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¿Qué va a pasar con nuestra niñez?

Miles de niñas y niños enfrentan situaciones de vulnerabilidad en México, y en estos meses se ha agudizado aún más. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

En varias ocasiones se ha intentado llamar la atención sobre la enorme vulnerabilidad que enfrentan miles de niñas y niños en México, y que en estos meses se ha agudizado de manera aún más preocupante debido a la pandemia. Sin embargo, parece que poco importa pues cuando menos no hay constancia de que se haya hecho algo serio al respecto. No se explica por ejemplo que la secretaría ejecutiva del Sistema Nacional de Protección de Niñas Niños y Adolescentes (SIPINNA), responsable de coordinar y administrar el Sistema, dar seguimiento a los acuerdos, celebrar convenios, proponer políticas públicas y programas o articular la política nacional, esté acéfala desde hace 5 meses y no se ha considerado necesario nombrar a su titular. 

Diversos informes de entidades públicas, instituciones académicas y organizaciones sociales (INEGI, CONEVAL, CNDH, UNAM, REDIM, Save The Children por citar algunas) han dado cuenta de las condiciones de pobreza y desnutrición en las que vive un sector significativo de la población infantil, así como de los niveles de violencia sexual, maltrato y acoso, explotación laboral, matrimonio y embarazo precoz, o reclutamiento forzado por la delincuencia organizada, que retratan un panorama desalentador y quizá l0 más grave sea su normalización. 

Resulta inquietante la indiferencia y pasividad de autoridades y gran parte de la sociedad ante el informe de la Oficina de Defensoría de Derechos de la Infancia (ODI) “Es un secreto, la explotación sexual en escuelas” que revela un patrón delictivo detectado en planteles públicos y privados de cuando menos siete entidades federativas, en los que se sometía a niñas y niños incluso de 3 o 4 años a la realización de prácticas sexuales difíciles de imaginar y que permanecen impunes. Si casos como este no despiertan la indignación colectiva en su máxima expresión, me temo que traemos la brújula extraviada y debemos revisar nuestras prioridades como sociedad. 

El gobierno tampoco ha hecho lo suficiente para resolver la crisis de desabasto de medicamentos y vacunas que afecta principalmente a las niñas y niños con cáncer ante la angustia de sus familias y, por el contrario, se ha tratado de minimizar el problema y de descalificar las legítimas protestas. Aunque en este caso la participación de organizaciones y activistas, así como la respuesta de muchas ciudadanas y ciudadanos para conseguir los medicamentos oncológicos mediante donativos ha sido ejemplar. 

La pandemia ha traído consigo retos adicionales, pues además de que se ha registrado un incremento en la violencia intrafamiliar provocado por el confinamiento, el ambiente tóxico que se ha generado en muchos hogares debido al estrés por la situación económica y el miedo al contagio, así como la imposibilidad de asistir a la escuela y por ende de convivir con otras niñas y niños, está teniendo consecuencias graves en su desarrollo emocional. En este punto, el presidente anunció el inminente retorno a clases presenciales argumentando que el riesgo de contagio o de complicaciones es muy bajo y puso como ejemplo el caso de su hijo, aunque de acuerdo a cifras oficiales se han reportado 57, 490 contagios y 595 defunciones –sin considerar el exceso de mortalidad–, y a la fecha no se conoce la estrategia para garantizar un regreso seguro en plena tercera ola para las y los alumnos, maestros y sus familias. 

Por último, no debemos olvidar a las niñas y niños que están quedando en situación de orfandad al sufrir la pérdida de sus progenitores o de sus cuidadores principales derivado de la pandemia. Y, aunque ni siquiera hay un registro de ello, una investigación de la prestigiosa revista “The Lancet” estima que México registra la cifra más alta a nivel mundial al identificarse que 97,951 menores de edad perdieron a su padre, 33,342 a su madre, 32 mil a ambos y 9,807 a sus abuelos o parientes mayores que se hacían cargo de ellos. Es decir 141, 132 niñas y niños han quedado sin cuidados familiares –que se suman a los huérfanos por la inseguridad y la violencia–, sin que hasta el momento exista una respuesta institucional acorde a las circunstancias, comprometiendo seriamente su presente y futuro.