Main logo

Renovarse o morir

Este jueves ha ascendido Felipe VI al trono de España. Por esas cosas que tiene el destino, el día anterior La Furia Roja fue destronada.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Terminan 39 años de un reinado que entre otras cosas permitió la instauración democrática en España, al mismo tiempo que es vencido y humillado el monarca absoluto del futbol desde aquella Eurocopa de Suiza 2008.

 

La proclamación de Felipe VI ocurre en medio de una profunda crisis nacional y el derrumbe de la popularidad de la familia real. La derrota de la Selección Española, menos furiosa que nunca, llega cuando nadie lo esperaba, en un momento en que todavía se le consideraba favorita indiscutible para dominar el Grupo B y los apostadores la identificaban como firme candidato a campeón.

 

A pesar de la profunda crisis de credibilidad que enfrentó Juan Carlos I en los últimos años de su reinado, del rechazo de los republicanos a la institución monárquica y de los cuestionamientos en algunos sectores de la clase política, especialmente de líderes nacionalistas; independientemente de todo lo que se pueda criticar a la figura pública y privada de Juan Carlos I, la clase política y los ciudadanos despiden al monarca de la transición democrática reconociendo sus logros y la relevancia de su reinado.

 

A pesar de haber ganado dos copas de Europa y la Copa del Mundo, de haber revolucionado el futbol en el mismo grado y magnitud que lo hizo la Naranja Mecánica de Cruyff en la década del setenta y de habernos embelesado con la genialidad irrepetible de esta extraordinaria generación de futbolistas; la Selección Española se va de Brasil 2014 por la puerta de atrás, cuando debía haber salido en hombros.

 

El comienzo del derrumbe de Juan Carlos I inició con las imágenes del monarca cazando elefantes en Botsuana. Un frívolo y excéntrico safari de 60 mil dólares, según los rumores con amante incluida, en el mismo momento que la economía española se derrumba y el pueblo español enfrenta el desempleo, los desahucios o la necesidad de migrar. Aunque el verdadero golpe de gracia lo representan las acusaciones por delitos fiscales y blanqueo de dinero en contra de su yerno, lo cual termina involucrando igualmente a su hija menor. 

 

La imagen de Juan Carlos I moviéndose lentamente, con dificultad no disimulada, apoyado   en muletas, simboliza el estado de la Monarquía Española en los últimos dos años. Sin embargo, es indudable que el Rey comprendió que su ciclo al frente del Estado había llegado a su fin. Que ni su salud o capacidad política eran suficientes para recuperar el prestigio institucional perdido y poder desempeñar su función como jefe del Estado, especialmente en un contexto crítico marcado por una economía que no termina de levantar, el descrédito de los partidos tradicionales, la irrupción del fantasma separatista y la revelación sin fin de casos de corrupción y tráfico de influencias entre la clase política.

 

El futuro y la viabilidad institucional de la monarquía sólo eran posibles con la renovación. Había demasiadas cosas en juego para dejarse llevar por la inercia. Era el momento de hacerse un lado y dar el relevo a la siguiente generación.

 

Vicente del Bosque entendió su momento en forma diferente. El futbol español llegó al Mundial respaldado por la conquista de la Champions por el Real Madrid y la Copa UEFA por el Sevilla. Bastaron, sin embargo, dos juegos para dejar en evidencia que el emperador iba desnudo. Dos derrotas, siete goles en contra y solo uno a favor, resultado además de un penalti muy discutido. Incluso Australia, también con dos derrotas, hace un Mundial más digno. Carente de hambre de triunfo, marcada por errores defensivos y el desorden en cada una de sus líneas, la Roja campeona del mundo y Europa, se va eliminada sin necesidad de jugar el tercer partido.

 

Ante el peso de los nombres y blasones de una generación dorada, el técnico español no pudo aceptar que el ciclo se había cerrado, que era necesario dar paso a una nueva generación y asumir las consecuencias de dejar en la banca a jugadores de gran renombre pero con un desempeño irregular en sus propios clubes. La apuesta por la continuidad, el aferrarse a un estilo de juego ya predecible y el peso de las camisetas individuales, echa del Mundial a España en forma humillante y abre la puerta a una difícil transición. La Holanda extraordinaria de los setenta tampoco se supo renovar a tiempo y pagó el costo con su eliminación para los mundiales de 1982 y 1986.

 

La vida es un aprender a renovarse ante ciclos que se cierran y posibilidades que se abren. La Monarquía Española lo entendió a tiempo, la Roja no fue capaz de hacerlo. Tal vez porque hay mucho más en juego en un cambio en la jefatura del Estado que en un partido de futbol. Posiblemente porque no es fácil aceptar la necesidad de dar vuelta a la página y mucho menos reconocer cuando es el momento más oportuno para hacerlo.

 

@ja_leclercq