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Recuerdos del futuro

El costo de ceder el poder y la resistencia a hacerlo puede ser mayor. | Ricardo de la Peña

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Escrito en OPINIÓN el

Siempre es difícil hacer pronósticos, sobre todo cuando se trata del futuro. Con todo y eso, a mitad de camino, intentemos visualizar cuál será el legado del actual gobierno federal.

La imagen general

Cuando a futuro se narre lo ocurrido en esta etapa de la historia de México, aunque pudiera retomarse como eufemismo, más que epíteto, eso de la “cuarta transformación”, los elementos que conformarán la imagen general del actual gobierno se centrarán en el fenómeno de la pandemia y su elevado y en gran medida evitable costo; en la tendencia autoritaria, que llevó a una militarización creciente del servicio público y al intento por los más variados senderos de controlar todo el poder en una persona y socavar las bases autonómicas de otros órganos del Estado; en el retorno a esas añejas costumbres de servilismo y subordinación acrítica por los integrantes de la fracción de la clase política apegada al líder; por la adopción de un discurso propio de tiempos de la post-verdad, en el que la mentira fue recurrente; en la escasa utilidad de obras que desviaron recursos que pudieron aplicarse a otros fines; en la incapacidad de combatir los fundamentos de una desigualdad que se pretendió solventar con lógicas asistenciales; en la pérdida de rumbo económico y el desmantelamiento de una estabilidad conseguida con prolongados esfuerzos, descomponiendo lo que no hacía falta componer.

Y aún puede haber más

Esa sería la narración, claramente contraria al cuento de cada mañana, al menos hasta el momento actual. Y pareciera poco viable que el camino se rectifique hacia un encuentro luminoso. Al contrario: los eventos más recientes parecieran sugerir que el escenario podría deteriorarse de forma importante, pues decisiones e indecisiones han puesto en el aire el ya de por sí frágil respaldo de la comunidad financiera internacional y alianzas cada vez más sólidas y oscuras amenazan con permitir el paso no ya a manifestaciones autoritarias, sino al socavamiento de toda forma democrática. A eso podría llevar una lógica que defendiera con las armas un proyecto político específico y que deje de lado el compromiso con las instituciones nacionales. Una frase al respecto puede ser sólo una expresión excesiva que rebase lo deseado por su propio emisor, pero también puede ser la revelación de posiciones inconfesables en el pasado reciente.

Lejos estamos de una realidad como la nicaragüense, aunque hay elementos que parecieran advertir que la distancia pudiera acortarse. La amenaza de recurrir a fórmulas arbitrarias de detención de posibles contenientes, el uso político de las instancias que debieran procurar justicia, el desapego cotidiano a las normas establecidas y la posibilidad de que actores relevantes tradicionalmente silentes pudieran intervenir en el proceso electoral y en el reconocimiento de los resultados, son posibilidades que están presentes, aunque no hayan sido actualizadas. ¿Existen todavía condiciones para que en caso de sufrir una derrota el proyecto de la 4T lo reconozca pacíficamente y permita una sucesión ordenada? ¿La lealtad castrense estaría con el gobernante o con las instituciones? En la medida en que los actos de corrupción, las violaciones sistemáticas a la legalidad y las acciones contrarias a los derechos humanos continúen o se expandan, el costo de ceder el poder y la resistencia a hacerlo será mayor.