estadounidenses son los que corren el mayor riesgo de no investigar la conducta de Donald Trump en su camino a la Casa Blanca.

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@alifur1  | @OpinionLSR | @lasillarota