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Sí a las consultas pero no así

Hay que consultar muchas ideas, pero si lo hacemos desde la manipulación, seguiremos con falsas posturas de acusar a todos de ser de “derecha” . | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

Alguien en Twitter se preguntaba por qué “la derecha” se opone a las consultas. Estuve cerca de contestarle, pero me pareció más sensato ocupar este espacio para la reflexión. En todo caso, en la mala formulación de la pregunta está la respuesta.

En la polarización que ha alimentado el presidente López Obrador, cualquiera que no esté con él, es de derecha. Esto es una falsedad. Sin embargo, la postura antagónica sí nos coloca a muchos que no somos de derecha, del mismo lado que quienes sí lo son; y al mismo tiempo, toda la derecha que rodea al presidente, se camufla con facilidad.

Recuerdo haber participado en la consulta del 21 de marzo de 1993, una consulta ciudadana, sin mecanismos institucionales, para promover la democratización del Distrito Federal. De la fuerza de esa consulta vino la transformación que hoy vivimos. La participación fue magra, incluso menor a la de este 1 de agosto. Detrás de la consulta de 1993 había un proceso político. Muchos actores promoviendo la transformación democrática de la capital, muchas ideas sobre cómo hacerlo.

La consulta de octubre de 2018 para cancelar el aeropuerto de la Ciudad de México podría parecerse a la de 1993. Fue organizada por una asociación civil, no por el Instituto Nacional Electoral, pero tuvo dos diferencias básicas. Por un lado, la Ley Federal de Consulta Popular data de marzo de 2014, por tanto, la consulta sobre la Ciudad de México no podía realizarse bajo un marco institucional pero la de 2018 sí, que se ignoró para manipular el resultado.

La otra diferencia está en las posturas sobre las dos posiciones posibles. En 1993, sólo el PRI, entonces en el poder, se resistía a la democratización de la Ciudad de México, no había una posición social amplia que se opusiera, lo que en el fondo hacía de la consulta una manifestación a favor de la democratización. En cambio, el Aeropuerto de Texcoco mantiene hoy un alto respaldo de quienes pensamos que se convirtió en el error fundacional de la supuesta Cuarta Transformación. Esta diferencia exigía un debate ordenado, con cifras precisas sobre los impactos de ambas alternativas, tanto en lo económico como en lo social y lo ambiental. No lo hubo.

Volviendo a la pregunta inicial que alguien se hacía en Twitter. Me voy a 2002, cuando se realizó el plebiscito sobre el segundo piso en el Periférico. Fue justo la oposición, y particularmente Acción Nacional, la que recabó firmas para que se llevara a cabo, quizá el primero en la historia de México mediante mecanismos formales. Previamente, AMLO había promovido consultas utilizando herramientas bajo su control.

En 2002 la gente votó al revés. De los 40 distritos, sólo en 2 ganó el NO: Miguel Hidalgo y Benito Juárez, distritos cercanos al Periférico en los que predominan los usuarios del automóvil. Por el contrario, mientras más lejanos y más dependientes del transporte público, mayor votación a favor de los segundos pisos. En total, hubo una participación del 6.6% de la lista nominal.

En 2015 hubo una consulta pública, organizada por el Instituto Electoral de la Ciudad de México, sobre un proyecto absurdo, un andador peatonal-comercial, elevado, sobre la Avenida Chapultepec. Los más afectados, habitantes de las colonias Cuauhtémoc, Juárez y Roma se volcaron a promover la participación en contra. Para el resto de la demarcación Cuauhtémoc el tema parecía irrelevante. En cualquier caso, la participación también fue mínima, 4.81%, aunque por lo menos habría que reconocer que lo más rico fue la discusión ciudadana en torno al proyecto y un mecanismo formal para la expresión y difusión de las posturas a favor y en contra.

No voté este domingo, como lo había anticipado. Seguramente hay muchas cosas que juzgar de los expresidentes y del pasado reciente, en general, pero el juicio no puede basarse en linchamientos. La postura a favor, sólo favorece la narrativa desde el poder; la postura en contra no cabía porque sería como defender la corrupción. Ante un mal planteamiento del debate, lo mejor era unirse a la inmensa mayoría: no votar.

En los próximos años deberíamos consultar muchas ideas, pero si lo hacemos desde la manipulación, seguiremos con estas falsas posturas de acusar a todos de oponerse a las consultas y ser de “derecha” (postura bastante discriminatoria, por cierto, porque busca anular una parte del espectro político). En realidad, lo que hace falta es que las hagamos bien, con una pregunta pertinente y en las que, cualquiera que sea el resultado, la sociedad gane, y no que pierda un buen proyecto y además se alimente la división, como sucedió a los británicos en el referéndum de 2016 para salir de la Unión Europea.