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Salvando al Godín una junta de Zoom a la vez

Cómo combatir la fatiga virtual. | Aniela Cordero

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Escrito en OPINIÓN el

Ya cumplimos oficialmente un año (bueno, un poco más) de vivir a través de pantallas y conectarnos para las juntas, los cumpleaños, las cenas, echar el vinito, y continuar viendo nuestras series y pelis favoritas. Pero tanto usar la computadora pasa factura, no nada más a nuestros ojos (hola, graduación de 1.25 en ojitos que jamás usaron lentes), sino también a nuestra salud mental, lo que ha derivado a un fenómeno llamado “Fatiga de Zoom”, identificado por un estudio realizado por la Universidad de Stanford. Cabe aclarar que el término “Zoom” se usa por la popularidad de la plataforma a partir del encierro, pero abarca cualquier plataforma de videollamadas.

El estudio realizado por el Prof. Jeremy Bailenson, identificó 4 consecuencias principales con el objetivo no de satanizar su uso porque todos las ocupamos, sino de identificar estos errores tan comunes para que podamos implementar algunos cambios que nos ayuden a reducir la fatiga.

Los primeros dos problemas son un contacto visual sumamente intenso y el admirarnos a nosotros mismos durante cada conferencia (Hola, Narciso). Y según el estudio, hasta cierto punto antinatural. En una reunión presencial, el ritmo visual es más dinámico y diferente, pues podemos ver nuestras notas, el reloj, alrededor, a nuestro interlocutor, y demás cosas. Cuando estamos en una videollamada, el contacto visual se centra todo el tiempo en la pantalla. Adicional, las caras de las personas en las diferentes pantallas (celular, tablet, computadora) varían, y en general se ven más grandes de lo que realmente son y pierden este sentido de comodidad y naturalidad. Para rematar este punto, tenemos nuestro propio reflejo en la pantalla, y el vernos tanto tiempo en tiempo real nos vuelve más críticos de nosotros mismos y provoca reacciones emocionales negativas.

¿Qué se puede hacer? Deshabilitar en las plataformas la función del reflejo de nosotros mismos, y en algunos casos, deshabilitar el uso de la cámara cuando no sea necesario. Algunas empresas inclusive están implementando los “Viernes sin Zoom”, como CitiGroup para tratar de combatir estos efectos adversos. Así que ahora en lugar de salir temprano los viernes, se buscará no tener videollamadas.

El tercer problema es que tenemos menos espacio para maniobrar. Tal cual. Al tener reuniones presenciales, el espacio físico nos ayuda a movernos, caminar, hablar con las manos y con nuestro cuerpo. Desafortunadamente, las videollamadas los limitan a mostrarnos desde un solo ángulo (que no siempre es con el que nos sentimos más cómodos) y por lo reducido de la pantalla y de nuestro espacio en ella, no podemos movernos ni alejarnos mucho. Incluso el movimiento de nuestras manos al hablar se reduce y cambia. ¿Y en qué nos afecta que no nos podamos mover? Pues nos afecta a nivel cognitivo. Otros estudios han demostrado que las personas tienen mejores resultados cognitivos cuando están en movimiento.

¿Qué podemos hacer al respecto? Acondicionar lo más que se pueda nuestro espacio. No se refieren solamente al escritorio y al tener una extensión de nuestra oficina en casa. Sino a poder flexibilizar nuestro espacio de video conferencias para crear un mayor espacio en el que nos podamos mover utilizando herramientas inalámbricas como mouse, teclado, cámara, y que nos permitan alejarnos un poco de las pantallas para tener mayor libertad de movimientos.

El cuarto y último problema es que tenemos una mayor carga cognitiva con las videoconferencias. Qué quiero decir con esto: que la comunicación no verbal incrementa en las reuniones presenciales (que si cruzamos los brazos, nos sentamos con las piernas cruzadas, cómo damos un apretón de manos) y se elimina casi en su totalidad en las reuniones virtuales, pues no vemos más allá del pecho hacia arriba de nuestro interlocutor. Por supuesto, en este tipo de situaciones, cada quién interpreta las señales o ademanes del otro de manera subjetiva, por lo que tenemos que trabajar el doble o el triple para poder recibir o mandar estas señales no verbales de manera clara y que no se preste a malentendidos. El estudio de Stanford señala que algo tan natural como una conversación se ha convertido en un ejercicio mental olímpico a través de las videollamadas porque no tenemos los subtítulos corporales como miradas o ademanes para complementar nuestras palabras.

¿Y qué se puede hacer al respecto? Evitar el uso obligatorio de la cámara para las reuniones, sobre todo si su duración es de más de 30 minutos. O tomar descansos con la cámara apagada mientras continúa la llamada. En este punto en específico ha habido bastante polémica al respecto, tanto a nivel laboral como académico, puesto que, en muchas empresas e instituciones, el uso de la cámara al ingresar a clases o juntas es obligatorio, mientras que en otras es mucho más flexible. Al tener la cámara apagada en estos descansos, nuestro cuerpo y nuestra mente descansan ese esfuerzo de tratar de leer al otro.

Tal vez estos problemas y soluciones no sean nada nuevo para muchos de nosotros, o tal vez sí. Tal vez nos sintamos identificados y veamos en palabras lo que nosotros pensábamos o sentíamos durante las eternas videoconferencias en pandemia. Pero lo importante es estar informados y tener el conocimiento que se puede hacer algo al respecto.

Ahora, vayamos a revisarnos los ojos, ajustar nuestras graduaciones y a seguir tomando videoconferencias sin la cámara, con descansos y sin nuestro reflejo visible.

¡Nos leemos el siguiente sábado!