Main logo

Pugna por América Latina y demás países en desarrollo

China y Estados Unidos parecen querer expandir o recuperar, dependiendo de quien se trate, sus zonas de influencia. | Alicia Fuentes

Por
Escrito en OPINIÓN el

Para nadie es ajeno que a lo largo de los años América Latina ha tenido un peso importante por sus recursos naturales y demografía; y en años recientes, su geografía ha sido aprovechada para facilitar la conexión entre el Atlántico y el Pacífico. Con esto en mente y considerando la abierta competencia comercial entre China y Estados Unidos, ambas potencias parecen querer expandir o recuperar, dependiendo de quien se trate, sus zonas de influencia. 

Por ejemplo, el dragón asiático ha ido consolidando una fuerte presencia en Latinoamérica a través de inversiones calculadas en 83 mil millones de dólares entre 2005 y 2020, dinámica que ha llevado a que la inversión directa de China en la región pasara de 1.7% entre 2005 y 2009 a 16.3% entre 2015 y 2019. Toda esta inversión se está produciendo a través de una estrategia de compras de empresas locales y de participación en licitaciones públicas que hoy por hoy constituyen la modalidad más grande de inversión china, además está desarrollando nuevos proyectos, contratos de construcción y concesiones, especialmente en países como Brasil, Perú, Chile, Uruguay, Venezuela y Argentina y en aquellos sectores que no han sido del interés estadounidense durante las últimas dos décadas. Además, hoy en día China ya cuenta con la integración de 19 países latinoamericanos en su más ambicioso proyecto denominado la nueva Ruta de la Seda.

Por su parte, desde que en 2013 el presidente de China, Xi Jinping, anunció el proyecto de la nueva Ruta de la Seda, Estados Unidos y los demás países del G7 comenzaron a externar su preocupación por la influencia política, económica, tecnológica y militar de China en Asia, África y Europa sin presentar alternativas ante el avance chino. Fue el polémico Donald Trump el que en el marco de las estrategias de expansión chinas enfrentó al plan Made in China 2025 con el que China ha avanzado como potencia tecnológica en áreas como la aeroespacial, información, robótica, transportes marítimo y ferroviario, energía y medicina. Como era de esperarse, la implementación y los efectos de este plan se convirtieron en la manzana de la discordia con el gobierno de Trump y uno de los motivos de las disputas comerciales entre Estados Unidos y China que se manifestaron con los conflictos por la tecnología 5G, la empresa Huawei y más recientemente entre las industrias de semiconductores, y que hoy se han transformado en una pugna por el liderazgo tecnológico global. 

A diferencia de Trump, el presidente Joe Biden, recién comenzado su mandato, emitió una orden ejecutiva sobre las cadenas críticas de suministro para impulsar la producción al interior de Estados Unidos de ciertos elementos para semiconductores, baterías, productos farmacéuticos, minerales críticos y materiales estratégicos de los que Estados Unidos depende de las importaciones. 

Hacia el mes de junio pasado durante la reunión del G7 celebrada en el Reino Unido, Biden propuso una alternativa contra la Ruta de la Seda, la iniciativa Build Back Better World (B3W). Para noviembre, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático (COP26) varios líderes mundiales se congregaron para afinar los compromisos de la iniciativa para “Reconstruir Mejor el Mundo”, como sería su traducción en español, a través de la cual se destinarán 40 mil millones de dólares para el desarrollo de infraestructura en países de América Latina, África y Asia. 

Todo indica que Latinoamérica será la punta de lanza de la competencia entre la B3W y la nueva Ruta de la Seda, pero tomar partido por la estrategia china o la estadounidense sería un error de inicio ya que aunque los planes de expansión chinos y de recuperación de la influencia estadounidense en América Latina difieren en alcance y financiamiento, son complementarias, pues mientras la Ruta de la Seda se centra en el desarrollo global de infraestructura tradicional como puertos, carreteras, ferrocarriles, centros de logística y distribución y plantas de energía; la B3W se enfoca en infraestructura para la educación, el medio ambiente, atención médica, igualdad de género y la tecnología digital. 

Si bien una primera lectura geopolítica de la iniciativa B3W representa un regreso de Estados Unidos a América Latina, y con ello retomar la política del buen vecino, también significa una oportunidad para la región pese a que actualmente ésta representa espacios diferenciados de influencia pues mientras que en América del Norte, México, a través del T-MEC, se ve en cierta forma limitado para establecer relaciones con economías que no sean de mercado, Centroamérica y el Caribe es una zona fundamental para la seguridad estadounidense, no así América del Sur en dónde China ha logrado una posición privilegiada de la que aprovecha sus recursos energéticos y rutas comerciales. 

Aun así, la pugna entre China y Estados Unidos por América Latina está en marcha, y su punto más caliente es Taiwán pues nueve de los 15 países que aún mantienen relaciones diplomáticas con esa provincia son latinoamericanos. 

En términos de oportunidades para los países latinoamericanos y demás países en desarrollo, el despliegue de herramientas de poder blando como el comercio y la asistencia para el desarrollo por parte de China y Estados Unidos deben ser considerados inteligentemente para obtener mayores beneficios de la guerra comercial, tecnológica y geopolítica entre las dos potencias más fuertes del mundo.