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Tambores de Guerra

México no es ajeno a estos conflictos globales. | Marco Adame

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Escrito en OPINIÓN el

Durante las últimas semanas se ha incrementado la presión internacional a consecuencia del conflicto entre Rusia y Ucrania y las tensiones en China por la disputa con el estado de reconocimiento limitado de Taiwán y diversos ajustes en la relación con la provincia administrativa especial de Hong Kong.

El origen de los conflictos viene de tiempo atrás, sin embargo, se han prendido todas las alertas ante la nueva amenaza de invasión de las tropas rusas que, a últimas fechas, han incrementado el número de sus efectivos armados en la zona. Por otro lado, la administración del presidente Biden ha subido el tono de sus declaraciones y ha insistido en la posibilidad de la incorporación de Ucrania a la OTAN. Ambas posiciones parecen atrapadas en un callejón sin salida ante las dificultades que implica cada una de las pretensiones.

Mientras tanto no es menor la preocupación que se ha generado, toda vez que al margen de que ocurra un acuerdo o que cesen las hostilidades, la posibilidad de un incidente puede ser el detonador de un conflicto de magnitudes impredecibles. Es por ello que son de atender los llamados por la paz que ha hecho el Papa Francisco y las interminables gestiones de los líderes globales, incluidos la singular visita del presidente Macron al Kremlin, en su calidad de presidente rotatorio del Consejo de Europa, reunión que, por cierto, concluyó sin ningún acuerdo dada la complejidad de la situación.

En este momento todos los líderes globales están interesados en lograr una desescalada de las tensiones entre Rusia y Ucrania, previendo conflictos mayores con los Estados Unidos y mayores afectaciones a la eurozona, particularmente en Alemania, ante la dependencia del gas de la Rusia, situación que, al parecer, estaría resuelta por la intervención de otras naciones a fin de resolver los problemas de suministro durante el invierno.

Por otro lado, deben considerarse las tensiones ancestrales entre China y Taiwán. Las tensiones entre Beijing y Taipei se han reactivado con desplazamientos militares de la República Popular China y la exigencia a la comunidad internacional, en contra al reconocimiento en Naciones Unidas y otros foros, al gobierno de Taipei. Como se puede ver, el anhelo de una sola China es aún lejano y sus repercusiones en la agenda global son vigentes por la posición polarizada con los Estados Unidos y las decisiones den otras naciones, como la reciente decisión del Vaticano, de retirar a sus represéntales diplomáticos en Taiwán y Hong Kong.

Por si algo faltara, no pasó desapercibida la invitación de Vladimir Putin a Xi Jinping, para declarar inaugurados los juegos olímpicos de invierno 2022, hecho que fue presenciado por el secretario general de Naciones Unidas António Guterres, el director de la OMS Tedros Adhanom y la inopinada presencia del presidente argentino Alberto Fernández. La bipolaridad entre la alianza Roso-China frente a los Estados Unidos y sus aliados, en especial Reino Unido y Australia está a la vista.

Suenan pues los tambores de guerra, y aunque muchos se muestran escépticos, no debemos dejar de considerar que el aumento de las tensiones ya es en sí, un conflicto que conlleva diversas complicaciones en la agenda internacional y que encarece distintos productos y servicios, ante la incertidumbre que genera este complicado escenario de belicosidad, de tal manera que, aunque no se haya disparado un solo misil, ya se resienten sus efectos en un mundo frágil, ansioso, no lineal e incomprensible como lo ha de éxito el instituto RAND de Santa Monica, California.

Frente a la especulación y el usufructo de la vía armada, me quedo con el llamado apremiante del Papa Francisco… “por favor, nunca más una guerra…”. Ucrania es un pueblo que sufre, han pasado hambre, han sufrido mucha crueldad y merecen paz... el conflicto en Ucrania “tiene repercusiones más amplias, pone en riesgo la seguridad del continente europeo…es preciso que todas las acciones estén al servicio de la fraternidad humana y no de los intereses personales o partidistas”.

México no es ajeno a estos conflictos, la escalada de violencia y belicosidad repercute en la agenda nacional, ya afectada por la pandemia, y ahora en las cadenas de suministro, así como en los precios de los “comodities” y en las negociaciones con nuestros socios comerciales que, por ahora, están más atentos a este conflicto global que a lo que pase en la agenda regional.

Es claro que para algunos este conflicto resulta conveniente, incluso en México, al suponer que esta tensión impactará el precio del petróleo o nos quitara los ojos de encima de comunidad internacional ante reiteradas violaciones a los derechos humanos en nuestra frontera sur o los efectos nefastos de la reforma energética, sin embargo, el conflicto representa una afectación global, pues en sano juicio, nadie debería apostar por la guerra que, hoy como ayer, sigue siendo la mayor amenaza y el peor daño para la humanidad.