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¿Qué sigue después del 1 de julio? Asumir y respetar

Hay un trecho de cinco meses en que deberá imperar la cordura, el orden, la civilidad, la paz y el respeto. | Javier Quetzalcóatl Tapia Urbina

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Escrito en OPINIÓN el

Iniciada la cuenta regresiva hacia el 1 de julio, a pocos días de conocer finalmente al ganador de la elección presidencial en México, se acentúa en el ambiente electoral una pregunta que tiene tantas respuestas como podría imaginarse cualquiera, al grado de llegar a causar la indeseable y en ocasionas grave, incertidumbre en todos los ámbitos de la vida cotidiana. La pregunta es profundamente compleja de responder, algunos afirman que las respuestas siempre dependerán del cristal con que se mire. ¿Qué sigue después del 1 de julio de 2018? los escenarios -en una perspectiva política clásica- nos conducen a reflexionar sobre los temas económicos, sociales, culturales y políticos.

No obstante, eso nos podría perder en el abismo de fenómenos sociales y jurídicos, para tratar de encontrar una respuesta a nuestra cuestión -lo más sensata posible- sobre lo que viene a partir del 1 de julio en materia político-electoral, de gobierno, social y económica.

Imperfecciones

La búsqueda de una respuesta a nuestra pregunta clave podría llevarnos al estudio de las enormes imperfecciones jurídicas, desventajas participativas, inconvenientes e inequidades electorales, que se han presentado a lo largo de este proceso electoral 2018, en relación con el sistema de partidos, coaliciones, candidatos independientes, publicidad electoral y oficial, financiamientos y gastos en campañas, entre otros.

La respuesta amerita el estudio cuidadoso de todas aquellas problemáticas de naturaleza social o cultural, administrativa o procedimental, incluso procesal o jurisdiccional, que han venido creando un sesgo hacia la inconformidad, el rechazo, el reclamo y la violencia electoral de todo tipo en los espacios públicos y privados.

Un proceso electoral (2018) caracterizado por el radicalismo de las ideas, el borrado de las ideologías partidistas. Las campañas de partidos y candidatos con alto grado de violencia y confrontación, que han pasado a dejar más de un centenar de muertes de políticos o personas con aspiraciones políticas, demandará de México y su gente, un proceso quirúrgico de recomposición social. 

La poco clara efectividad y congruencia de las instituciones del Estado, especialmente de las encargadas de otorgar certeza y seguridad jurídica a estos procesos, el Instituto Nacional Electoral (INE), la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, nos presentan un panorama ciertamente complejo de entender en vísperas de la jornada electoral del 1 de julio.   

Responsabilidad

Por lo pronto, la emisión del voto genera una expectativa mayor sobre las preferencias electorales de los casi noventa millones de mexicanas y mexicanos que estaremos en posibilidad de votar. Sin embargo, después del 1 de julio, los primeros que tendrán que dar ejemplo de responsabilidad son los partidos políticos y candidatos que, deberán asumir y respetar los resultados de la contienda, así sean adversos para sus intereses políticos. Esto suena a ingenuidad, sin embargo, lo cierto es que siempre será deseable que, agotados los procedimientos e instancias competentes, los partidos políticos y candidatos, públicamente y de manera inmediata manifiesten su reconocimiento al vencedor en señal de madurez política y democrática, de unidad por México.

¿Qué sigue después del 1 de julio? Para todos los mexicanos, continuar en la lucha por un mejor país desde nuestros espacios individuales y familiares. Sin duda, este proceso electoral 2018 a todos nos deja una significativa carga de experiencias en nuestras relaciones personales, desde aquéllas que van de la diferencia entre las visiones de padres e hijos, entre cónyuges, hermanos, primos, tíos, abuelos, etcétera, hasta las abiertas y claras discrepancias entre amigos, compañeros de trabajo, jefes o subordinados, colegas, vecinos, etcétera, respecto de la personalidad, carácter, seguridad, confianza y demás cualidades de los candidatos a la presidencia.      

Reconciliación

Pero la diferencia de pensamientos no es el problema, el inconveniente es que esas diferencias se conviertan en sensibles problemáticas para el desarrollo armónico, con seguridad y paz para las personas y sus familias. Entonces, si el fundamento de un Estado Democrático y de Derecho es la convivencia civil pacífica del ser humano, debemos partir de un trabajo de reconciliación al interior de nuestro núcleo familiar, social y laboral.

El deber de todos nosotros los mexicanos consistirá en evitar a toda costa etiquetar o estigmatizar a las personas o familias sobre la base de sus preferencias político-electorales. Pensemos que algunas de las razones que sustentan esas preferencias de nuestros familiares, amigos o vecinos, están ligadas a su experiencia de vida o al resultado de los mecanismos y estrategias publicitarias de las propias campañas, es decir, al éxito de esa publicidad que, engañosa o no, logró persuadir o convencer sobre ciertos aspectos positivos y negativos de los partidos políticos y candidatos.

Caer en la tentación de etiquetar o señalar a las personas o familias como “congruentes” o “incongruentes”, “valientes” o “cobardes”, “héroes” o “traidores”, etcétera, es asumir la postura de un clásico político con relativo conocimiento y conciencia de la democracia, cuya protección de sus intereses personales o de grupo le impiden asumir con respeto las diferencias de pensamiento e ideologías que son parte fundamental de una democracia.

Después del 1 de julio los mexicanos despertaremos en el mismo territorio Nacional, nuestro país, con la misma organización política establecida en la Constitución Federal y que, históricamente, nos hemos dado y decidido mantener, cuidar y respetar, aún contra todas las adversidades. 

Se habla mucho de un virtual ganador y, sin embargo, nada hay que valga tanto como el conteo de votos y la declaración de validez de la elección presidencial que estará en manos del Tribunal Electoral. Lo cierto es que se avecina un cambio de gobierno y un cambio en la forma de gobernar, para lo cual hay que estar preparados en unidad.

Así como las grandes cúpulas del poder político y económico requieren siempre del logro de consensos y acuerdos, así, en nuestros núcleos familiares y sociales, deberemos trabajar en una urgente reconciliación, que literalmente logre descarrilar el miedo y la desconfianza intensamente sembrada durante las campañas. México ha sido ejemplo mundial de solidaridad, un sentimiento que ha distinguido a los mexicanos y que solo tiene un objetivo central, la ayuda al prójimo sin importar colores partidistas, ideologías, situación social, económica, política u otras condiciones que influyen en las relaciones humanas.

Lo que sigue después del 1 de julio, es reactivar ese sentimiento de solidaridad que nos une como mexicanos, como familia única reconocida en el contexto internacional, solo de esa manera contribuiremos a la certidumbre política y paz social que tanto requiere nuestro país. Pensemos que mientras más se polarice la sociedad (entiéndase, el pueblo, las empresas públicas y privadas, los políticos, los gobiernos, etc.), más daño se causa al país entero, al generar condiciones que favorecen la incertidumbre política que tanto lastima la economía de los mexicanos.

A partir del 2 de julio y hasta el 1 de diciembre de 2018 en que tome protesta el nuevo Presidente de México, hay un trecho de cinco meses en que deberá imperar la cordura, el orden, la civilidad, la paz y el respeto a las instituciones del Estado tan vapuleadas en su prestigio por su juzgamiento mediático o social, o por su criminal uso faccioso. Después del 1 de julio de 2018, la historia la seguiremos escribiendo todos los mexicanos, desde nuestros espacios, desde nuestros núcleos familiares, sociales y laborales, daremos paso a una nueva forma de gobernar elegida por la mayoría. La democracia solo exige dos cosas, asumir y respetar. Deberemos dar ejemplo de civilidad democrática y respeto a la ley, como la única vía para salir de la crisis política, económica e institucional que vivimos.  

Javier Quetzalcóatl Tapia Urbina

Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México

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