Main logo

Son los coches

La pensión universal podría ser un medio para resolver otro problema de nuestra sociedad: los coches. | Roberto Remes

Por
Escrito en OPINIÓN el

En los últimos años han crecido las voces a favor de la pensión universal como una estrategia para mejorar las condiciones de los más pobres y generar una base mínima que facilite la subsistencia de quienes menos tienen. El tema ha sido adoptado por políticos, como Ricardo Anaya, así como por académicos y por activistas en distintas partes del mundo. Algo que en un principio me causaba rechazo, hoy me genera cierta simpatía pero me deja múltiples dudas porque vería a la pensión universal como medio para resolver otro problema de nuestra sociedad: los coches.

En esta reflexión me quiero centrar en cómo una pensión universal tendría que ir acompañada de ciertas políticas de movilidad. Por ejemplo, en general cualquier colonia cuenta con una escuela primaria y quizá secundaria, por lo que el gasto en transporte no es causa relevante de deserción en estos niveles escolares, como sí lo es a partir de la preparatoria. La pensión universal puede ayudar a evitar la deserción escolar.

Sin embargo, cuando recorro la ciudad en general, cuando camino por calles sin banquetas, cuando recorro pueblos y barrios originarios, colonias de montaña, colonias de paso, callejones, calles que deberían ser tranquilas me encuentro con muchos coches. Estamos inundados de autos.

Las estadísticas lo han demostrado, aún los deciles más pobres tienen un gasto regular en gasolina y refacciones. El auto ha permeado en la vida de todos, seguramente resuelve necesidades pero también genera problemas y resistencia a la instrumentación de soluciones.

Hace cinco años se aprobó una normatividad para la ciudad de México que permite establecer máximos y no mínimos de espacios de estacionamiento en nuevas construcciones. Puedo decir que simpatizo con la medida pero me preocupa un detalle clave. Si bien al construirse vivienda sin estacionamiento, ésta se abarata, cada nuevo desarrollo de vivienda popular, aunque sea mínima, trae su propia demanda por espacios de estacionamiento que pueden llegar a complicar calles saturadas, y por ello vemos una creciente resistencia social incluso a pequeños conjuntos de menos de 20 departamentos.

Sin embargo, es evidente que se requiere construir más vivienda, que no vale la pena encarecerla con espacios para auto, sino en todo caso con espacios condominales que compensen la pequeñez del espacio privado. ¿Qué hacer cuando la saturación de ciertas calles puede llevar a un conflicto o a la resistencia de los vecinos por los nuevos desarrollos, aún siendo éstos legales y sustentados en planes y programas de desarrollo urbano? Nos urge contar con ciertos elementos que hoy entran en conflicto con el exceso de coches: carriles exclusivos de autobús en todas las avenidas, ciclovías en vías primarias y vías colectoras, banquetas amplias.

Las ciclovías que han generado mayor oposición vecinal atraen argumentos como “dónde nos vamos a estacionar” y “no vemos a los ciclistas cuando estamos saliendo de la cochera”. La ciclovía de División del Norte no se ha hecho porque la autoridad central es tímida frente a los reclamos de quienes se estacionan en la avenida, siendo esto prohibido.

Y luego, cuando volteamos hacia la aridez del paisaje urbano en múltiples colonias populares, podemos imaginar espacios públicos generosos, llenos de árboles, cancelando una de las dos aceras de estacionamiento de calles secundarias, pero la gente ha aprendido a ver como propios los lugares que están fuera de su casa.

Para complementar el razonamiento, también podría recordar lo difícil que ha sido la instrumentación de parquímetros en algunas colonias, y la queja vecinal porque sólo se entregue un tarjetón a aquellos que carecen de cochera.

En suma, los automóviles se han vuelto como las ovejas de Garrett Hardin, en la Tragedia de los Comunes. El beneficio de comprar un auto más lo recibe quien compra el coche, pero todos los perjuicios se socializan. En esta lógica la pregunta que me he hecho últimamente es si podríamos pagarle a la gente para que no tenga auto.

Es entonces cuando la pensión universal adquiere otra dimensión en mis reflexiones inacabadas sobre el tema: quien no tenga auto que reciba por lo menos un salario mínimo al mes, pero quien sí tenga, no sólo que no reciba un beneficio así, sino que regrese el impuesto a la tenencia, se amplíen las zonas con parquímetros, a la par que se den facilidades para la chatarrización de los autos viejos.

Una medida impopular como las restricciones al uso y tenencia de los autos podría verse compensada con una medida que genere simpatías sociales como el pago por no tener auto, a la par de que los coches puedan compartirse en vez de ser de un sólo usuario y se invierta más en transporte público.

Por ello insisto, en términos de visión de largo plazo para nuestras ciudades, el mayor problema son los coches.