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El Studio Museum en Harlem

A la búsqueda y reivindicación de las negritudes

Por
Escrito en OPINIÓN el


Barkley L. Hendricks, “Lawdy Mama”, 1969.

Caminar las calles de Harlem. El teatro Apollo, su escenario iniciático (el primero en el que pudieron actuar los artistas afro-americanos) y en el que debutaron: Ella Fitzgerald, Steve Wonder, Billie Holliday, Aretha Franklin, entre tantos. Con su célebre “Noche de aficionados”. Allí donde aplaudieron de pie a Louis Armstrong y Charlie Parker. En donde Obama realizó un acto político que fue un homenaje a la historia de la comunidad afro-americana. Y todo un resarcimiento. El espacio mágico del Jazz. Esa mañana de mayo, una larga hilera de papás, mamás y niñas/os hacen cola para participar en la selección de actores para la próxima obra. Las vitrinas de los negocios son una mezcla de Nike, Gap y collares de Nigeria y Kenya. Los colores y diseños de los textiles africanos. El Street art. Y la sobria fachada del Studio Museum fundado en 1968.  


Njideka Akunyili, “Nwantinti”, 2012.


La exposición: “Regarding The Figure”, se abre en la planta baja. Podríamos traducir: "Respecto a la figura", sin dejar de lado la raíz que “regarding”, tiene en común con la palabra francesa “regarder”, que significa mirar. Mirar lo que tiene que ver con el cuerpo. Con la raza. Con las diferencias. Con la estigmatización. Con las historias bien concretas de las negritudes, sus identidades y sus reivindicaciones. El arte y el acto político se encuentran. Sin tonos panfletarios. Pero el Harlem Museum es de manera muy rotunda un espacio político: Raza, clase, género. Espacio de los feminismos negros que tantas veces han cuestionado a los feminismos que no incluyen las diferencias raciales como ejes de análisis. Las diferencias de clase.


El espacio de la denuncia de la precariedad y las tan veladas y presentes formas de segregación. El de la diáspora africana y la celebración de las cotidianeidades. Su simplicidad y su belleza. ¿Qué tanto – en la realidad- se nos permite ejercer nuestros derechos? ¿Qué tanto tenemos memoria? ¿Qué tanto conservamos nuestras tradiciones? ¿Qué tanto el arte es la “herramienta” indispensable, exacta para acogernos y aprehendernos como raza, como comunidad y para revelar nuestras voces? 

           

Una pintura con claras reminiscencias africanas: un tótem, en medio de una llanura. Fotografías de las calles de Nueva York, los jóvenes que posan con abrigos de imitación de pieles. La fotografía de una mujer que busca su imagen en el espejo, recostada en su cama. La foto de una familia de principios del siglo XX, en alguna – sin duda - ceremonia solemne. En medio de estas salas una se da cuenta a qué punto los museos que visitamos casi siempre, son espacios de representación de un mundo – sobre todo- blanco. Constatar la evidencia. Como ante una película de Spike Lee. Es tan evidente y se olvida. 

Geoffrey Holder, “Retrato de Mujer: Esencia de la dignidad”, 1980


“En los principios del siglo XIX , retratar el cuerpo negro era ambas cosas: un privilegio y un deber de muchos artistas afro-americanos que buscaron retar la corriente dominante de representación de los afro-americanos, que solía ser despreciativa. Algunos artistas a mediados de los años 20s y 30s respondieron al llamado de los intelectuales de la “Harlem Renaissance”, Alain Locke y W. E. B. Du Bois, para promover retratos dignificados que fueran una inspiración para la comunidad negra”. El movimiento social, cultural y artístico: “Harlem Renaissance” tomó las calles del barrio entre el final de la primera guerra mundial y mediados de los años treinta. Un movimiento enriquecido por la migración de familias enteras, activistas y artistas que huían de las persecuciones en el sur de los Estados y que encontraron - en las libertades que ofrecía Nueva York – un espacio para crear y transformar identidades. 


Isaac Julien, Incógnito, 2003.


Du Bois dirigía el periódico de la NAAPC National Association for the Advancement of Colored People, (Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color), y era un líder en la colectividad que “renacía”, no sólo hacia la reivindicación de sus derechos, sino hacia la construcción de un sentido de comunidad marcado por el reconocimiento de la pertenencia a una misma raza, representada en una diversidad de tradiciones y marginalizada por las leyes que imponían la segregación racial y que no fueron abolidas sino hasta 1965. Marginalizada por los prejuicios, y la devastadora fuerza de la costumbre. La NAAPC es la más antigua organización para la defensa de los derechos civiles en los Estados Unidos, fundada en 1909, con la responsabilidad de trabajar por la erradicación de la discriminación.

Dirigido por Du Bois, “The Crisis” se lanzó a la publicación de la escritura y las artes que surgían desde una comunidad en efervescencia, ante la búsqueda de sus raíces. Analizar el pasado para conquistar – de una manera distinta- el futuro. Como en toda búsqueda identitaria individual y colectiva: la tradición del retrato se coloca en el centro, o en sus muy cercanos alrededores.


Lorraine O’ Grady, “Sisters III” (serie), 1980/1994.


¿Qué hacer con las marcas – memoria-historia - de los cuerpos esclavizados? ¿Con la herencia de una manera de mirarse alienada en el despojo y la discriminación más brutal? ¿Cómo se representa a sí misma una mujer libre, heredera – sin embargo - de filiaciones de mujeres vendidas desnudas en las plazas? La compra venta de seres humanos. Como un incuestionable derecho. Llamar a la deshumanización por su nombre y apelar a una reconstrucción basada en la creatividad, el activismo y el orgullo de la pertenencia. La fotografía de la artista Nona Faustine desnuda, posando justo en ese cruce de (ahora) Wall Street, en donde alguna vez estuvo el mercado de esclavos: “Ya que soy una documentalista de corazón, quería que sintieran y vieran estos espacios, que dejaran su mente imaginar. ¿Cómo se ve un cuerpo negro en la actualidad en el lugar en que hace 250 años se vendían seres humanos? Ningún otro medio aparte de la fotografía y el filme puede hacer esto”.

Simone Leigh, “Providence”, 2017.


El trabajo de Simone Leigh, quien “investiga la subjetividad de la mujer negra a través de la escultura, instalaciones, videos y prácticas sociales. Refiriéndose con frecuencia al cuerpo negro, sus cerámicas apelan a la tradición de la manufactura de objetos en África y la cultura Afro-Americana”. O el artista Lyle Ashton Harris, quien “trabaja la fotografía, instalación y performance para explorar las ideas de parentesco, género, sexualidad e historia cultural”. John Ahearn esculpiendo en yeso, los rostros de sus vecinos en el sur del Bronx. Jamel Shabazz y sus veinticinco años de fotografiar personas en la calle 125, el corazón de Harlem.

           

La exposición (en el subsuelo del museo) “Excerpt”, que denuncia los modos en que los textos: “Omiten la verdad o contienen prejuicios inconscientes, la naturaleza de aquello que podemos creer que es un hecho, no es clara…Excerpt explora cómo los artistas usan el lenguaje como una forma de resistencia ante las formas tradicionales de historizar y diseminar ideas”.

           

Y una no puede sino recordar la pregunta fundamental de Gayatri Spivak: “¿Puede hablar el sujeto subalterno?” Desde él/ella mismo/a, más acá o más allá de todas las palabras que se han escrito sobre él/ella. Deconstruir . Re-crear. Escribir-se. 


Lalla Essaydi, Converging Territories, 2008.


Volvemos a las calles… y el fotógrafo que toma a la mujer con su túnica y su turbante tradicionales, toma también – sin querer- al joven que avanza con su chamarra de Adidas. Tiempo. Espacio. Entrecruzamientos… 


@Marteresapriego