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Texas

En un estudio reciente se estima que en Texas existen 73 grupos de odio, principalmente de tipo racista. | Octavio Díaz García de León

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Escrito en OPINIÓN el

La idea: El ataque en El Paso que produjo 22 muertos y 24 heridos nos ha recordado la historia común y la cercanía que tenemos con Texas, ahora perteneciente a los Estados Unidos y que fue parte de México. Quizás un segmento de la población anglosajona piensa, azuzados por Trump, que lo que hicieron sus antepasados en el siglo XIX para apoderarse de Texas, ahora lo harán los mexicanos.

El estado de Texas tiene cerca de 27 millones de habitantes y cuenta con un territorio de casi 700 mil km2, equivalente a la tercera parte de nuestro país. Su economía es un 40% más grande que la de México y su PIB per cápita es de 58 mil dólares vs. 10 mil dólares en el caso de México. Si Texas fuera un país, sería la décima economía más grande del mundo.

Aunque este territorio era parte de la Nueva España, no fue hasta el siglo XVIII que los españoles trataron de colonizarlo fundando algunas misiones y estableciendo un asentamiento en San Antonio. Los españoles lucharon contra los indios nómadas que habitaban la región y que hacían muy difícil las condiciones de vida.

Al consumarse la independencia de México ese territorio formaba parte de nuestro país. Las autoridades decidieron invitar a extranjeros a que se establecieran en Texas para reforzar la lucha contra los comanches y poblar el territorio. Para ello se invitó a empresarios extranjeros a que se establecieran allí y trajeran consigo colonizadores. Con ese propósito se les asignaron grandes porciones de territorio.

 La primera de ellas fue para los Austin, padre e hijo, quienes llegaron en 1822. Otros 23 empresarios llegaron, en su mayoría provenientes de Estados Unidos, de tal forma que la población de Texas pasó de 3 mil 500 personas en 1825, la mayoría mexicanos, a 37 mil 800 en 1834, de los cuales solo 7 mil 800 eran mexicanos.

Buena parte de los inmigrantes eran criminales, mercenarios y todo tipo de aventureros. Para 1836 y con las guerras intestinas que sufría México entre centralistas y federalistas, no era extraño, que los texanos, en su mayoría extranjeros, pensaran que era mejor separarse de México.

Así fue como el 2 de marzo de 1836, Texas declaró su independencia de México proclamándose república independiente. México intentó conservar a Texas enviando ejércitos y peleando contra los secesionistas, hasta que el 29 de diciembre de 1845, Estados Unidos se anexó ese estado, lo que desató la guerra con nuestro país. No sólo México perdió a Texas sino a la mitad de su territorio en esa guerra.

Hoy en día el 42% de la población texana es de origen anglosajón, 40% de origen hispano, en su gran mayoría mexicana, y 11.5% afroamericanos. La población hispana es la que mayor crecimiento está teniendo y no está lejos el día en que serán mayoría.

No es difícil entonces, encontrar que en Texas puedan existir personas de origen anglosajón, que se sientan amenazadas por el crecimiento de la población hispana. Especialmente si son incitadas por radicales como el presidente Trump. En un estudio reciente se estima que en Texas existen 73 grupos de odio, principalmente de tipo racista.

El pasado 3 de agosto, el desquiciado asesino Patrick Crusius, quien deseaba matar mexicanos, escogió a El Paso para cometer su crimen porque esta es una ciudad donde ambos países conviven y se mezclan. Ocho compatriotas murieron, pero el resto eran tan americanos como el asesino.

Las tendencias demográficas de este estado, aunados a la retórica ultranacionalista que promueve Trump, pueden exacerbar la violencia racista. Los campos de detención de inmigrantes los cuales han sido comparados con campos de concentración, son otra manifestación del odio y de la discriminación.

Para los millones de hispanos que habitan en Estados Unidos, la retórica racista de Trump los ha hecho despertar del sueño americano para entrar en la pesadilla de la discriminación y la violencia. También para millones de turistas mexicanos que visitan Estados Unidos, es un signo de alarma el saber que hasta visitar un “Mall”, puede poner en riesgo la vida.

Texas siempre ha estado presente en los sentimientos de los mexicanos y ahora nuevamente se hace presente trágicamente.  

Afloran los recuerdos de la traición de los secesionistas de Texas hacia nuestro país, que al anexarse a Estados Unidos provocaron una guerra en la que se perdió la mitad de nuestro territorio. Afloran los recuerdos de discriminación que han sufrido los mexicanos desde entonces. Aflora el miedo ante una matanza absurda, alimentada por el odio que provocan Trump y sus seguidores.

Pero afloran también la cercanía y los nexos históricos, familiares, económicos, geográficos y culturales que nos unen con Texas. Ojalá predominen estos últimos.