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Simone de Beauvoir y Zaza Lacoin

En "Las inseparables", Beauvoir eligió escribir no un texto autobiográfico, sino una "novela", en la que cambia algunas circunstancias. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

No permitir que la sombra del olvido oculte a Zaza."Las inseparables" de Simone de Beauvoir (escrita en 1954, publicada por fin en 2020). Simone es Sylvie, Zaza es Andrée. Regresar a la infancia y a la adolescencia de Simone de Beauvoir. A su escuela primaria Le Cours Désir en el barrio de Saint-Germain, en y cerca del cual vivió toda su vida. Regresar a su amor y a su nostalgia por su amiga Elizabeth Lacoin, a esa necesidad de homenajearla y de hacerle justicia que fue recurrente en la vida de Beauvoir. Sin duda, Zaza fue el primer amor de Beauvoir fuera del círculo familiar. La fascinaba. Comenzó cuando tenían nueve años. Y  Beauvoir escribe de la primera ausencia de su amiga: "Yo me daba cuenta de pronto, con asombro y alegría, de que el vacío de mi corazón, el sabor taciturno de mis días, no tenían sino un motivo: la ausencia de Andrée. Vivir sin ella ya no era vivir". A tal punto que escribe cómo imagina que, si Zaza muriera, moriría de inmediato ella también.

"Zaza" habita las "Memorias de una joven formal" (1958), el primer tomo de la autobiografía de Beauvoir y las últimas líneas que le están dedicadas son una declaración de complicidad impregnada de mea culpa: “Juntas habíamos luchado contra el destino fangoso que nos acechaba. Y he pensado hace mucho tiempo que había pagado mi libertad con su muerte”. Si bien la culpa acompaña todo duelo, en el caso de Beauvoir responde a razones muy específicas, la pregunta: "¿Por qué me salvé yo y ella no?" parte de esas semejanzas en la educación de dos niñas brillantes, estudiosas, muy distintas a su entorno y que soñaron con la libertad, con una profesión, con un amor elegido y no de conveniencia. Zaza no pudo sostenerse en ese camino hacia la libertad: sus exigencias familiares, su religiosidad (su padre era presidente de la "Asociación de familias numerosas") se lo impidieron. 

Simone y Zaza, a pesar de sus muchas semejanzas, habitaban en mundos distintos: era un hecho que Simone estaba obligada a trabajar, por lo tanto era importante que estudiara. Ella así lo deseaba, pero las circunstancias se lo hacían menos difícil. No era el caso en la familia conservadora y muy acomodada de Zaza. También, como queda claro en "Las inseparables", Simone había dejado de creer en dios, y en sus discípulos y en sus dogmas. Sus búsquedas se trasladaron a la filosofía, a la literatura. A la descubierta de un mundito de intelectuales con quienes reflexionar y debatir. Y amar de otra manera, ¿quizá? La religiosidad de Zaza y el conflicto entre sus creencias y sus deseos la hacían padecer verdaderos tormentos. Adoraba a su madre, no quería agraviarla, en medio de una familia de 9 hermanos, Zaza luchaba por hacerse un lugar y conservarlo. Su relación con su madre era un misterio para Simone: "Andrée se abrazaba a ella y, por un momento, se le transformaba la cara: yo desviaba la vista con un apuro en el que entraban seguramente celos, quizá envidia, y esa especie de miedo que inspiran los misterios". 

En las vacaciones compartidas Beauvoir aprendió a conocer a la señora Lacoin: esa madre tan aparentemente libre y relajada en la educación de sus hijas/os, la que en la infancia les permitía faltar a los buenos modales y saltar sobre los muebles, era en realidad una figura posesiva y dominante. Zaza tenía que comprometerse en matrimonio. A la brevedad. Si no lo hacía corría el riesgo de incurrir en un pecado mayor: "perder su virtud".

 Por Simone, Zaza había conocido al filósofo Maurice Merleau- Ponty, se enamoraron, eran felices. Pero la presión de la madre de Zaza para que se comprometieran en matrimonio amenazando con mandar a su hija a Inglaterra si no sucedía, pusieron a temblar a Merleau-Ponty. Zaza se afanó en comprender a su madre, y se afanó en comprender a su pareja. Como siempre, según describe Beauvoir en "Las inseparables", Zaza estuvo dispuesta a dejarse a sí misma de lado en aras del bienestar de sus otros amados: "Por primera vez pensé que ?tras esa sonrisa se ocultaba una trampa. Había envidiado a menudo la independencia de Andrée; de repente me pareció mucho menos libre que yo. Tenía ese pasado a su espalda; a su alrededor, aquella casa grande, aquella extensa familia: una cárcel cuyas salidas estaban celosamente custodiadas".

Como en una novela decimonónica, cuando las pasiones se agitaban de un lado y del otro Zaza cayó enferma y murió. "Encefalitis vírica". Beauvoir estuvo segura de que fueron esas tantas renuncias las que fragilizaron a su amiga y la llevaron a la muerte. En "Las inseparables", Beauvoir eligió escribir no un texto explícitamente autobiográfico, sino una "novela", en la que cambia algunas circunstancias: ella tiene dos hermanas y no una como en la realidad, Merleau-Ponty vive con su padre y no con su madre;  pero los personajes son más que reconocibles y el fondo corresponde a lo que describe en "Memorias de una joven formal" y a lo que sabemos hasta ahora de su relación con Zaza. En su dedicatoria escribe: "Si tengo esta noche los ojos llenos de lágrimas, ¿es porque ha muerto usted o porque yo estoy viva? Debería dedicarle esta historia, pero sé que no está ya en ninguna parte, y si me dirijo a usted aquí es como un artificio literario. Por lo demás, esta no es de verdad su historia, sino solo una historia inspirada en nosotras. Usted no era Andrée y yo no soy esa Sylvie que habla en nombre mío".

Y, sí, Elizabeth "Zaza" Lacoin sigue existiendo y fascinando a generaciones de lectoras/es, tal y como fue el compromiso de Simone con su amiga y con ella misma. De Beauvoir escribió en sus reflexiones de infancia: "Me decía en mi fuero interno que Andrée era seguramente una de esas niñas prodigio cuya vida más adelante se refiere en los libros". Ese fue un dolor intenso y constante para Beauvoir: esa existencia cortada de tajo, ese destino luminoso que no se cumplió. Una muerte fulminante a los 22 años. Por su amiga Simone, Zaza es una de esas "niñas prodigio" cuyas reflexiones, lecturas, sueños, conflictos, "se refieren en los libros". La sobreviviente de aquel amor que hizo que las llamaran "las inseparables", cumplió su pacto.