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Reforma Anticorrupción

Es un mal ejemplo no observar una ley, sobre todo por parte del que la ha hecho: Nicolás Maquiavelo.

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Escrito en OPINIÓN el

Una vez que cuente con el aval de al menos 17 entidades, la Reforma Anticorrupción propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto será promulgada y el país podrá contar con un Sistema Nacional Anticorrupción.

 

Coincido con quienes consideran que varios puntos se quedaron en el tintero, por ejemplo, no está claro que el Congreso, los partidos políticos y los sindicatos vayan a ser fiscalizados fehacientemente y más aún, sancionados en caso de incurrir en actos graves de corrupción; sin embargo la reforma es una base importante para comenzar a construir un andamiaje institucional que en nuestro país ya era más que urgente.

 

Aunque la reforma representa un importante paso, es fundamental tener claro que las leyes no son mágicas, más aún, que el problema de la corrupción y la impunidad no se debe a la falta de leyes sino a su violación sistemática, como lo han afirmado varios analistas.

 

Las leyes forman parte de un conjunto de incentivos, conviven con otras normas formales e informales y operan en contextos que también determinan su eficacia. En un país como México, en donde la corrupción está profundamente arraigada, es pertinente preguntar ¿cómo lograr la credibilidad de la reforma? La mejor muestra de voluntad política sería atender al dicho de que “hay que predicar con el ejemplo”, y en este tenor sería encomiable que el poder legislativo y judicial, así como los partidos políticos, los medios de comunicación y por supuesto el poder ejecutivo, dieran señales claras a través de acciones contundentes, que marcaran la pauta para el resto de la sociedad.

 

Recientemente en Chile, la presidenta Michelle Bachelet anunció una serie de iniciativas para combatir la corrupción en su país. Pronunció una frase que rescato porque indudablemente refleja la transversalidad y relevancia del tema para cualquier Nación: “Esta será una de las reformas que marcará el legado de mi gobierno […] Porque sé que no habrá desarrollo, democracia, paz social, si no reconstruimos la confianza en nuestra vida pública”.

 

El presidente Enrique Peña tuvo esta visión desde el inicio de su administración, y lanzó la iniciativa de Reforma Anticorrupción que por fin fue aprobada, no obstante  harán falta las leyes reglamentarias, es ahí donde habrán de definirse los conceptos clave de esta reforma y sería deseable que pudiéramos contar con ellas a la brevedad, de otra manera el hartazgo social continuará en aumento.

 

Como lo dijo Roy Campos en uno de sus artículos, “… si hay voluntad política […] como requisito y mucha presión ciudadana,  indispensable para que no congelen o desvirtúen el objetivo, este sistema tal vez sea el mayor aporte para el país que se haga en el actual sexenio, más importante incluso que la reforma energética o educativa”.

 

Insisto, la simple creación del Sistema Anticorrupción no garantiza que se acabe con este mal, es indispensable que asumamos nuestra obligación de conducirnos en el marco de la ley, máxime si ocupamos un cargo público, es decir, se requiere corresponsabilidad, iniciando por los Poderes de la Unión. El paso que sigue es poner manos a la obra sin miramientos ni concesiones porque si la corrupción somos todos, también la solución somos todos.

 

Y si usted, lectora, lector querido, no tienen inconveniente, muchas gracias por sus amables comentarios y aportaciones.

 

P.D.: Aprovecho para expresar mi agradecimiento infinito al Grupo Editorial de La Silla Rota por el espacio que me concedieron desde hace más de un año. Mi deseo es pronto volver a colaborar en este importante medio.

 

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