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¿Señora presidenta?

México tiene hoy las mejores condiciones posibles para ser gobernado por una mujer. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

La encuesta Suspirantes 2024 confirma que Claudia Sheinbaum y Margarita Zavala encabezan la lista de los seis aspirantes a la Presidencia con mayor aprobación. El dato de Enkoll es muy importante porque —como nunca antes— se están abriendo las posibilidades de que una mujer se convierta en la primera presidenta de México.

Desde hace más de dos décadas se ha dicho que México está preparado para tener una presidenta. Sin embargo, los obstáculos y resistencias han impedido que la aspiración se convierta en realidad. Las razones son diversas. Sobresale la cultura machista arraigada no solo en las élites de poder, sino en la misma sociedad.

El tema sigue dividiendo a nuestra clase política a pesar de los logros que en materia de paridad se ha logrado en el Congreso. En realidad, los avances en los cargos de mayor poder no corresponden con lo que establece la Constitución. La auténtica igualdad y equidad está muy lejos de cumplir con los derechos políticos que tienen las mujeres, por ley y justicia.

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Nuestro país no es la excepción. El informe más reciente de las Naciones Unidas señala que solo 22 mujeres son jefas de Estado o presidentas de un Gobierno. El hecho es significativo porque el número representa apenas 6% de un total de 193 países. Aún más. De acuerdo con el organismo internacional, los avances en materia de género en las altas esferas políticas “se han ralentizado”.

La falta de voluntad política también ha registrado una disminución en los países con paridad ministerial, o representación femenina superior, al pasar de 14 a 13 en 2021. Y aún peor: 12 países no tienen ni una ministra en sus gobiernos. Algo similar sucede con la representación parlamentaria, debido a que son 13 países los que tienen paridad o una representación superior de mujeres en sus congresos.

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En México, la Paridad en Todo es obligatoria desde el 6 de junio de 2019. El hecho fue considerado como un “momento histórico” y “un logro sin precedente para garantizar los derechos políticos de las mujeres”. Desde esa fecha, se tendría que asegurar que la mitad de los cargos de decisión sean para las mujeres en los tres poderes del Estado.

De igual forma, la paridad se debe dar en los tres órdenes de gobierno, en los organismos autónomos, en las candidaturas de los partidos políticos a cargos de elección popular, así como en la elección de representantes ante los ayuntamientos en los municipios con población indígena, además de incorporar en la comunicación oficial el lenguaje que visibilice e incluya a las mujeres.

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La realidad, es que del dicho al hecho persiste un gran trecho. Aunque en el gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador hay un número importante de mujeres, la salida de Olga Sánchez Cordero significó un retroceso, no solo en términos cuantitativos sino cualitativos. Más aún cuando la visibilidad política de las funcionarias y funcionarios de primer nivel es casi imperceptible por el protagonismo que ejerce en la agenda el primer mandatario. 

En la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) hay tres ministras y ocho ministros. En cuanto a los gobiernos estatales, solo Puebla, Chiapas y la Ciudad de México cuentan con más de un 50% de mujeres en los gabinetes. Si bien el resultado es significativo y digno de reconocimiento, 23 entidades no llegan ni al 30%. Y lo peor: Baja California Sur destaca por no tener a ninguna mujer en este nivel. 

Lee más: Itzel Nicté Uc Domínguez. ¿Qué es y por qué es importante la paridad de género?. La Cadera de Eva, La Silla Rota, 30 agosto 2021.

Hasta antes de las Elecciones 2021, el desequilibrio en los gobiernos estatales era enorme. En el país solo había dos gobernadoras: Claudia Sheinbaum Pardo (CDMX) y Claudia Pavlovich Arellano (Sonora). Afortunadamente la situación cambió con la decisión de la ciudadanía el pasado 6 de junio. Seis mujeres se suman a la lista y muy pronto serán 7 gobernadoras, lo que llegará al 22% del total.

El avance referido podría facilitar el cambio de cultura que se necesita a nivel nacional. Sin embargo, aún es insuficiente. Primero, porque a muchos no les queda clara la importancia que tiene la representación paritaria en las decisiones públicas. Segundo, porque todavía no se refleja en la transformación profunda que se ha propuesto para el país. Y tercero, porque no se ha reducido la violencia, discriminación, falta de oportunidades y violencia política en razón de género, de manera particular en las mujeres con mayores desventajas.

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A pesar de la difícil e injusta realidad hasta aquí descrita, es importante reiterar que la posibilidad de tener una presidenta para 2024 es mucho mayor que antes. Sobresalen las siguientes razones:

1. La Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, supera en una proporción de dos a uno (35% vs. 18%) al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, en la preferencia efectiva de candidat@ de Morena en la encuesta Enkoll.

2. La diputada Margarita Zavala, ex candidata presidencial, tiene 36% en la preferencia efectiva, 11 puntos arriba de Ricardo Anaya y 25 por encima de Marko Cortés, los más cercanos contendientes de acuerdo con el mismo estudio.

3. Aunque aún falta tiempo, Morena arrasaría hoy con el 50% de la preferencia efectiva en las votaciones para la elección presidencial, situación que facilitaría —por mucho— el triunfo de Sheinbaum.

Falta ver si en verdad la Jefa de Gobierno es la persona por la que optará el presidente, pues hasta ahora no existe ningún indicio de que serán las estructuras del partido quienes la nominen como su candidata. También tendremos que esperar para saber si a Margarita Zavala no le cerrarán de nuevo el paso en su partido. Pero lo más importante: ¿En verdad están dadas las condiciones culturales para que la sociedad vote por una presidenta?

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Es factible pensar que las enormes brechas de género que aún tiene el país se reducirían con la llegada de una mujer a la presidencia. Su llegada tendría una enorme carga simbólica y, si además logra ejercer el poder con autonomía y una auténtica convicción en favor de su género, la transformación sería de una enorme trascendencia. Sin embargo, la experiencia que han tenido las candidatas presidenciales en el pasado, hacen altamente recomendable la elaboración de una estrategia política y de comunicación inédita y audaz que hasta ahora no se ha visto. 

Es comprensible además que se deben mantener los cuidados y equilibrios en relación con quienes tienen la decisión en sus manos. Se entiende que el primer paso es ganar la candidatura y al mismo tiempo la confianza mayoritaria de la ciudadanía. Pero también está claro que el exceso de precauciones solo terminará afianzando el patriarcado político que ha imperado por siglos en el país.

Recomendación editorial: María Cristina Benavente y Alejandra Valdés. Políticas públicas para la igualdad de género. Un aporte a la autonomía de las mujeres. Santiago de Chile: Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), octubre de 2014.