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Salvando al Godín de que lo descubran por incompetente

O el síndrome Dunning-Kruger | Aniela Cordero

Por
Escrito en OPINIÓN el

En cada aldea Godín hay distintos personajes: el líder, la damisela en apuros, el gracioso, el fit, la sana, los gorditos, el de la tiendita clandestina y el que nunca puede faltar, es el que se cree parido por los dioses, la última coca del estadio, o la última chela del desierto. Y generalmente es la gente más incompetente y menos preparada la que se siente así.

¿Por qué pasa que entre más incompetente, más superiores se creen? Porque saben que no están lo suficientemente preparados, y tratan (con éxito) de convencerse a sí mismos de que son más inteligentes, más preparados, más habilidosos o más capacitados que los demás. Y es proporcional a la vanidad; entre más vanidosos, más se creen y menos se dan cuenta realmente de la realidad de su situación y de reconocer sus errores con el fin de mejorar.

Y si se ponen a observarlos, o a recordar ejemplos vividos en carne propia de compañeros o jefes (y si no se acuerdan de alguno… es tiempo de verse en el espejo), entre más vanidosos y presumidos, meeeeeeenos se dan cuenta de sus errores o de sus limitantes, y cuando realmente los ponen en una situación donde pueden demostrar su capacidad, truenan como ejotes. Y es como un círculo vicioso, entre más desconfianza e inseguridad tienen las personas sobre sus propias capacidades, más vanidosas y superiores se creen y menos pueden aceptar sus áreas de oportunidad.

¿Por qué se llama síndrome de Dunning-Kruger? Porque dos psiscólogos llamados David Dunning y Justin Kruger obtuvieron un premio Nobel en el año 2000 por la publicación de los resultados del estudio de este síndrome en 1999. Claro está que en ese entonces no pensaban en cómo nos iba a afectar a los millennials hoy en día su descubrimiento en el modo de relacionarnos y de cómo nos comportamos frente a toda la oficina.

Donde más podemos darnos cuenta de este síndrome, fuera de la oficina, es en nuestras redes sociales; el caralibro, el pajarito, incluso en las historias. Todos debatimos, rechazamos, aprobamos, criticamos y opinamos (¡viva la libertad de expresión!) sin realmente tener idea de lo que estamos hablando, más que la embarradita de las noticias o la sobremesa de la comida godín.

Así que la próxima vez que queramos hacer menos a alguien, nos sintamos más que el que sí le sabe, o queramos machacar a un desconocido en internet… pensemos qué nos hace sentir inseguros sobre nosotros mismos.