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Te lo firmo ¿y si no cumplo?

Frente al proceso de estandarización del mensaje político, son escasas las promesas y propuestas que motivan la participación ciudadana| José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

A partir del pasado 14 de diciembre, y hasta finales de junio próximo, estaremos expuestos a miles de promesas y propuestas de campaña.

Sin embargo, por las transformaciones vertiginosas que experimenta el ecosistema de #ComunicaciónPolítica, será muy interesante descubrir si la oferta política que harán partidos y candidatos será uno de los factores decisivos del resultado final de la #Elección2018.

El dilema no se limita a si votaremos por candidatos o partidos

En las elecciones de presidente, gobernador, presidente municipal o jefe delegacional pesa más la figura del candidato. En las del Poder Legislativo, el partido tiene una mayor relevancia. Pero si el candidato proyecta una imagen atractiva y confiable, lo más seguro es que los simpatizantes se inclinen por su partido para elegir a quienes los representarán en el Congreso.

Las plataformas o proyectos de nación influyen poco en los electores

Frente al proceso de estandarización del mensaje político que caracteriza al actual modelo de comunicación, son escasas las promesas y propuestas que motivan la participación, el apoyo abierto o el interés de la ciudadanía. Mucho menos la movilización.

Esta situación tampoco modifica la actitud de los indecisos

Los especialistas en comunicación electoral coinciden en que el fenómeno no es nuevo. En la historia de la democracia moderna, los personajes políticos en campaña construyen narrativas saturadas de promesas y propuestas, de las cuales se olvidarán cuando llegan al poder.

En ocasiones, la crítica que les hace la sociedad llega a ser devastadora

No extraña, por tanto, que el incumplimiento de los compromisos públicos se haya convertido en uno de los aspectos más vulnerables de las campañas, situación que ha contribuido a acentuar la crisis de confianza y credibilidad que padece la clase política.

Para muchos políticos, lo único que importa es ganar

Desde esta perspectiva, se han minimizado y a veces olvidado los efectos positivos que podría generar una oferta que establezca objetivos y metas alcanzables, que sean claramente viables y diferentes de los que proponen los adversarios y que puedan generar beneficios claros, tangibles y directos para el elector.

Sin embargo, la mayoría de los mensajes son desechables

Las investigaciones confirman que son unas cuantas las promesas o propuestas que se recuerdan una vez que ha terminado el tiempo de campaña. Incluso, la mayoría olvidamos con facilidad los spots y eslóganes con los que nos bombardearon por meses.

¿En dónde quedan, entonces, las necesidades y expectativas del electorado?

La ambigüedad y la abstracción contribuyen a desdibujar la comunicación en periodo de campaña. Ejemplos sobran: “Arriba adelante”, “La solución somos todos”, “Vamos juntos”, “Estoy de tu lado” o “Fuerte y con todo”, por mencionar solo algunos que se han registrado en la historia de la publicidad política.

Para evitar la demagogia, hay que concretar

Si bien es cierto que en un slogan no se puede condensar todo un proyecto o plan de gobierno, porque es prácticamente imposible, también lo es que la definición de una meta o un compromiso concreto ayuda mucho a incrementar la eficacia.

Sin embargo, hay que evaluar los riesgos

Decir que se van a crear 100 mil empleos al mes, que se va a acabar con la pobreza o con la inseguridad, reducir el IVA al 10% o dotar de computadoras a todos los alumnos de las escuelas públicas suena siempre muy bien.

Pero al no convertir la promesa en realidad resulta contraproducente

Más aún si el candidato o candidata gana la elección. La consecuencia no solo afectará su imagen como gobernante, sino que traerá consecuencias negativas a su partido para la siguiente contienda.

El problema está presente en todos los países democráticos

Y aún no se ha encontrado la manera más efectiva para resolverlo. Por eso, en este proceso de búsqueda, partidos y candidatos mantienen un modelo paternalista o asistencialista —muchas veces ilegal— para asegurar el voto, pero a un alto costo.

En la normatividad es conocido como “compra de votos”

En dicho modelo, la promesa es tangible y de corto plazo. Se concreta con despensas, vales o tarjetas para despensas, materiales de construcción, materiales utilitarios de cualquier tipo o dinero en efectivo.

No es lícito ni ético, pero sigue siendo eficaz

En política, no todas las promesas ni propuestas se hacen para cumplirlas. Los estudios y análisis estadísticos son poco conocidos. Sin embargo, hace algunos días Gustavo de Hoyos Walther, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana, #Coparmex, aseguró que el presidente Enrique Peña Nieto “únicamente ha cumplido 40% de los compromisos que firmó ante notario público en 2012”.

Es decir, que seis de cada 10 “no han sido honradas en los hechos”

Aunque el presidente afirmó que de los 266 compromisos que firmó ya cumplió el 60%, y que al término de su gobierno logrará el 97%, la percepción ciudadana arroja un saldo desfavorable.

¿Cuál será el costo para el #PRI de esta situación?

Difícil saberlo en este momento. Lo que sí se puede asegurar es que cuando se gobierna no es posible cumplir con todo lo que se ofreció en campaña y que las decisiones de los gobernantes no van a dejar contentos o satisfechos a todos, porque eso es casi una misión imposible.

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