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¿Quién tiene la culpa?

La crisis de la covid-19 potenció los mecanismos de defensa de los líderes y la repartición de culpas entre unos y otros. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

Las acusaciones, aclaraciones, negativas “contundentes”, justificaciones, derechos de réplica y argumentos de defensa se incrementan día a día en todos los medios. El escenario multicrisis que estamos enfrentando desde hace varios meses está provocando un “fuego cruzado” de declaraciones en el que, muy pocos, asumen el costo de sus decisiones.

Parafraseo algo de lo que se ha dicho: “Yo te aseguro que yo no fui”. “Fue Teté”. “A mí no me vean”. “Volteen hacia allá”. “Son fake news”. “Yo nunca dije eso”. “Manda a todos a volar y diles que yo no fui”. “Me malinterpretaron”. “Falso de toda falsedad”. “Los adversarios están politizando el tema”. “Están nerviosos y por eso me atacan”. “La culpa es de los ricos y de los empresarios corruptos y voraces”. “Se equivocaron los matemáticos”. “Dije que la predicción se cumpliría si y solo si…”

La lista es interminable. Lo único cierto es que, mientras la emergencia sanitaria no tiene para cuándo, las crisis económica y de seguridad no ceden. Por el contrario. El mal humor social que padece un alto porcentaje de la población se torna peor ante la falta de claridad y de soluciones que requiere el escenario adverso en el que estamos inmersos. 

Consulta: Coronavirus en México: 21 Encuesta Nacional. Consulta Mitofsky, 21 Junio 2020.

No asumir la responsabilidad de las malas acciones o decisiones es un mecanismo de protección o defensa que puede ser natural. Sin embargo, existen límites legales y éticos que no deberían pasarse por alto tan fácilmente. Los primeros se enmarcan en un concepto que se conoce como responsabilidad democrática. Rebasar los segundos genera, casi siempre, un costo político en términos de reputación y aprobación ciudadana.

¿Quiénes son los responsables, por ejemplo, de la alta tasa de letalidad por covid-19? ¿Acaso son los empresarios que encontraron un nicho de mercado altamente rentable y que directa o indirectamente elevaron el número de personas con obesidad o diabetes? ¿O de las autoridades que permitieron en el pasado que este problema de salud se tornara grave y que, además, dejaron en el abandono el sistema de salud en los tres niveles de gobierno? ¿Qué responsabilidad tienen las actuales autoridades de los tres poderes y/o de los tres niveles de gobierno porque no han puesto un freno a esta realidad que hoy tanto cuestionan?

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¿Quiénes son los causantes de que aún muchos no sepan cómo y cuándo utilizar el cubrebocas de manera correcta? ¿Quién va a asumir la responsabilidad por la enorme confusión que existe en el manejo de las estadísticas y sus posibles efectos negativos en los procesos de toma de decisiones? ¿En qué medida es culpable la sociedad porque día a día hay más contagios y muertes en México? 

La comunicación es una actividad esencial para que las decisiones y acciones políticas reduzcan los riesgos, la incertidumbre y la desconfianza que tiene la gente durante una crisis. Las autoridades no pueden exigir ni cuestionar la irresponsabilidad de la sociedad si todas y todos no reciben la información transparente, comprensible y de calidad que requieren para orientar sus acciones.

Si hay personas o grupos de poder que en el marco de una crisis no cumplen con sus funciones, o que están anteponiendo sus intereses a los de la sociedad, entonces se tiene que proceder conforme lo establece el marco jurídico. Más cuando se trata de la salud y la vida. 

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Para el tema que nos ocupa, la culpa es una “imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta”. También la “omisión de la diligencia exigible a alguien, que implica que el hecho injusto o dañoso resultante motive su responsabilidad civil o penal”.

Por otra parte, una persona es irresponsable cuando “adopta decisiones importantes sin la debida meditación” o cuando su acción “es resultante de una falta de previsión”. En cualquier caso, la irresponsabilidad puede derivar en culpabilidad y ésta ser también motivo de sanciones… o de pérdida de confianza. 

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Cualquiera de nosotros se puede equivocar por ignorancia, desconocimiento, falta de preparación, desinformación, engaño o confusión. Desde el punto de vista ético, la responsabilidad en dichos supuestos podría adquirir un sentido muy diferente al que se tiene cuando la acción negativa se lleva a cabo con conocimiento, premeditación, alevosía, ventaja u omisión. En última instancia, la ley debería ser pareja para todos y todas.

Sin embargo, en una situación de crisis tan grave como la que estamos enfrentando resulta obligado pensar en un cambio de paradigma. Los líderes y las autoridades deben comprenderlo, asumirlo y llevarlo a la práctica. La buena comunicación política necesita de liderazgos asertivos, con el carácter, el temple, la confianza en sí mismos y el valor para gestionar la crisis y salir bien librados de ella.

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Lo hemos dicho una y otra vez. En situaciones de crisis, está comprobado que hablar con la verdad siempre es lo mejor. Pero cuesta entenderlo. Para evitar echarle la culpa de algo a alguien y ser percibido como un líder o lideresa confiable, es necesario trabajar más en los contenidos. El apego a la realidad y el diseño de mensajes y narrativas consistentes sigue siendo la mejor opción técnica. 

Por lo anterior darle la vuelta a las responsabilidades, actuar a la defensiva, tratar de desviar la atención o asumir que uno mismo o el jefe nunca se equivoca debilita a los liderazgos y las instituciones. México no puede darse el lujo de cometer los mismos errores que tanto nos costaron en el pasado.

Los personajes políticos se aprecian y reconocen más cuando demuestran congruencia y tienen el valor de aceptar la responsabilidad que les corresponde por los errores cometidos. Cuando no lo hacen y quedan al descubierto, se merma la confianza de la gente y colocan una mayor dosis de incertidumbre en el futuro.

Corregir humano es.

Recomendación editorial: José Rubio Carracedo, José María Rosales y Manuel Toscano Méndez. Democracia, ciudadanía y educación. Málaga, España, Editorial Akal, 2009.