Main logo

¿Qué bonita es la venganza?

La venganza es uno de los recursos más peligrosos en la comunicación política. | José Antonio Sosa Plata

Por
Escrito en OPINIÓN el

Varias de las noticias de alto impacto a nivel nacional en las últimas semanas están relacionadas con la venganza. Las reacciones en contra de quienes se considera hicieron daño en el pasado, hoy se llevan a cabo sin importar las consecuencias que tienen en el sistema político y, peor aún, sin tomar en cuenta las repercusiones negativas que producen en la sociedad.

La venganza está dominada por las emociones, no por la racionalidad. Busca provocar un daño a quien nos afectó similar o peor al dolor o a la herida que sentimos. Es una catarsis que nos motiva a reaccionar y pensar en algo que resulte efectivo. En ciertas ocasiones, no se establecen límites. Por eso, puede desembocar en delitos e incluso llegar al homicidio.

La venganza también está presente en la comunicación política. Todos los días. Pero poco se habla de ella. Los análisis e investigaciones que se han realizado son muy pocos, comparados con la frecuencia que hoy vemos actos de venganza en los medios digitales y redes sociales, que sin duda potenciaron las expresiones asociadas con este sentimiento.  

Entérate: ¿Victimización o venganza política? Así inicia la guerra por la CDMX.

La venganza siempre ha existido. ¿Cómo olvidar el “ojo por ojo” o los escarmientos que, bajo el amparo de algunas leyes, podían infringir en el pasado las víctimas de un delito a sus agresores? Abundan los ejemplos en la historia de la humanidad que muestran este tipo de acciones como un primer paso para obtener justicia, aunque su objetivo estuviera muy lejos o nada tuviera que ver con la reparación del daño.

En los riesgos políticos que se han previsto para este año, la venganza también hace acto de presencia. Algunos ya están en proceso y otros se darán en el marco de la consulta de Revocación de Mandato y las Elecciones 2022. Es obvio que los actores políticos involucrados van a negar que la venganza los esté llevando a tomar decisiones así, aunque las evidencias demuestren lo contrario. 

Lee más: Los 10 riesgos políticos para 2022 que alerta Integralia.

Para algunos especialistas, la venganza produce cierto placer. Esto explica que se le califique como dulce o satisfactoria. Sin embargo, en la actividad política es un error perder de vista el cumplimiento de objetivos solo por el hecho de sentirse bien luego de haber padecido cualquier tipo de agresión. Menos aún cuando no se calculan las posibilidades de que los hechos se reviertan.

Por otra parte, está claro que la venganza no es exclusiva de personas enfermas. El deseo de hundir a un desleal, mentiroso o agresor lo hemos tenido —más de una vez— todas y todos. Incluso, se ha demostrado que puede traer beneficios cuando se convierte en freno o disuasivo de quienes nos han dañado y lo podrían seguir haciendo. Pero en el espacio público, es absolutamente necesario establecer límites o, de plano, ignorar cualquier acción motivada por este sentimiento.

Te puede interesar: Melissa Hogenboom. Los beneficios inesperados de la venganza. BBC News, 14 Abril 2017.

La venganza dificulta la gestión del conflicto y las emociones en el nuevo espacio público. En el escándalo político encuentra su mejor caldo de cultivo. Por esta razón, quienes recurren a la venganza mediática, en tiempos de la llamada post verdad, demuestran no solo su falta de creatividad para persuadir, sino su incapacidad para debatir o confrontarse con sus adversarios a través de otros medios, instrumentos y narrativas.

Debido a lo anterior, la venganza es una acción disfuncional para la democracia. También debería serlo para el nuevo ecosistema de comunicación. Sin embargo, la realidad confirma que el contexto político actual nos ha llevado a un modelo de polarización —alentado muchas veces por las autoridades— en el que las emociones negativas dividen o desestabilizan porque se anteponen o sustituyen el diálogo sustentado en argumentos y razones. 

Consulta: Cicerón Muro Cabral. Las pasiones en política. Emociones, democracia y populismo, Trabajo preparado para su presentación en el X Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado conjuntamente por la Asociación Latinoamericana de Ciencias Políticas (ALACIP), en coordinación con la Asociación Mexicana de Ciencia Política (AMECIP) y en colaboración con el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Julio-Agosto de 2019.

El buen líder o lideresa está obligado a controlar sus emociones y a manejarlas de tal manera que contribuyan al logro de sus objetivos. Para provocarlas, primero hay que elegir las que más convienen y sentirlas. El problema es cuando se desbocan. Por eso, en cada acción es preciso alinearlas con las narrativas y el lenguaje no verbal. Por supuesto que las pasiones son indispensables porque contribuyen a la estabilidad democrática. En cualquier caso, un buen entrenamiento mediático es una de las mejores herramientas para aprender a gestionar las emociones.

El populismo ha recurrido frecuentemente a la manipulación de las emociones. Muchas veces lo ha hecho con eficacia en favor de los intereses de algunos liderazgos. Lo que algunos gobiernos no han calculado es el impacto negativo que pueden producir en la población, de manera particular en las acciones que promueven el antagonismo. Es bien sabido que cuando no se cuenta con un mapa de riesgos bien definido, la mala gestión emocional —venganzas incluidas— pueden derivar en violencia verbal o física.

Te recomendamos: José Woldenberg. "El populismo y las emociones". Andamios, Revista de Investigación Social, Volumen 18, Número 46, Junio 2021, pp. 569-572.

Al ejecutar una venganza, la verdad es lo menos importante. Por eso es considerada como uno de los catalizadores más importantes de las fake news. Y es precisamente en este punto en el que se activa uno de sus mayores riesgos. Aún más. Es frecuente observar que quien la lleva a cabo se escuda en el anonimato y filtra la información a través de terceros, sacando ventaja del malestar ciudadano, sobre todo en el marco de una crisis. 

En cualquier circunstancia, a los vengativos no les interesan las consecuencias que generan en la población al normalizar el miedo, la sensación de inseguridad y la violencia. A final de cuentas, algunos actúan como tramposos, insensibles o perversos. Otros más parecen o resultan ser auténticos sociópatas. Por desgracia el resentimiento, el enojo o la frustración de la gente facilitan sus reacciones hasta hacer de la venganza uno más de los usos y costumbres de las sociedades.

Lee también: Paolo Cossarini. "Populismo, acción política y emociones. Líneas de intersección". Anales de la Cátedra Francisco Suárez 53, 2019, pp. 79-95.

Personajes políticos y consultores tenemos que rechazar la venganza como un instrumento legítimo de nuestras actividades. Aunque parezca perogrullo, en política la venganza no es “bonita”. Tampoco Dios “nos la concede”. Ni “el destino todo cobra y nada olvida”. No la alentemos. No rompamos más los equilibrios democráticos ni alentemos la violencia como forma de vida. Para mantener y promover una vida pacífica y de confrontación civilizada, existen demasiadas opciones legítimas y efectivas en la lucha por el poder. 

En democracia, el conflicto, el disenso y las crisis derivadas de éste se pueden gestionar con recursos pacíficos, creativos y de alto impacto. En primer lugar están el marco jurídico y las instituciones. A pesar de la corrupción y las imperfecciones de las leyes, no podemos hacerlas a un lado para lograr la justicia. También contamos con las herramientas del diálogo, la negociación, la persuasión, la retórica y el debate civilizado.

Recomendación editorial: Rafael Bisquerra. Política y emoción. Madrid, España: Editorial Pirámide, 2017.