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Revolución: ¿Tercera Transformación?

La Revolución Mexicana tiene todavía muchos pormenores que definir y replantearse. | Joel Hernández Santiago

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Escrito en OPINIÓN el

Como cada año, se celebra el inicio de la Revolución Mexicana en 1910. Al respecto se ha escrito mucho. Historiadores de fuste mexicanos han dedicado días, meses, años para desentrañar qué fue lo que ocurrió por entonces, cómo y quienes fueron sus operarios y, sobre todo, sus resultados.

Está, por ejemplo, la obra que bajo la coordinación de don Daniel Cosío Villegas, hizo un grupo grande de historiadores de distintos Institutos de Historia (UNAM, INAH, Colmex...). Este trabajo monumental derivó en una colección muy seria, editada por El Colegio de México: “Historia de la Revolución Mexicana”. Ahí se plantean diferentes etapas del movimiento; distintos aspectos, ya el militar, el político, el social, el económico. Es el retrato de sus distintas aspiraciones y resultados.

Y aunque hoy ya ha dejado de ser un tema central en la investigación histórica, todavía se debate lo que merece atención: ¿Fue de veras una Revolución en el sentido estricto? O ¿Fue apenas una rebelión? ¿O quizá apenas un cambio de régimen?... ¿Un cambio de hombres en el poder? ¿O apenas el sueño de una Revolución? ¿Qué se transformó y cómo?

Ramón Eduardo Ruiz plantea que no pasó de una rebelión en su obra “México, la gran rebelión: 1905-1924”. “Aquello fue una ‘rebelión cataclísmica’, no una revolución social, como le conviene al PRI que se crea. La celebrada Revolución no es sino una lógica continuidad de los logros alcanzados bajo el régimen de Porfirio Díaz, y una gran coartada retórica para la nueva explotación, aunque impulsada por la voluntad reformista de modernizar los métodos del capitalismo...”.

“Fue la iniciada en 1910 una mera 'guerra civil' –dice Ruiz– y no una revolución porque una de a de veras no es tan sólo un cambio de gobernantes, una simple expulsión de los bribones, sino una transformación de la estructura básica de la sociedad, Una Revolución en serio altera dramáticamente el sistema económico prevaleciente y transforma la estructura de clases así como los patrones de riqueza y de distribución del ingreso...”.

Carlos Monsiváis diría: “La Revolución Mexicana es un proceso legible y entendible y no una cadena de aberraciones históricas. El juego de los héroes y los villanos pertenece a una visión rudimentaria...”. Para Adolfo Gilly aquello fue “Una Revolución interrumpida”, en tanto que para Bertha Ulloa aquella fue una “Revolución escindida”.

¿En realidad se transformaron las cosas en México a partir de la Revolución Mexicana iniciada en 1910 cuando Francisco I. Madero exigió democracia para el país? y eso, en sí mismo, podría haber planteado una verdadera Revolución frente a un poder político que había sentado las bases de lo que sería el México moderno, pero que necesitaba cambiar...

O acaso como plantea John Womack Jr., en su espléndida biografía de “Zapata y la Revolución Mexicana”: “...Unos campesinos que no querían cambiar y que, por eso mismo, hicieron una revolución...”.

En todo caso la idea misma de revolución lleva a pensar en ese cambio de estructuras; en el cambio de poder para anular lo existente y comenzar una nueva ruta con perspectivas distintas, metas diferentes y destinos colectivos únicos.

Pero es así que la Revolución Mexicana tiene todavía muchos pormenores que definir y replantearse. La sola idea del cambio radical para llegar a lo de hoy no soluciona el tránsito por el que ha tenido que transcurrir México y los mexicanos una vez que fue la fracción Constitucionalista de la Revolución Mexicana la que se hizo del poder, anulando así las aspiraciones zapatistas o villistas de sus proyectos de gobierno y de nación, apenas esbozados por ahí.

El presidente López Obrador ha tomado como emblema de la Tercera Transformación, a la Revolución Mexicana. Sin embargo, habría que ver si este momento histórico merece ser considerado como transformador o como un simple cambio o una continuación con otros hombres y otros modos de gobernar, los que se asentaron en México luego de 1910-1913-1920...

Es importante leer mucho sobre la Revolución Mexicana. Es tiempo. Es oportuno. Sobre todo porque ahí está una de las bases del presente mexicano. Pero leer lo que merece ser leído y ser muy selectivo en este aspecto.

[Hace apenas unas semanas, con motivo de los hechos ocurridos en Culiacán, el presidente López Obrador hizo una cita que atribuyó al gran Artillero de la Revolución: Felipe Ángeles: Dijo:

“La política no es un fin, la Revolución no es un fin: son medios para hacer hombres a los hombres. Nada es sagrado excepto el hombre. Hay algo frágil, débil, pero infinitamente precioso, que todos debemos defender: la vida”.

Sin embargo, esta cita corresponde a la obra de teatro escrita por Elena Garro: “Felipe Ángeles”, y aunque pudo estar en los ideales del militar revolucionario, mejor hubiera sido atribuir esta reflexión a la autora de la obra porque es de ella.]

Como quiera que sea: la Revolución mexicana se celebra este año con bombos y platillos. Se quiere echar la casa por la ventana.

Es con mil caballos provenientes de Chihuahua, del ganado en Santa Gertrudis. Y ya se ha trasladado al Zócalo, la locomotora “Petra” –así llamada en honor de Petra Herrera, quien comandó a un grupo de mujeres en la Toma de Torreón el primero de octubre de 1913–. Y habrá representaciones de hechos históricos emblemáticos... La gente aplaudirá, sin duda.

Aunque lo mejor será que los mexicanos leamos con cuidado y en detalle lo que fue aquel movimiento emblemático: su historia, sus glorias, pero también sus traiciones, para no repetirlas.