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Reflexiones sobre el actuar moral

México ante el “Tsunami” de las elecciones del 2018. | Alicia Márquez Murrieta

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Escrito en OPINIÓN el

“Para cambiar el país tenemos que: hacer fila, ceder el paso, usar el cinturón, no tirar basura, frenar en un semáforo en rojo, respetar, trabajar, cuidar, amar, no robar, escuchar, leer, conocer más tu cultura, elegir marcas nacionales, pagar impuestos, dejar de pelear, dejar de mentir, reciclar, ayudar a la persona que está a un lado, no tomar y conducir, viajar por tu país, no discriminar, estudiar, jugar, ahorrar, cuidar a los animales, ser tolerante, llegar puntual, cuidar el agua, estacionarse bien” (Anónimo).

Lo anterior es una transcripción, tal cual y en ese orden, de frases que aparecían, con diferentes tipografías y colores, en una de las muchas publicaciones que circularon por las redes sociales horas y días después de las elecciones del domingo 1 de julio de 2018. Otras que vi pasar en espacios de comunicaciones más privadas, como los chats de Whatsapp, tenían ese mismo desparpajo de ámbitos de acción. Me parecieron especie de “mantras” invocados ante la incertidumbre que produjo la elección para un buen porcentaje de mexicanos.

Más allá del asombro que tuve ante estas publicaciones, que apelaban a cierta moral[i] como un bálsamo ante el porvenir que de pronto se hacía presente, llamó mi atención lo heteróclito del contenido de las frases, las diferentes acciones y ámbitos que aparecían interrelacionados con el objetivo de cambiar al país, idea con la que iniciaban muchas de dichas publicaciones. Podíamos leer, como en el texto citado, un desfile de acciones que van desde lo más íntimo hasta lo más público; desde el actuar correcto de una buena persona, “ayudar a la persona que está a un lado” por ejemplo, hasta el seguir una norma incluso inscrita en alguna ley, como “no discriminar”.

Lo público, su distinción con lo privado, la esfera pública

El asombro dio paso a la intriga y a algunas interrogantes: ¿Qué se requiere para un cambio? ¿En qué escala situarnos para transformar de fondo la situación en la que estamos? Con dichos “mantras”, ¿se erradicarán problemas estructurales como la inseguridad y el hambre? Sin esos cambios, ¿es posible recuperar nuestro país? ¿Cuáles de los verbos utilizados en las publicaciones, por ejemplo, “amar”, son compatibles con llamados a un actuar cívico como “pagar impuestos”? “Jugar”, “cuidar el agua”, “ahorrar”, “viajar por tu país”: ¿Qué tienen en común o en cuál escala o regímenes de acción o de implicación[ii] serían compatibles? ¿Qué tipo de moral y comportamiento público (racionalidad pública) se está pensando? ¿Qué nos dicen las preocupaciones que emergen en estas publicaciones de las “creencias”[iii] que tienen algunos mexicanos?

Lo público, su distinción con lo privado, la esfera pública, son temas fascinantes que rondan mis investigaciones desde hace tiempo. Sin tener respuestas precisas, me parece que si nos orientamos a reflexiones sobre lo público desarrolladas por el pragmatismo surgen algunas pistas que pueden contribuir con la reflexión.

Varios son los deslizamientos que se operan en esta concepción con respecto a otras, por ejemplo, de corte habermasiano. Para este corto texto retengo uno que es clave.

Los actos humanos, dice John Dewey, tienen consecuencias sobre otros, algunas de ellas son percibidas y su percepción lleva a intentos subsecuentes por controlar la acción, con el fin de garantizar algunas consecuencias y evitar otras[iv]. El público se conformaría por aquellos afectados por las consecuencias indirectas de transacciones, a tal grado que se vuelve necesario que esas consecuencias sean sistemáticamente atendidas, podríamos añadir, institucional, o hasta legalmente, tratadas. La distinción con lo privado se sostiene sobre la amplitud y calidad de las consecuencias: el público emerge solamente cuando las consecuencias (intencionales o no) afectan a las personas más allá de aquellas directamente involucrados en la acción considerada (lo que es privado, según Dewey). Asimismo, las consecuencias pueden ser importantes por lo que algunos criterios señalados por Dewey son: el carácter amplio de la afectación, ya sea en tiempo o en espacio; su naturaleza recurrente, uniforme y establecida, y el grado de su irreparabilidad.

Un punto importante. Para Dewey, entre el problema y sus consecuencias y el público que emerge hay una correlación, lo uno lleva a lo otro; se configuran mutuamente.

Con estas breves notas volvamos a las reflexiones de inicio. Si leemos las frases y los verbos y sus enormes diferencias, pero ahora bajo la lente de lo público-pragmatista, resulta que podrían llegar a existir ciertas convergencias, si a cada una de ellas la pensamos no de manera aislada y sí ante las consecuencias que puede producir. De esta forma, el hecho de “reciclar”, por solamente tomar un ejemplo, adquirirá su estatus público cuando impacte en otros colectivos, cuando el ejercicio constante del hecho de reciclar tenga consecuencias; pero también, cuando entre esos públicos nacientes y la manera de comprender y de actuar sobre las botellas de agua, los popotes, las latas, los envases de cristal se vaya co-modificando una forma de entender la importancia del impacto en el medio ambiente. Es decir, en la mirada pragmatista, entre la manera de comprender un tema, las consecuencias que se van generando y los públicos que van emergiendo existen relaciones muy estrechas, de co-coordinación y de co-configuración.

[i] Para Adolfo Sánchez Vázquez en su libro Ética (1978), el término “moral” incluye tanto a la moral como a la moralidad.

[ii] Pueden ser útiles, las nociones de regímenes de acción y de implicación desarrolladas desde los años noventa por Luc Boltanski y Laurent Thévenot y por diversos trabajos de esta escuela francesa. Por otro lado, para una discusión sobre la relación entre problema público y públicos, ver varios textos de Daniel Cefaï.

[iii] Utilizo aquí “creencias” en el sentido de “beliefs”. Una buena discusión sobre ello en el pragmatismo de Peirce y Dewey puede revisarse en el libro de Roberto Frega, Practice, Judgment, and the Challenge of Moral and Political Disagreement. A Pragmatis Account, EUA, Lexington Books, 2012. Frega postula que la fijación de las creencias con el fin de controlar la agencia, la capacidad de actuar y saber cómo hacerlo ante una situación problemática que rompe la continuidad de la experiencia, es el principal rasgo y tarea que una teoría sobre la racionalidad debe explicar.

[iv] Realizo aquí algunas traducciones libres, sintetizando citas de Dewey referidas por Frega (2012), retomadas a su vez del libro de Dewey The public and its problems.

* Alicia Márquez Murrieta

Profesora-Investigadora del Instituto Mora. Doctora en Sociología por el Centro de Estudios de los Movimientos Sociales de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Miembro del SNI. Ha trabajado desde hace varios años sobre el tema del aborto como problema público. Coordinadora junto con Juan Carlos Guerrero Bernal, Gabriel Nardacchione y Sebastián Pereyra del libro Problemas públicos. Controversias y aportes contemporáneos. México, Instituto Mora, 2018.

El medio ambiente y el próximo gobierno

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