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Salvando al Godín de renunciar

O cómo renunciar y no morir en el intento | Aniela Cordero

Por
Escrito en OPINIÓN el

“Queridísimo jefe. Tome esta nota como mi aviso de renuncia. Disculpe usted las manchas de cátsup, pero lo escribí ahorita en la comida. Por cierto, ya no regreso a la oficina”. (Escrito en una servilleta de Domino's, con manchas de cátsup y pasada por debajo de la puerta del jefe porque estaba en reunión).

¡Horror!

A nadie nos pone cómodos decirle a nuestro jefe que nos vamos de la compañía (casi nunca importa a dónde, a menos que sea la competencia), y aunque estemos convencidos de que es lo mejor para nosotros, es un momento de nerviosismo tanto por el cómo le vamos a decir, como por el cómo va a reaccionar, que es lo que muchas veces nos pone en una situación SUPER incómoda, incluso semanas antes de darle la noticia.

Está claro que no podemos controlar las reacciones de los demás, pero lo que sí podemos hacer, es asegurarnos de renunciar con todas las de la ley y dejar las puertas abiertas. Uno nunca sabe si en un futuro volveremos a trabajar ahí o si algún potencial empleador se codea con ellos, al final, el mundo es un pañuelo.

La receta

Entonces, ¿qué podemos hacer? Tenemos varias opciones, y aunque lo más recomendable es seguir todas y cada una de ellas, como cuando seguimos una receta, hay veces en las que simplemente no aplica, porque no tenemos la batidora último modelo, o porque tenemos esencia de vainilla en lugar de vainas, pero si nos apegamos lo más posible, el resultado será prometedor. Entonces, si hiciéramos un pastel cuando renunciamos, la receta iría más o menos así:

1. Prepare los ingredientes, si están en el refrigerador, dejar que se atemperen.

Hay que prepararse tanto física como emocionalmente. Empieza llevándote de a poquito (¡suelta esa caja de cartón tamaño archivo muerto Godínez!) las cosas que tienes en tu lugar, (que si la taza, que si el gatito recuerdo de la playa, etcétera), y también hay que empezar a decirle a los compañeros de tu partida. No sólo comentándoles que ya no sufrirás con ellos - ¡perdón, perdón! – convivirás con ellos. Si tienes proyectos, empieza a pasar la batuta e invita a otros a participar, no te ofrezcas como voluntario para implementar el nuevo sistema, o para tratar con el nuevo cliente, y empieza a cerrar los proyectos a corto plazo que tengas.

2. Precaliente el horno a 180°.

Prepara la noticia para tu jefe. Piensa en un día en el que no esté en sus 5 minutos. Puedes hacerlo en la oficina, en privado, o puedes invitarle un café (incluso como un pequeño gesto de paz) para platicarlo de manera más informal y más en confianza. Ojo, este paso no siempre le atina a la reacción que pueda tener después de darle la noticia.

3. Engrase el molde con mantequilla y harina para que no se pegue la masa.

Prepárate para 3 escenarios posibles, el bueno, el malo, y el feo. No todos los jefes reaccionan igual, aunque digamos que los conozcamos de toda la vida, nunca es una noticia fácil de digerir. El escenario bueno: nuestro jefe acepta la noticia, se alegra por nosotros y nuestro desarrollo, y nos da el tiempo suficiente para entregar el puesto. El malo: nuestro jefe acepta la noticia, pero no la toma nada bien. Su actitud cambia por completo con nosotros y nos hace las últimas dos semanas (o una) de cuadritos. El feo: el jefe acepta la noticia (no le queda de otra) y acto seguido nos presenta con nuestra cajita de cartón y nos escoltan a la salida. Tenemos que estar preparados para todos los casos con anticipación para que no nos pegue tanto si pasa el malo o el feo.

4. Mezcle todos los ingredientes. MEZCLE no los bata.

Dale la noticia, ni modo. Ya no puedes postergarlo más. Cuando se la des, no sólo le digas “Ya me voy”. Dale las gracias (sí, aunque voltees los ojos ahorita) por la oportunidad, el tiempo y todo lo que aprendiste mientras estuviste ahí. Dilo de un modo amable y ligero, que no se sienta como si se fuera a acabar el mundo (tal vez para ellos sí, pero tú hazles creer que no). Y lo más importante: NO TE ENGANCHES. Desafortunadamente a algunos jefes les gusta discutir y hacerte sentir mal, o reclamarte, e incluso amenazarte. Tú mantén siempre la cabeza fría y ten la seguridad de que estás haciendo las cosas correctamente. Repite conmigo: no me voy a enganchar en discusiones.

Otro punto importante aquí es decir la verdad porque siempre se comprueba tarde o temprano que el mundo es un pañuelo y si dices que te vas por cuestiones de salud, no falta quien recomiende a tal o cual doctor, o si dices que te vas a otra compañía, seguro van a tener conocidos y te van a dar referencias. ¿Me explico? O simplemente no des tantos detalles.

5. Vierta la mezcla en el molde y meta el molde al horno.

Ya pasó lo peor (si es que todo salió bien y estás en el proceso de entregar tu posición). Ahora asegúrate de no meter la pata publicando en redes sociales lo mucho que odiabas tu trabajo o a tu jefe, siempre hay alguien que se va a enterar. Sieeeeeeempre. Mejor dedícate a cerrar con broche de oro.

6. Saque el pastel del horno y decore.

Ahora sí, ya es la recta final. Capacita a tu reemplazo o apoya a contratar a alguien que cumpla con el enorme hueco que dejaste en la compañía y en los corazones de todos. Deja instrucciones claras para los proyectos que siguen activos y trata de dejar los menos pendientes posibles. Ya si quieres verte muuuuuuuuy nice, puedes llevar un bocadito (donas, cupcakes o un pastel) tu último día, independientemente de la despedida que te organicen.

¡Listo!

¡Y taraaaaaaaaan! Tenemos un rico y hermoso pastel, que significa que, si hicimos todo en nuestro poder, podemos esperar buenas referencias, ir a tomar café con los colegas y con el ex jefe, y hasta regresar en algún punto a trabajar con ellos.

¡No se cierren las puertas y sigan haciendo pasteles!

Salvando al Godín de confundir peras con manzanas…

@Ancoren  | @OpinionLSR | @lasillarota