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Se necesita mucho más que pedir perdón

El mensaje de los chilenos durante la gira papal es importante, esperemos que contagie a muchos otros lugares, no solo en casos de pederastia | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

La reciente visita del Papa Francisco a Chile fue sumamente controvertida y, al parecer, con saldos muy negativos, dada la gran indignación ante los casos de abuso sexual infantil perpetrados por el influyente sacerdote Fernando Karadima, (a quien únicamente se le impuso como castigo el retiro para llevar una vida de oración y penitencia, como sucedió con otro famoso depredador sexual, Marcial Maciel) y el manejo errático del líder de la iglesia católica, quien en un principio pidió disculpas e incluso lloró con algunas de las víctimas, pero posteriormente dio su respaldo al Obispo Juan Barros, a quien se ha acusado de encubrir al sacerdote pederasta.

La reacción fue de tal magnitud que el Cardenal Sean O’Malley, responsable de la Pontificia Comisión para la Tutela de Menores del Vaticano, cuestionó las declaraciones del papa (quien calificó las acusaciones contra el Obispo Barros como calumnias ante la falta de pruebas), y consideró que estas palabras fueron “una fuente de gran dolor para los supervivientes de abuso sexual, pues expresan el mensaje de que si no pueden probar sus alegaciones, no serán dignos de crédito abandonando a quienes han sufrido reprobables violaciones criminales a su dignidad humana”.

Pocos días después, el Sumo Pontífice tuvo que pedir disculpas de nuevo por sus inoportunos comentarios.

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Cómplices de conductas abominables


Lamentablemente los casos de abuso sexual infantil al interior de la iglesia católica no han sido excepcionales, pues además de México y Chile también se han presentado en  otros países como Estados Unidos, Australia, Irlanda, Alemania, Bélgica, Argentina, Colombia, destrozando la vida de innumerables niñas, niños y adolescentes.

Se podría argüir que una institución de estas dimensiones, difícilmente puede responsabilizarse de la conducta de cada uno de sus miembros, pero desde luego tiene una grave responsabilidad por negar durante décadas el problema, y más aún por la protección que ha brindado la jerarquía eclesiástica a los pederastas ya sea por sus vínculos personales, por su influencia en círculos políticos y sociales y sus aportaciones económicas o simplemente por tratar de evitar un escándalo. Lo cierto es que se convirtieron en cómplices de conductas abominables por parte de quienes se supone debían ser guías espirituales, ya que además de ignorar el dolor de las víctimas, en muchas ocasiones las obligaron a callar bajo amenazas, las difamaron y persiguieron.

Reconocer y pedir perdón


Sin duda reconocer los errores y pedir perdón constituye un paso importante y contribuye a aliviar un poco el dolor de las víctimas y a reivindicar su lucha, pero no basta, sobre todo cuando se emiten señales confusas generando la percepción de que en realidad se trata tan solo de un control de daños para recuperar su imagen sin que cambie nada de fondo. Para resarcir el daño causado, es indispensable que las disculpas se acompañen de castigos ejemplares, tanto a los agresores como a quienes los encubrieron, (y no me refiero a las sanciones que impone la iglesia, que llegan a ser hasta ofensivas, sino a los de orden penal), y de acciones concretas que garanticen la no repetición.

El mensaje que dieron los chilenos durante la gira papal es muy importante y esperemos que se contagie a muchos otros lugares, no solo en casos de pederastia o relacionados con la iglesia, que lo escuchen los tomadores de decisión en los distintos ámbitos, tanto público como privado, ya que alzaron la voz fuerte y claro en contra de la impunidad, de la injusticia, del abuso, del silencio, de la simulación.

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