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¿Quién debe cambiar?

No es gratuita la desconfianza que media entre movimientos sociales y partidos políticos.

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Escrito en OPINIÓN el

Toda formación deforma, y una de las deformaciones de nuestros partidos es su incapacidad para leer a la sociedad.

 

Incapacidad que no deriva sólo en una ineptitud comunicacional que, a su vez y desgraciadamente, deviene que hoy partidos y sociedad hablan idiomas diferentes y que las funciones y órganos de la vista y la escucha de los primeros no registran a la segunda. Así como nuestra mirada no logra ver el aura del cuerpo humano, ni nuestra audición registrar los ultrasonidos, los partidos ni ven ni oyen a los ciudadanos y a sus organizaciones.

 

Además de ello, decíamos, cuando fuera de sus parámetros los partidos logran captar una señal paranormal que les hace presente a la sociedad, se impone otra de sus incapacidades, ésta hija de su soberbia. Para nuestros partidos la política y lo político es de su exclusividad y monopolio; si algún espíritu chocarrero logra hacerse presente con alguna causa que atente contra su Patente de Corso, aplican las de Trump: levantan muros, expulsan, satanizan. Sólo hay una política, parecen decir, y la partidocracia es su profeta.

 

De allí el divorcio sideral entre sociedad y partidos. Para éstos no hay ciudadanos, sino clientelas a cooptar; sufragios a comprar, robar, coaccionar o, en el peor de los casos, anular; causas a explotar, prostituir o vestir; liderazgos a copar, a envilecer o con los cuales mimetizarse o al menos retratarse.

 

No es gratuita la desconfianza que media entre movimientos sociales y partidos, los primeros se sienten usados y abusados, y ven sus causas prostituidas y explotadas por los segundos.

 

Volvamos a la formación que deforma: Los partidos desarrollaron funciones y órganos aptos para acceder al poder, no para hacer de éste gobierno efectivo. Saben cómo ganar (o robar) elecciones, pero no cómo gobernar, saben ocupar espacios, no enarbolar causas y convertirlas en políticas públicas y acto de gobierno.

 

Los instintos de los partidos son aptos para competir por espacios, más no para transformar la realidad. Donde la sociedad ve problemas, intereses y causas, los partidos ven mercado de poder. El poder para ellos es un fin en sí mismo, no un instrumento para hacer fructífera nuestra convivencia. Es una conquista de suyo irrenunciable, no un medio para atender y resolver las contrariedades de nuestra convivencia. Su leit motiv es sentarse en la silla.

 

No puede ser más paradójico que el primer acto de gobierno del Bronco haya sido expulsar una silla a los infiernos del cielo independiente. Para él, la silla era un objeto con alma y maldad, en ella centró el núcleo de su lucha y el momento cúspide de gloria.

 

Había alcanzado el espacio de poder y lo exorcizaba expulsando del paraíso independiente a la manzana de la discordia: La Silla. Tras de ello, como Fox después de sacar al PRI de Los Pinos, la nada. Los Adanes y Evas de su paraíso, con sus intereses, necesidades y causas, jamás estuvieron ni estarán en el horizonte de su gobierno, sólo la silla, el espacio, los atributos materiales del ansiado poder, no los funcionales.

 

Hoy mismo, ante las crisis que nos agobian, partidos y políticos sólo tienen ojos para estrategias de posicionamientos en el ranking del 18. No hay dinero para sueldos y programas, pero lo sobra para la promoción de personalidades que únicamente ven y hablan con su imagen en el espejo de medios y redes, y con sus asesores de imagen, nuevos Rasputinis (versión 4) de la política mexicana y en gran parte responsables de su envilecimiento.

 

Podemos aseverar sin temor a equivocarnos que los partidos han perdido contacto con las realidades fundamentales de México. Su México es uno encapsulado a las dinámicas endogámicas propias de los partidos. Es de risa loca verlos luchar desde la comodidad de sus curules con sus letreritos anti-Trump, sin darse cuenta de las murallas que, levantadas por ellos mismos, los apartan del mexicano común.

 

Ahora bien, ¿quién debe cambiar, los órganos instrumentales llamados partidos, o la sociedad, sus intereses y reclamos?

 

¿Usted qué cree?

 

@LUISFARIASM

@OpinionLSR