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“Thank you, sir”

¿Cuál es el verdadero significado del Thanksgiving?

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Escrito en OPINIÓN el

Como sacado de un cuento navideño, la noche del miércoles previo a “Thanksgiving” iba caminando por la calle, cruzando hacia el rumbo de Georgetown. Diversos puentes unen el sector de la ciudad conocido como “West End” con el vecindario que hospeda a la universidad jesuita que le da nombre. A decir verdad, el frío calaba hasta los huesos y el aire soplaba con toda su fuerza. Definitivamente parecía que el invierno había llegado con todo su esplendor. Antes de seguir debo decir que esta impresión duró muy poco tiempo, pues apenas un par de días después el frío se fue y el calor regresó; parece ridículo decir “calor”, pero no es mas que la verdad.

 

Pero lo que yo quería decir era que, la noche del miércoles, con todo y su frío esplendoroso, buscaba algo barato que cenar ese día. Georgetown no es un lugar que se caracterice por sus precios accesibles, así que nos dimos a la tarea mi esposa y yo de buscar algo relativamente adecuado, tanto en precio como en calidad. Llegamos a las 9 pm, ya tarde para los estándares de esta ciudad (aunque viéndolo por el lado amable, a esa hora siempre hay lugar en prácticamente cualquier lugar), y cenamos durante una hora. Al regresar –caminando– volvimos a cruzar el famoso puente que describí al inicio (este puente más bien atraviesa un mini riachuelo y una avenida importante) y al final de éste, estaba un señor anciano pidiendo dinero. Tenía entre sus manos un vaso desechable de Starbucks para recolectar monedas y temblaba de frío.

 

Yo tengo mis propias teorías sobre las personas que piden dinero en la calle –“Homeless” les llaman aquí– y creo que en muchas ocasiones son personas con problemas emocionales, pero que tienen casa y familia (conozco varios casos cercanos). Pero las hay otras que realmente necesitan los dólares para comer algo.

 

Inclusive he visto a muchos dormir en la ventilación del metro en plena calle sobre la nieve, porque el aire caliente que sale del túnel subterráneo los mantiene con una temperatura razonable. Muchas veces me he quedado pensando en estas personas.

 

Uno jamás imaginaría que, a los pies del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo” (instituciones encargadas de combatir la pobreza en el mundo y generar desarrollo en Latinoamérica respectivamente) haya gente que se muere de frío y no tiene que comer. Como ya dije, hay muchos casos. También he visto “Homeless” que están viendo Netflix en su teléfono inteligente (quizá ellos no necesitan el dinero tanto como otros).

 

Lo que trato de decir es que el miércoles pasado, al regresar a mi casa, este señor seguía instalando en la orilla del puente –y seguía temblando de frío– y sonriendo a todo aquel que se cruzaba. Cuando pasé frente a él, me sonrió y me agradeció. Quizá me estaba dando las buenas noches. Y debo admitir que me sorprendió su gesto, y regresé para ayudarlo. Deposité un billete en su vaso y me dijo “thank you, sir”, y volvió a sonreír. No quiero sonar como un “falso humilde”, o como dicen en este país: “patronizing” o “condescendent”. Lejos de eso. Me fui y me quedé pensando en el verdadero significado del jueves de Thanksgiving.

 

Escribo este artículo desde un centro comercial llamado “Potomac Mills” (un outlet, en realidad). Varios amigos y nosotros vinimos de paseo. Yo compré un suéter. Es el famoso “Black Friday”. Todo está en oferta. Pero lo verdaderamente importante fue ayer. El día de dar gracias. Y hay mucho de que dar gracias. Y el señor del puente de Georgetown, sin saberlo, me había enseñado el significado de ello. Antes de tener nada, ya me había sonreído y agradecido. Y lo volvió a hacer cuando decidí ayudarle de alguna manera. Pero lo que me desconcertó fue mi propia naturaleza en la cual me cuesta trabajo encontrar las cosas buenas y positivas de la vida diariamente. Qué difícil es para algunos de nosotros ser más optimistas. He descubierto que en algunas ocasiones he perdido la capacidad de asombrarme frente a las cosas cotidianas que tiene la vida. He perdido mi espíritu de admiración por todas las cosas buenas que nos suceden a diario, pero que sumergidas en el mar de lo imposible, de lo urgente, de lo material y lo volátil no emergen a la luz de la conciencia. Y no somos capaces de verlo. Y mucho menos de agradecerlo.

 

Me parece que esta tradición de dar gracias es una tradición bonita. Y además me sorprende que en todos lados siempre habrá alguien que nos necesite o a quien podamos ayudar. En inglés o en español, ya sea con “gracias” o “thank you”, la gratitud es una actitud. Ser agradecido es una virtud. Y también hay que aprender a estarlo. Porque ser agradecido es la primera estación para recuperar nuestro espíritu y capacidad de admiración por la vida, por nosotros y por los otros. Esta será una gran lección que recordar durante este año. No es fácil, pero vale la pena.