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Razones para no votar

La revocación de mandato como forma de acción ciudadana, se pervirtió. Se convirtió en un acto de propaganda desde el poder. | José Roldán Xopa

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Escrito en OPINIÓN el

Primera: no es una revocación, es una ratificación … innecesaria

La revocación de mandato como forma de acción ciudadana, se pervirtió. Se convirtió en un acto de propaganda desde el poder.

En sus orígenes, la revocación se justifica si surge como una iniciativa contra el poder. Si una iniciativa para revocar tiene la suficiente fuerza, se puede concluir anticipadamente el periodo para el que alguien haya sido elegido.

Es una vía que plantea la exigencia, para quienes la impulsan, de reunir un mínimo de apoyos (3% de la lista nominal de electores en por lo menos 17 entidades federativas -en cada una de las cuales también debe reunirse al menos el 3%-). Para que la revocación se dé, deberán votar por la revocación la mayoría de al menos el 40% de los inscritos en la lista nominal de electores.

En el corte al 25 de marzo, la lista nominal estaba integrada por 93,699,497. El 40% está compuesto por 37, 479, 798; así que se requiere al menos 18, 739, 900 votos para la revocación.

No deja de ser llamativo que, si el actual presidente fue elegido por una mayoría de 30 millones de votos, pueda ser revocado por poco menos de 19 millones. Pero esas son las reglas aprobadas por la mayoría de Morena.

Sin embargo, la convocatoria que emitió el INE no surge de una demanda ciudadana para revocar, sino para ratificar a un presidente que fue elegido para seis años por 30 millones de votos. Es una iniciativa auspiciada, promovida y patrocinada desde el poder; busca lograr votos para que el presidente permanezca por un periodo para el que ya fue elegido. Sería pues una votación redundante; una redundancia para la que se echa a andar la maquinaria electoral con sus correspondientes costos. Una votación jurídicamente innecesaria.

La decisión electoral para que el actual presidente concluya su periodo en el 2024, ya se dio en el 2018. 

Por tal razón no se requiere votar.

Segunda: la “ratificación” es propaganda como acción de Estado

Lo que importa no es el resultado en la permanencia en el cargo (eso ya se tiene), sino es la oportunidad para realizar propaganda tendiente a consolidar un posicionamiento político de poder. Se está aprovechando el carisma y apoyo del que goza el presidente y del que se valen los partidos de la coalición gobernante. El impulso a la ratificación posibilita una acción conjunta, desplazando momentáneamente las disputas internas; se moviliza a los simpatizantes y se gana impulso para las elecciones en puerta. Se está también en la antesala de la elección presidencial del 24; ahí está su horizonte mediato.

La bandera de la permanencia ha mutado e instrumentalizado una herramienta que debería ser ciudadana. La permanencia impulsada inicialmente desde los partidos en el poder, se ha convertido en una operación de Estado en la que actúan coordinadamente los gobernadores, los Secretarios de Estado, se ha involucrado a las fuerzas armadas y se emplean recursos públicos.

La invocación a la ciudadanía es un artilugio retórico para instrumentalizar el voto. Que acudan también a votar a quienes están en contra del presidente, es una forma de incrementar el número de votantes de la lista nominal. En esto aplica aquello de que “lo que resiste apoya”, dicho por Jesús Reyes Heroles en los tiempos del priismo. 

Como un gran operativo propagandístico en el que se ha involucrado la maquinaria partidaria y gubernamental, sería un gran fracaso la escasez de votantes; al igual que tener pocos votos en contra. El aumento de votos en contra, alimenta el discurso binario entre “ángeles y demonios” en el que se basa la retórica gubernamental.

Porque se instrumentaliza y se hace demagogia de la participación ciudadana, es mejor no votar.

Tercero: la ruta del imprescindible y su tragedia   

La fortaleza de la 4T como un movimiento político es a la vez su debilidad y su posible destino trágico. El protagonismo que el presidente tiene va más allá de su liderazgo político, entra en los terrenos de la representación simbólica. Cuando se habla del “obradorismo” como término referencial o de pertenencia, se rebasan los linderos de Morena o de la 4T.

Se entra en un proceso de constructivismo que busca superar discursivamente las limitaciones humanas de la persona y se entra a un proceso constructivista artificioso y democráticamente grotesco. El culto a la personalidad, la atribución de virtudes de infalibilidad, pureza, encarnación de la patria, el desplazamiento de errores a sus colaboradores, a su gabinete, a los dirigentes partidarios, son algunas de las peculiaridades apreciables de un proceso de alienación. Lo relevante no es que haya un sometimiento a la decisión popular, sino instrumentalizarla para que, con nuevo impulso, permanezca en el poder.

En este proceso artificioso se coloca la percepción de la insustituibilidad de la persona. Del ser humano limitado, se pasa al personaje que, al tener tantas virtudes, cualquier otro no se le compara. Es tan extraordinario que por su boca habla la voz del pueblo y, por tanto, puede prescindir de él. 

Así se consuma la alienación y su tragedia.

Por eso, no votaré.