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¿Quiénes somos y hacia dónde ir?

Cada década, después de un ejercicio de elaboración de un censo poblacional, podemos conocer datos importantes sobre nuestra sociedad. | Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

En la última década, la población mexicana aumentó de 112 millones 336 mil 538 personas a 126 millones 14 mil 24 personas, de las cuales, 61 millones 473 mil 390 son hombres y 64 millones 540 mil 634 son mujeres, una tendencia que ha sido permanente durante más de un siglo, ya que, contrario a lo que se piensa, siempre ha existido un porcentaje mayor de población femenina que masculina, aunque ahora la diferencia se ha incrementado hasta en un tres por ciento. 

Según los datos obtenidos en el más reciente censo de población de 2020, elaborado por el INEGI, la edad media del país es de 29 años por lo que la población mexicana aún es joven. De manera proporcional hay 38 personas adultas mayores, es decir, mayores de 60 años, por cada 100 habitantes, y aún hay 50 personas dependientes por cada 100 personas económicamente activas, lo cual indica, que la base de la pirámide poblacional aún es gruesa en el sector de entre 10 y 30 años de edad.

En cuanto a nacimientos, cada año se registran en promedio dos millones, de los cuales, 17 por ciento son de madres menores de 20 años, una cifra que se ha mantenido en las últimas dos décadas, y coloca a México como una de las naciones en el mundo donde mayores índices de embarazo adolescente hay.

En cuanto a educación, aún hay casi dos millones de niñas, niños y adolescentes de entre 6 y 14 años que no saben leer ni escribir, muchos de ellos habitantes de poblaciones pequeñas. Y cinco millones de personas mayores de 15 años que viven la misma situación. Casi 50 por ciento de la población sólo ha estudiado los niveles básicos de educación; alrededor de 24 por ciento cuenta con estudios en nivel medio superior; 21 por ciento a nivel superior y cinco por ciento carece de alguna instrucción escolar. 

En toda la República Mexicana existen 35 millones 200 mil viviendas particulares habitadas, en las cuales, habitan 3.6 personas en promedio, casi 90 por ciento de ellas con recubrimientos como cemento firme, mosaico o madera. Casi 50 por ciento con entre dos y tres cuartos promedio, una de cada siete con dos cuartos y una séptima parte con cuatro habitaciones. Más de 33 millones con agua entubada dentro del terreno donde está ubicada la casa y con drenaje.

En materia económica, hay 62 millones 281 mil 634 personas económicamente activas, de las cuales, un millón 160 mil se encuentra desocupada actualmente. La población que no es económicamente activa es de 37 millones 897 mil personas. Dentro de este rubro, se considera a quienes estudian y tienen más de 12 años, siendo 13 millones; a quienes reciben alguna pensión o están jubilados, que son alrededor de tres millones y medio de personas; aquellas personas dedicadas a otras actividades no económicas, cerca de los tres millones 200 mil; quienes presentan alguna discapacidad o limitación para poder laborar, un millón 400 mil, y resalta de manera considerable el número de quienes se dedican a quehaceres de su hogar. 

En este rubro, se registraron 16 millones 649 mil personas, de las cuales, 16 millones 142 mil 927 son mujeres y sólo 506 mil 171 son hombres, lo cual se traduce en una desigualdad económica entre géneros, una dependencia de las mujeres y posibilidades de generación de violencia económica y patrimonial en un primer momento, que puede trasladarse a psicológica, física, e incluso sexual.  

Los datos obtenidos en este censo podrían desglosarse en muchas oraciones, líneas y párrafos. Lo más importante es reflexionar que cada década, después de un ejercicio de elaboración de un censo poblacional, podemos conocer datos importantes sobre nuestra sociedad. 

Sin embargo, se debe recordar que los datos son representaciones simbólicas de algún hecho en concreto que permite su conocimiento exacto, pero para su aprovechamiento deben ser procesados y asimilados. 

Ante este nuevo cúmulo de datos, el reto de los gobiernos federales, estatales y municipales es procesarlos, estudiarlos y diseñar políticas públicas que aprovechen ese bono demográfico con el que aún cuenta el país, y que en una década más, podría haberse perdido. Trazar políticas económicas y sociales que aprovechen a las generaciones con mayores índices de educación en la historia del país, reduzcan las brechas de desigualdad y generen un entorno post covid-19 favorable a todas las personas.

Pero, sobre todo, poner más énfasis en la reducción de la desigualdad de género, pues no se puede seguir teniendo la paradoja de que el mayor sector de la población continúe relegado en materia de desarrollo, oportunidades y derechos. Por el contrario, se debe aprovechar su pujanza, pues cada vez se incrementa más su nivel educativo, para enfilar la trayectoria del país hacia otros puntos en el horizonte.