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Rancho y destino

Andrés Manuel regresa de donde nunca se fue, pero lo hace con un nuevo, flamante y personalísimo instrumento: MORENA

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Escrito en OPINIÓN el

El negocio electorero es tan bueno en México que el mayor de sus detractores (y explotadores) se niega a abandonar sus ámbitos.

Ningún personaje ha sido más discrepante con el mundillo electorero mexicano (y ningún otro ha sacado tanto provecho) como Andrés Manuel López Obrador. No hay elección que no desconozca, institución que no mande al diablo, legislación que no repruebe, acto o decisión que no cuestione e impugne, ni partido del que no abuse y al que no traicione.

A contrarresto, no hay financiamiento, público y privado, que no agarre, prerrogativa que no reseque, derecho que no abuse, ni verdad que no tergiverse.

Las autoridades administrativas electorales están maiceadas y su función es cerrarle el paso, los funcionarios de casilla se venden, el elector es comprado, engañado o robado, los medios complotan en su contra y el capital global le es adverso un día sí y otro también. Su cantaleta, por más conocida y predecible, no deja de ser efectiva.

Así, Andrés Manuel regresa de donde nunca se fue, pero lo hace con un nuevo, flamante y personalísimo instrumento: MORENA.

Gracias a la legislación electoral que desconoce e injuria, a través de las autoridades que denigra y acusa de parciales, bajo un Estado que repudia y combate, Andrés Manuel cuenta ya con su partido.

El “su partido” amerita explicitarse: En la teoría de partidos hay partidos institucionales y partidos de caudillo. Los primeros se rigen por normas y estructuras que a todos aplican, los segundos por el control de un prócer iluminado. Morena, sin embargo, requiere de una nueva taxonomía: es un “partido llavero tropical”, confinado al bolsillo de AMLO, con el que abre o cierra lo que él, única, exclusiva y exuberantemente decide.

Lo vimos cuando flaqueo la salud de López Obrador, el latido de “su partido” acompasó al del corazón del líder-dueño.

Morena, por más que formalmente sea una organización de ciudadanos, es un capricho personal, hijo de fobias y delirios, espacio para una autarquía Macuspana. Es uno y lo mismo que AMLO. Tiene la fuerza de éste y, por ende, sus debilidades y lacras. A diferencia de las verdaderas instituciones que nacen para perdurar en el tiempo, Morena está condenado a no desaparecer con AMLO.

Quien haya creído que la llegada de los nuevos partidos al negocio electorero iba a airear y remozar la pandilla en que ha devenido nuestro sistema de partidos, se equivocó. Morena es más de lo mismo, y más caro.

AMLO contará este año con 337 millones de pesos y el entrante con poco más de 600, tan sólo de financiamiento público. A ello habrá que agregar prerrogativas en radio y televisión y demás bagatelas que hacen del mundo electorero mexicano una cueva de ladrones donde el pobre Alí Baba queda cual criaturilla de pecho.

La capacidad, casi cancerígena, de recuperación y adaptabilidad de AMLO sólo es equiparable a la de denigración y desdoro que ejerce contra las instituciones nacionales.

Por supuesto que AMLO y demás atenidos electoreros se acogen a los derechos que nuestra Constitución consagra. Lo lamentable es que el primero lo haga con el consabido propósito de demeritar al régimen constitucional, la vida institucional, el Estado de Derecho y la convivencia civilizada en México.

El 2018 empezó el miércoles pasado por la noche, cuando el Instituto Nacional Electoral, en acatamiento al Estado de Derecho, otorgó registro al partido-individuo Morena-López Obrador, quien desde ese momento hará todo lo posible por destruir al instituto y con él a todo el entramado electoral nacional, descarrilar la elección del 2018, subvertir el orden constitucional y envilecer la vida cotidiana y constructiva de los mexicanos, sin dejar por ello de embolsarse los recursos públicos que la Constitución y el pueblo generosamente le otorgan, y los privados que pepene, aunque unos y otros no sean entregados para sus personalísimos fines.

Bienvenidos seamos todos, pues, al rancho del Señor candidato López Obrador. Andrés Manuel, por cierto, prometió retirarse a él si perdía las elecciones en el 2012; pero fiel a la consistencia de su palabra, ha preferido llevarnos a todos a “La Chingada”.

¿Qué retruécano inconsciente lo habrá llevado a nombrar La Chingada al pobre rancho? Chi lo sa.