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Reflexión sin pasión

Las decisiones tomadas y perfiladas por el Presidente Electo carecen de consistencia y fortaleza; exudan ausencia de reflexión y exceso de pasión. | Luis Farías Mackey

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Escrito en OPINIÓN el

La fortaleza, para Marco Aurelio, radica en la reflexión libre de pasiones. Desgraciadamente nos espera un futuro encadenado a las pasiones de un hombre refractario a la reflexión, por ende, sin fortalezas.

Sí, el futuro de la Nación se encuentra enajenado, en la doble acepción del término: cedido a alguien y fuera de sí, desaforado, para utilizar un término de cercana memoria.

¡Qué lejos los tiempos de institucionalizar el poder como antídoto contra el caudillaje! Un siglo para regresar a donde mismo, pero agravado.

La reflexión es conciencia de lo que se piensa, solo el hombre sabe que sabe; aunque sepa que nada sabe. Solo él es consciente de sus pensamientos. Reflexionar es ver en un espejo lo que por nuestra mente pasa.

Pero la reflexión, como bien señala Marco Aurelio, suele verse opacada, cuando no castrada, por la pasión que todo lo nubla y aceda.

“No es en el espacio donde debo buscar mi dignidad humana, sino en el reglamento de mi pensamiento. No obtendría ventaja alguna si poseyera tierras. Por el espacio el universo me incluye y me consume como si yo no fuera más que un punto; por el pensamiento, yo lo comprendo” (Marco Aurelio). No obstante, lo común es entregarnos al mundo externo en huida a la reflexión, habida cuenta que al único que no podemos engañar es a nosotros mismos.

Dice Pascal “toda la desgracia de los hombres proviene de una sola cosa, que es no saber permanecer en reposo en una habitación”. Apostilla la cita Bauman señalando que la vida se nos va en correr, no en llegar.

De nuevo Pascal: “(Un) hombre pasa su vida sin tedio, jugando todos los días a alguna cosa. Dadle todas las mañanas el dinero que él pueda ganar cada día, con la obligación de que no juegue, y lo haréis desgraciado. Dirán tal vez que lo que él busca es el entretenimiento del juego y no la ganancia (…) Necesita entusiasmarse y engañarse a sí mismo imaginándose que será feliz si ganara lo que no querría obtener a condición de no jugar”.

Pero algo más, quien vive para fuera busca desesperadamente reconocimiento de los demás, no le es suficiente su autoestima, que suele ser muy pobre. Para Jean Claude Kaufmann, “… mira con atención para ver muestras de aprobación, admiración o amor en las miradas de los demás”. Y es aquí donde las pasiones, la ausencia de reflexión, las fugas hacia delante y la necesidad vital de reconocimiento hacen crisis cuando el sujeto no encuentra la admiración deseada.

Ausencia de reflexión y exceso de pasión

La política espectáculo tiene todas las taras del mundo de la farándula, sus personajes suelen comportarse cual Rock Stars y, por igual, sufrir las crisis emocionales del ocaso de la fama. Es allí donde las pasiones se desatan impidiendo toda reflexión y requiriendo dosis monumentales de reconocimiento.

La ecuación, sin embargo, es muy frágil, los seguidores suelen ser desleales. Lo único previsible es que, como las abejas, vuelen de flor en flor. El ídolo de hoy es el villano de mañana, más si se ocupa el vértice de la pirámide del poder.

Las decisiones tomadas y perfiladas por el Presidente Electo carecen de consistencia y fortaleza; exudan ausencia de reflexión y exceso de pasión.

Su comportamiento acusa adicción al mitin y al templete, pero no se puede repicar y andar en la procesión. Fue electo para gobernar, no para hacer campaña, aunque queda acreditado que “lo que él busca es el entretenimiento del juego y no la ganancia”.

Su ausencia de argumentos y reiteración de descalificaciones gastadas y maniqueas delatan ayuno de ideas, programa y destino.

¿Y cómo exigírselos, si su ADN es el de candidato, no de gobernante?

Lo más grave es que su condición es altamente vulnerable y quedó evidenciada con la urticaria que le sacó la portada de Proceso. La soledad, el rechazo ciudadano, la crítica consistente y la rebelión de la realidad a someterse a sus caprichos es su kriptonita. El problema es que sus reacciones no serán las de un estadista, ni siquiera las de un político, serán las de la pasionaria y cuando la Nación es rehén de la pasión todos perdemos.

Experiencia INTERJET

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