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Sistema constitucional de ruido político

Cúpulas que copulan en la cúpula y en el ruido.

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Escrito en OPINIÓN el

No hay democracia sin deliberación, ha sostenido a lo largo de muchos años Trejo Delarbre… arando en el mar.

 

En su último libro, Alegato por la deliberación pública, Trejo Delarbre cita a Thomas Mann: “El habla es la civilización misma. La palabra, incluso la palabra más contradictoria, preserva el contacto. Es el silencio lo que aísla”. Pero qué esperar cuando en lugar de la palabra o el silencio reina el ruido.

 

Salvo el Verde, los partidos ensalzan el modelo de comunicación política dispuesto en la Constitución; pero el modelo no es de comunicación, sino de ruido político.

 

El problema no es privativo de México, la dictadura de los medios constriñe la otrora comunicación y deliberación políticas a los restrictivos formatos mediáticos que reducen los “temas”, cito nuevamente a Trejo Delarbre, a “lemas”.

 

Pero como todo, el modelo de ruido político tiene sus claroscuros. Vayamos por partes, la propaganda de gobierno mal que bien ha suprimido la promoción personalizada, pero no así el gasto excesivo para publicitar como logros lo que son responsabilidades sustantivas de gobierno. La propaganda del sector público debiera restringirse a causas de orientación, no de promoción, así sea ésta de orden institucional.

 

La excepción de informes de labores a la prohibición de promoción personalizada derivó, en gran parte gracias a una interpretación excedida de la Sala Superior del Tribunal Electoral, en los abusos del Verde Ecologista en los pasadas elecciones y la transmutación de la supuesta promoción de informes legislativos en propaganda político electoral fuera de tiempos de campaña y con financiamiento prohibido. La marrullería, pues, venció a la ley.

 

Sin duda la prohibición de contratación de tiempos para propaganda política partidista saneó la relación perversa que se había trabado entre los concesionarios de radio y televisión y los partidos políticos. Por desgracia, en esta convivencia siempre se juntarán el hambre con las ganas de comer, y partidos y concesionarios encontraran una y otra vez nuevas vías para tejer redes de intereses, corruptelas y poder.

 

El haber extendido a terceros la prohibición de contratar tiempos para expresar su opinión a favor o en contra de partido o candidato alguno, halla su explicación en los excesos del foxiato, pero no deja de ser una conculcación al derecho de expresión.

 

El uso de los tiempos del Estado por los partidos políticos liberó a éstos del yugo de los concesionarios, aunque, repito, siempre hallarán unos y otros formas de rehacer sus relaciones sadomasoquistas. No obstante, la medida no ha reportado disminución alguna en los gastos de campaña, antes al contrario.

 

Finalmente, el modelo de spotización no ha contribuido más que a empobrecer, aún más, la política en México.

 

El modelo de spot impide toda deliberación. Peor aún, imposibilita cualquier planteamiento, por más elemental que éste sea. Priva el estrépito y la crispación, no la conversación. Su ruido satura audiencias y mancilla partidos, política y democracia.

 

Concluyo con tres temas que debieron tener cierta centralidad en las campañas y que no merecieron mención alguna. El estudio sobre desigualdad de OXFAM pinta un México lacerante: 55.3 millones de pobres, 23 de ellos sin acceso a una canasta básica; concentración de poder y riqueza; crecimiento del ingreso per cápita con estancamiento de niveles de pobreza por concentrarse el primero en las capas más altas de la distribución; al 1% de los más ricos le corresponde el 21% de los ingresos totales de la nación, mientras que el salario mínimo está por debajo de los umbrales aceptados de pobreza. Ningún partido, en sus millones de spots, rozó, sin embargo, la desigualdad.

 

La productividad viene cayendo en México desde hace 30 años; nuestros niveles están 60% abajo de los de la OCDE y 70% de Estados Unidos de Norteamérica. Ningún partido tocó tampoco el tema de la productividad nacional.

 

Lo que sí tocaron como un gran logro fueron las cuotas de género en el acceso al poder, aunque nada dijeron sobre que las cuotas violentan el principio democrático. Contra ese supuesto gran triunfo, el mismo reporte de OXFAM arroja lacerantes resultados de la participación femenina en la fuerza laboral, igualdad salarial e ingreso estimado.

 

¿Igualdad entonces para quién? Para quienes, como los ricos en la economía, concentran a su favor el poder político. Minorías privilegiadas. Ricos y personeros partidistas (algunos igualmente ricos). Cúpulas que copulan en la cúpula y en el ruido.

 

@LUISFARIASM