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Recuerdos de Chapultepec

Con la rehabilitación que el Gobierno de Ciudad de México acaba de concretar en Avenida Chapultepec me vienen muchas cosas a la cabeza. | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

Con la rehabilitación que el Gobierno de Ciudad de México acaba de concretar en Avenida Chapultepec me vienen muchas cosas a la cabeza.

En primer lugar, sigo pensando que es injusto que para los más ricos, la ciudad se construya a nivel, pero en Iztapalapa en vez de arreglar la Calzada Ermita, se opte por una estructura elevada. Esto es inequitativo e incongruente con la lucha de 2015 contra el Chapultepec Elevado.

En segundo lugar, puedo elogiar la calidad del proyecto de Chapultepec, conceptualmente de Alberto Kalach y ejecutivamente del taller de la Secretaria de Obras y Servicios, encabezado por Ana Laura Martínez. El resultado es una obra de espacio pública digna, muy acorde, me parece, a lo que muchos participantes del movimiento contra “Shopultepec” pensamos, en su momento, para la avenida.

Hay que tener claro que Chapultepec no es la vialidad más usada por los peatones en la zona, por carecer de usos activos y atractivos. Esto lo digo porque en realidad aún hay tareas pendientes: activar las plantas bajas.

De origen, la construcción de la línea 1 del metro a fines de los años sesenta, y los ejes viales, a fines de los setenta, alteraron las dinámicas de la zona. La reciente llegada de los rascacielos a Paseo de la Reforma trajo a la gente, pero demasiado tarde: los restaurantes de lujo habían sido reemplazados por otros más sencillos, los bares por chelerías, y al final Zona Rosa no aprovecha su ubicación privilegiada para detonar derrama económica a favor de la ciudad, al menos no en el grado que podría. Rehabilitar Chapultepec ayuda, pero necesitamos estrategias adicionales.

Desde el inicio de la administración de Miguel Mancera se perfilaba la posibilidad de detonar inversiones en Chapultepec: inmobiliarias, comerciales y públicas. La historia, con el llamado “Corredor Cultural Chapultepec” fue muy distinta, mucho más encaminada a la especulación privada del suelo, que al beneficio público.

A fines de 2013, una empresa privada contrató a la Sociedad Civil de la que soy socio para que hiciéramos un estudio conceptual sobre Avenida Chapultepec y calles aledañas. Lo que nosotros propusimos fue una estrategia integral de tránsito calmado en la Zona Rosa, forzando a que todo el tránsito se mantuviera en las avenidas. Algunas de las reuniones que sostuvimos entonces fueron en la empresa paraestatal Calidad de Vida, posteriormente ProCDMX, que sin ser nuestro cliente, estaba interesada en conocer el estudio.

Recuerdo una reunión en la que un par de arquitectos presentó la idea de un “mercado público” elevado que conviviera con el andador central que se perfilaba entonces para Avenida Chapultepec. Al final de la presentación, Simón Levy, entonces director de la paraestatal, me preguntó “¿va o no va?”. Quise evadir la respuesta directa, pero Levy reforzó “¿va o no va?”: mi respuesta fue “No va”.

En esos años estaba en auge el Highline de Nueva York, un andador sobre una vía ferroviaria en desuso, al poniente de Manhattan. Levy y otros funcionarios del Gobierno de la Ciudad intentaron relacionar el elevado de Chapultepec con el Highline, pero nada tenía que ver, salvo por un detalle. El Highline se ha llenado de edificios lujosos construidos sobre terrenos que 20 años atrás tenían un mínimo valor y que hoy se conectan entre sí a través del andador elevado. El viaducto peatonal en Chapultepec no era una perspectiva de espacio público, sino inmobiliaria, buscando exactamente lo mismo, pero desdeñando la planta baja ... como la desdeña ahora el Gobierno de Claudia Sheinbaum no en la Colonia Roma, sino en Iztapalapa, donde construirá un viaducto para trolebuses.

Quiero destacar algo muy importante. Más allá del error de proponer una estructura para conformar algo que los autores quisieron llamar “espacio público”, la aberración estaba conceptualmente en disfrazar de público lo que tenía solo interés privado. Esto tiene implicaciones sobre el desarrollo de la ciudad a futuro.

Densificar una avenida o dos colonias de la ciudad no es ni buena ni mala idea por sí misma. Muchas ciudades en el mundo, y particularmente las asiáticas, financian el desarrollo de su infraestructura por medio del desarrollo inmobiliario. Ciudad de México debería hacerlo, pero de inmediato saltan a la memoria casos como el de “Shopultepec”.

Los 250 millones de pesos que costó la flamante intervención en Avenida Chapultepec deberían pagarse “solos”, es decir, mediante el desarrollo inmobiliario y no el desembolso presupuestal.

No lo estamos haciendo así, y como resultado no tenemos cómo financiar el metro y por eso los gobiernos terminan ejecutando obras absurdas, como los segundos pisos viales y ahora el trolebús elevado donde deberíamos estar haciendo la extensión de la línea 8 del metro. El fallido Shopultepec no representa sólo el temor que vivimos en 2015 ante una posible obra absurda, abona en la desconfianza ciudadana a los instrumentos que tienen éxito en otras ciudades del mundo. La mula no era arisca, dirán algunos cuando se opongan a decisiones necesarias para esta ciudad.