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¿Qué ocurre en Afganistán (sobre todo con ellas)?

El 15 de agosto, fracciones talibanas volvieron a tomar el poder y la capital afgana, temiéndose la restauración del régimen anterior. | Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

Parvana vende antigüedades en un mercado de Kabul, capital de Afganistán, junto con su padre. Obtienen pocos recursos vendiendo algunos objetos de segunda mano, y con eso subsiste la familia completa, su madre y otras hermanas. En plena pubertad, apoya a su papá porque no tiene muchas otras opciones de vida, ya que, tiene prohibido acudir a la escuela. 

Es mediados de la década de los 90, y el gobierno afgano está encabezado por los talibanes, un grupo de ex combatientes encargados de repeler la invasión de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas al territorio afgano en la década de los 80, ampliamente apoyados por los Estados Unidos y algunos países europeos. Su nombre deriva del pashtún, una de las más de 20 lenguas habladas en la nación asiática, y significa “los estudiantes religiosos”, representando una corriente de pensamiento islámico sustentada en el principio del seguimiento estricto de El Corán. 

Por eso, chicas como Parvana no pueden acudir a la escuela, pues bajo los principios del gobierno talibán, ellas deben permanecer en casa, aprendiendo las labores del hogar, para posteriormente atender a los varones. Como ella aún es pequeña, puede salir de casa en compañía de su padre.

El panorama cambia cuando es encarcelado por las autoridades talibanas bajo el argumento de que difunde ideas contrarias a las del gobierno. Así, la joven, su madre y sus dos hermanas enfrentan situaciones como sólo tener un puño de arroz para comer. Lo insoportable del día a día provocó que la familia tomara una decisión, Parvana saldría de casa a trabajar, vistiendo como un joven. 

La opción no era otra, pues su madre no podía salir de casa sin su padre, y debido a su edad, considerada una mujer madura, le era imposible trabajar. Así que logró colocarse en un café del centro de la capital afgana y descubrió que otras chicas vivían la misma situación y se hacían pasar por varones para poder laborar.

Esta historia es el eje de un filme de animación llamado “The Breadwinner”, dirigido por la creativa canadiense Nora Twomey, quien se basa en el libro homónimo de Deborah Ellis, sustentado en un trabajo periodístico de la autora basado en los testimonios de decenas de mujeres afganas instaladas en los refugios de Pakistán y de Rusia, quienes salieron de su país ante la situación política y la escasez de oportunidades tras la llegada del régimen talibán. 

Un retrato etnográfico cinematográfico lo ofrece el filme “Kandahar”, del iraní Mohsen Makhmalbaf, quien expone la historia de Nafas, una joven afgana que en 1996 pide refugio en Canadá, pero debe regresar a su país natal en 1999 tras recibir una carta de su hermana, quien pierde las piernas en un campo minado y ha pensado en suicidarse, por lo que quiere salvarla, y para eso, decide atravesar ese Afganistán en el que es casi imposible que una mujer esté sola, conociendo múltiples personajes, que, por medio de sus voces, van mostrando la realidad de aquellos años. 

Así es posible ver las caravanas de mujeres, guiadas por hombres, caminando bajo el abrasante sol de tierras semidesérticas con sus burkas, que no les permiten mostrar partes de su cuerpo y las cubren de pies a cabeza u observar que no pueden ingresar a un baño público o para hablar con un médico deben hacerlo a través de un intermediario hombre.

Sin embargo, esas anécdotas fílmicas no son parte de la historia, sino que reviven ante el nuevo panorama de la nación afgana. El pasado 15 de agosto, fracciones talibanas volvieron a tomar el poder y la capital afgana, temiéndose la restauración del régimen anterior a pesar de las promesas de los nuevos líderes de cambiar las normas aunque “bajo su interpretación de la ley”.

En 2007, una niña de entonces 10 años tuvo que dejar de ir a la escuela porque en su comunidad natal, en el noroeste de Pakistán, comenzó a ser gobernada por un ala talibana. Después de esconder sus libros bajo su cama y externar su desacuerdo con lo que ocurría, a través de un blog para la BBC en el que narraba lo que ocurría en la zona, escribiendo los sucesos a mano, siendo transcritos por reporteros con acceso a energía eléctrica, fue amenazada de muerte en múltiples ocasiones hasta que un día le dispararon a quemarropa en un autobús escolar. 

Si bien las lesiones eran graves, pudo ser trasladada a Inglaterra para su atención y su recuperación. Desde allí, inició su campaña a favor de la garantía del acceso de las niñas a la educación y a recaudar fondos para impulsar proyectos educativos a favor de las jóvenes. Entre tanto, en su país, hubo una amenaza de muerte en su contra y por bastante tiempo sufrió amenazas, al igual que su familia. 

Ella se llama Malala y a partir de esos sucesos comenzó a trabajar a favor de los derechos de la mujer; obtuvo el Premio Nobel de la Paz y es una voz muy escuchada en diferentes ámbitos internacionales. Después de enterarse de los sucesos en tierras afganas, ha dicho que no se les puede fallar a las mujeres y niñas afganas, requiriendo darles protección, educación, libertad y un futuro promisorio.