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¡Se los dije: es un fraude de Estado!

El mandatario mexicano es más que el jefe del Estado mexicano. | Ricardo Alemán

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Escrito en OPINIÓN el

Con el cinismo que lo caracteriza, López Obrador reconoció que “mete las manos”, de manera ilegal, en el proceso electoral en curso.

Confirmó, además, que una de sus prioridades –como jefe del “fraude de Estado” en México–, es la elección de Nuevo León, lo mismo que ya en una reunión virtual había filtrado una senadora de Morena.

Así las palabras de López Obrador, a pregunta sobre su intervención directa en la elección de Nuevo León: “¿Cómo no voy a tener que ver? Claro que sí –estoy mentiendo las manos en la elección de Nuevo León–, aquí lo dije y es de dominio público, lo estoy diciendo, no podemos ser cómplices del fraude… yo mismo hice la denuncia… fue hace tres días, porque lo vi en redes sociales y pensé que podía ser una noticia falsa”.

Sí, un aparente delito electoral denunciado por el presidente de los mexicanos. Se trata de la promesa del candidato de la alianza PRI-PRD Adrián de la Garza, de entregar a todas las mujeres en condición de vulnerabilidad “una tarjeta rosa” como ayuda económica.

Sin embargo, lo que no sabe López Obrador que en tanto jefe del Estado y del gobierno, no tiene ninguna facultad para meter mano en las elecciones y menos cuando los candidatos de su partido hacen idénticas promesas a las que dice denunciar contra el candidato puntero de Nuevo León, Adrián de la Garza.

Peor aún, López Obrador tampoco sabe que los candidatos son ciudadanos de pleno derecho y que, por tanto, están en libertad de hacer todas las promesas de campaña que quieran, sean o no realistas.

Sí, se trata de “pro-me-sas”, las cuales se cumplirían “si y sólo si” llegan al poder aquellos aspirantes que las formulan.

Incluso, en la contienda aparece una candidata de Redes Sociales Progresistas, que promete “chichis para todas”, sin que eso signifique delito alguno.

Por tanto, es una soberana estupidez de López Obrador –y un grosero distractor–, denunciar a un candidato por “el uso de recursos públicos con fines electorales”, cuando lo único que está haciendo es una “pro-me-sa” de campaña; una promesa para la cual no hay gasto de dinero público alguno.

Pero si fuera un delito prometer, entonces López Obrador sería el mayor criminal mexicano y debía estar en prisión por haber prometido “el cielo, la luna y las estrellas” cuando fue candidato presidencial y, sobre todo, cuando en su gobierno no cumplió nada.

Y es que el supuesto delito y la supuesta falta no existen en tanto se trate de ciudadanos que aspiran a un puesto de elección popular y mientras se trate sólo de promesas; en tanto no hayan ganado la elección para llevar a cabo la promesa y que no sean servidores públicos.

Más aún, basta acudir a las redes sociales -de las que AMLO dice haber sacado la información sobre “la tarjeta rosa” que promete el candidato de la coalición PRI-PRD al gobierno de Nuevo León, Adrián de la Garza-, para probar que la candidata de Morena de ese estado, Clara Luz Flores, formula idénticas promesas, lo mismo que todos los candidatos de Morena a las entidades en disputa y los aspirantes del partido oficial en la capital del país.

En realidad, López Obrador llevó a cabo un grosero montaje que sólo busca descarrilar la elección de Nuevo León, frente a la estrepitosa caída de Morena en esa entidad.

Pero tampoco es nuevo que el mandatario mexicano es más que el jefe del Estado mexicano; en realidad es el jefe de la campaña del Partido Morena y jefe del fraude de Estado.

Y si dudan, la última referencia que formulamos aquí sobre el fraude de Estado fue el 15 de febrero pasado, en el Itinerario Político titulado: “El fraude electoral ya está en marcha”.

Dijimos que las pruebas “están a la vista de todos” y que no ven los testimonios del fraude “sólo quienes cierran los ojos o aquellos que juegan el juego de la complicidad oficial”.

Y no se trata de ocurrencias, se trata de imágenes, videos y audios en los que promotores del partido Morena y los llamados Servidores de la Nación, recorren todo el país para recopilar datos de potenciales votantes, a quienes engañan con el cuento de que recibirán la vacuna contra la pandemia, a cambio de entregar los datos de su credencial de elector.

Existen ejemplos como el de Layda Sansores y una campaña oficial del Partido del Trabajo, en donde en el colmo del cinismo y la ilegalidad se distribuye propaganda electoral con la imagen y el nombre de López Obrador. Eso sin contar con extremos como el de la ruindad política de usar la vacunación con fines electorales.

Lo cierto es que el presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido, Morena, están “al borde de un ataque de nervios”, ya que se desmorona la expectativa electoral que creyeron tener y porque serán demoledoras derrotas como la de Nuevo León y la Ciudad de México, en donde el derrumbe de la Línea 12 del Metro, con saldo fatal de 26 muertos y más de 80 heridos, ya le quitó más de 10 puntos porcentuales a los candidatos de Morena.

Por eso, López Obrador recurre a la estratagema de perseguir y engañar, con montajes propios de un dictador, quien usa las instituciones de impartición de justicia, para perseguir a los adversarios.

Pero apenas estamos viendo y viviendo el principio del fraude de estado.

El animal político arrinconado será capaz de todo. Y todo es todo.

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