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Se les perdieron 150 cuerpos

Ninguno de los funcionarios responsables sabe qué paso con esos cuerpos que permanecían Semefos del Edomex sin identificar. | Areli Quintero

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Escrito en OPINIÓN el

Si con Felipe Calderón como presidente, México asistió a la pesadilla de ser el país de los miles de desaparecidos como consecuencia de la guerra contra el narcotráfico, en el sexenio de Enrique Peña Nieto se convirtió en el país donde la misma persona desaparece dos veces.

De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas, 150 cuerpos que llegaron a Semefos del Estado de México están desaparecidos. Los funcionarios no saben responder a dónde los enviaron ni qué pasó con ellos. 

Con personal sin preparación para controlar el registro de los cientos de cadáveres que reciben cada mes, el horror público tomó forma en los Semefos del país después del horror clandestino de los levantamientos, las torturas y los homicidios.

En los servicios médicos forenses se apilan sin dignidad cuerpos que ya no caben porque en un solo mes reciben hasta 350, como en el de Tijuana. O son apilados en cajas de tráileres ambulantes, como en Jalisco; o son enviados por la autoridad a fosas ilegales sin tratar de identificarlos, como en Tetelcingo, Morelos.

En ese infierno, el Estado de México tiene un lugar principal. El extravío de 150 cuerpos lo coloca entre las entidades con los Semefos con más problemas. Ninguno de los funcionarios responsables sabe qué paso con esos cuerpos que permanecían ahí sin identificar. Desaparecieron de esas oficinas públicas sin que se les haya practicado autopsia y, en algunos casos, sin tener siquiera la carpeta de investigación que se inicia al recibir y almacenar los cadáveres.

El caso estalló cuando la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas les informó que de 4 mil 500 desaparecidos con posibilidad de ser identificados -gracias al comparativo de huellas dactilares del padrón electoral- 150 estaban en Semefos del Edomex. Sin embargo, la autoridad mexiquense no sabe en dónde están esos cuerpos.

En 2016, la reportera Ana Lucía Hernández documentó para el noticiero Despierta con Loret el caso de un hombre que salió a trabajar del sur de la Ciudad de México a Texcoco, Estado de México. En ese trayecto desapareció. La búsqueda exhaustiva que hicieron los familiares no fue suficiente para encontrarlo a pesar de que su cuerpo estaba congelado en un Semefo, a unos kilómetros de su casa.

Su muerte no se debió a ningún enfrentamiento, levantón o desaparición forzada. Había tenido un accidente en la carretera México-Texcoco. Fue trasladado al Servicio Médico Forense de ese municipio, en el Estado de México. Le practicaron la necropsia y fue refrigerado en una gaveta igual que lo hacen con todos los cuerpos que reciben diariamente.

A pesar de que entre sus pertenencias llevaba todo tipo de identificaciones, teléfonos celulares que no dejaban de sonar y seguros del auto con nombre y dirección de la empresa para la que trabajaba, a nadie avisaron que el cuerpo estaba ahí. Les dijeron que, por protocolo, el Semefo no puede dar aviso de las personas que encuentran. Alguien tiene que llegar a buscarlos hasta ese lugar.

Perturba la facilidad con la que una persona –que sufre un accidente o es víctima del crimen organizado– puede ser parte de una lista de desaparecidos con altas posibilidades de que sus familiares no vuelvan a tener la paz de saber en dónde está el cuerpo.

Las autoridades de los tres órdenes de gobierno no son ajenas a la falta de protocolos y preparación de su personal forense que trabaja sin instrucción y equipo elemental para desempeñar su labor. La parte institucional que debería aliviar el dolor de miles de madres, padres, esposos e hijos que buscan a su familiar no buscó mejorar sus métodos de identificación a pesar de que el número de muertos que recibe supera la de cualquier época de la historia moderna del país.

Esa autoridad recibió, congeló y apiló cuerpos durante dos sexenios con el mismo desdén que, en este caso, borró su identidad.

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