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Salvando al Godín… de sí mismo

Todos en algún nivel hemos sido culpables, y el que diga que no, que aviente el primer gafete | Aniela Cordero

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Escrito en OPINIÓN el

En la jungla de conmutadores, computadoras, gafetes y apestosos (pero deliciosos) sándwiches de atún de las oficinas hay un enemigo más peligroso que el jefe de contabilidad en cierre de mes y con 3 auxiliares menos, incluso más peligroso que el de sistemas recién salido de junta y amenazando quitar el acceso al Wi-Fi… Y es: uno mismo.

Salvando al Godín. Home office: ¿bendicion o pesadilla?

Enojo

Muchas veces nos quejamos (con justa razón) de que nuestro Godín interior está más triste y enojado que en final de quincena con su equipo favorito fuera de la liga, que si porque el jefe la trae contra mí, que si porque ya quiero cambiar de trabajo y no me sale nada, que si porque trabajo muy lejos y la distancia me está matando (vivido en carne propia), y todo es culpa de todos, menos nuestra, cuando muchas otras veces, nos podemos estar saboteando sin siquiera saberlo.

Salvando al Godín: ¿el candidato perfecto?

No estoy hablando de sabotajes nivel “voy a llegar todos los días a las 10 de la mañana hasta que me corran”, no. Estoy hablando del sabotaje que empieza siendo un copito de nieve, inocente, blanco y aparentemente inofensivo, hasta que se convierte en una avalancha y nos preguntamos “¿Cómo llegué hasta acá? ¿En qué momento la puerca torció el rabo?”. Así que les voy a poner ejemplos bien sencillos y de los que todos en algún nivel hemos sido culpables, y el que diga que no, que aviente el primer gafete.

Sabotaje

Si llegamos a la oficina temprano, saludamos a todos, nos hacemos el cafecito, incluso leemos un par de noticias (ya sea de lo que está pasando con nuestro equipo deportivo, el último capítulo de la serie de moda o de los chismes más recientes de radio-pasillo) y empezamos a trabajar media hora o una hora después, y ya no dio tiempo de hacer el reporte urgente y ya nos vinieron a gritar. O, nos vale el código de vestimenta (porque en efecto, todavía hay códigos de vestimenta muy estrictos, tipo Banco de Suiza, y que incluso ya está bajándole dos rayitas) y RRHH casi nos mete un acta administrativa porque el color rosa chillón de nuestra blusa o nuestros calcetines con aguacates rompen con las reglas básicas del código, y ahí ya volvemos a estar a disgusto y ya los maldecimos en cuatro idiomas diferentes.

Salvando al Godín: tu currículum

Ejemplos como estos hay muchos más: llegar 5 o 10 minutos tarde todos los días, perder 15 o 20 minutos de tiempo en el baño, salir más veces de las necesarias a la tiendita, estar en las redes sociales media hora y trabajar sólo 20 minutos. ¿Ya me están entendiendo? Serenos morenos, que no estoy diciendo que nos comportemos como soldaditos y seamos unas máquinas insensibles ocho horas al día, no.

Felicidad

Claro que podemos distraernos, y chismear, y salir a estirar un poco las piernas si nos estamos quedando jetones, pero la clave es no abusar, porque así sólo nos vamos a seguir saboteando a nosotros mismos y nuestro Godín interior nunca va a conocer la felicidad.

Salvando al Godín: un jefe a la vez

@Ancoren | @OpinionLSR | @lasillarota