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¿Qué sigue después del triunfo de Donald Trump?

El fomento a la inversión privada nacional y el incremento de la eficacia en el gasto de gobierno deben acompañarse, es imprescindible elevar su sinergia.

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Escrito en OPINIÓN el

La victoria de Donald Trump no es algo menor, representa una ruptura con el establishment político norteamericano. En la batalla por la nominación del partido republicano y la recién concluida contienda presidencial, Trump venció a dos dinastías políticas que desde 1989 han gobernado Estados Unidos durante 20 años.

 

Con una estrategia controversial pero eficaz, que despertó la animadversión de los propios integrantes de su partido (varios de ellos lo negaron antes del día de la elección), logró superar un cúmulo de encuestas que anticipaban un holgado triunfo de Hillary Clinton.

 

Aún desconocemos quiénes se encuentran en las sombras acompañándolo, y cuáles son sus intereses. Sin embargo, es claro que tuvieron la estrategia acertada para vencer a políticos, medios de comunicación y opiniones contrarias, algo que no es sencillo en un país que detenta la supremacía global.

 

Su negativa para aprobar el TPP y el enfrentamiento directo con algunas grandes empresas trasnacionales ponen en evidencia que la elección presidencial de Estados Unidos reflejó la ruptura entre dos proyectos de nación. Uno de los cuales aprovecho el descontento con la globalización y la pérdida de bienestar que se ha generado después de la crisis hipotecaria que comenzó en 2007 y que provocó la recesión del 2009.

 

El descontento no fue una sorpresa para el círculo financiero que orbita alrededor de la Reserva Federal de Estados Unidos: en el año 2000 se planteó que los trabajadores afectados con la globalización podrían representar un problema. No obstante se desestimó esta posibilidad al considerar que no tendrían la capacidad de alcanzar el poder político necesario para revertirlo. La elección del 8 de noviembre muestra que se equivocaron, al igual que ocurrió en Gran Bretaña hace unos meses.

 

La factura que el mundo y México deberá pagar por el error de no crear un programa económico que atienda el bienestar de todas las personas será elevada. La primera parte llegó en forma de la depreciación casi generalizada de las monedas, aunque debe aceptarse que fue menor al escenario planteado por el Gobernador del Banco de México. Esperemos que siga así.

 

La segunda parte vendrá con los cambios estructurales que Trump aplicará ya en funciones, habrá que esperar cuáles son los aspectos que en concreto abordará. Lo que se puede anticipar es que el TPP se encuentra en estado agónico, salvo que se retracte es un tema superado en la agenda norteamericana.

 

Lo importante para México es qué ocurrirá con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el tema migratorio. A diferencia del TPP que de momento solo tiene vida en el papel que está escrito, el TLCAN representa el mecanismo a través del cual las empresas de Estados Unidos, México, Canadá y aun otras naciones, interaccionan en América del Norte. Difícilmente se podrá cambiar si las grandes empresas trasnacionales no están de acuerdo, para ello cuentan con una gran capacidad de lobby en la Cámara de Representantes y en el Senado norteamericano.  

   

Independientemente de que pase, para México el mensaje es claro: nuestro país debe asumir la conducción de su desarrollo económico. La Responsabilidad del Porvenir de nuestra nación es propia, no se encuentra en la esperanza de inversiones foráneas que no llegan a todas las regiones y sectores productivos de nuestro gran país.

 

En el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) hemos tenido claro lo anterior, sólo a través de una planta productiva nacional altamente competitiva se puede lograr el fortalecimiento del mercado interno y con ello alcanzar mayores niveles de progreso social.

 

Es prioritario reconocer que el mundo está cambiando, Gran Bretaña y España ya habían enviado una señal del agotamiento del modelo globalizador que no atiende las condiciones laborales y empresariales de cada país.

 

México es uno de los principales actores en las exportaciones, pero lo hace desde una base maquiladora, con bajo valor agregado y escaso contenido nacional. De acuerdo al INEGI y su programa IMMEX el 75% de los insumos que utilizan las empresas manufactureras ahí registradas es importado, apenas una cuarta parte es generada en el país.

 

Lo anterior es producto de haber implementado un modelo de apertura económica que fomenta la inversión extranjera y que no le da el mismo trato a la parte nacional. Eso explica la disparidad en el desarrollo regional y el bajo crecimiento del país.

 

A pesar de ello México sufrió los embates de la campaña política que recién ha terminado. Como nunca antes fue el centro de los posicionamientos de la contienda por la presidencia de la primera potencia del orbe, y en consecuencia habrá que entender que existirán cambios en la relación entre ambos países. Debemos anticiparnos con una política de desarrollo económico e industrial competitiva que mantenga los lazos hacia el exterior, pero que priorice el fortalecimiento de la estructura productiva propia.

 

No se debe olvidar que la victoria de Donald Trump tuvo como plataforma, en materia económica, el cuestionamiento de los beneficios que la apertura comercial le ha generado a la población norteamericana, en términos generales puede entenderse que el descontento fue mayor. Aún en el lado demócrata surgieron visiones disruptivas, eso fue lo que permitió que Bernie Sanders adquiriera la fuerza suficiente para contender frente a Hillary Clinton hasta el final de la lucha por la nominación de su partido.

 

En el fondo se tiene un segundo mensaje que México debe atender: Estados Unidos impulsará estrategias que velarán por sus intereses y que pueden llegar a tener tintes proteccionistas. Si bien debe privilegiarse el ánimo sereno, es evidente que habrá cambios. México debe prepararse para ello.

 

Para el IDIC el camino es claro, debemos elaborar un proyecto de nación que priorice el incremento del valor agregado de la producción nacional, eso se logra a través de fortalecer los encadenamientos productivos propios. La competencia global requiere que el incremento de la innovación y el progreso tecnológico sean parte de la estrategia, es la única forma de crear las ventajas competitivas que superen a las ventajas comparativas de nuestros principales competidores. De igual forma es el mecanismo para hacer más robustos los nexos con nuestros socios comerciales.

 

El fomento a la inversión privada nacional y el incremento de la eficacia en el gasto de gobierno deben acompañarse, es imprescindible elevar su sinergia. Parte de ello se logra aumentando el contenido nacional de las compras de gobierno, de poco sirve tener un presupuesto público que alcanza los 4.9 billones si su ejercicio termina favoreciendo mayoritariamente a las importaciones.     

 

Debemos actuar con ánimo sereno pero con claridad: evitar especulaciones que solo debiliten la posición financiera de México es una prioridad, sin embargo también lo es comenzar a trabajar, como sociedad, en la construcción de un nuevo modelo de nación, socialmente incluyente y de competitividad basada en la productividad.

 

En el IDIC pensamos que La Responsabilidad del Porvenir está las manos de todos los ciudadanos de nuestra gran nación. 

 

@jldg71

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