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Presupuesto Base Cero III (Todos ponen)

Un gobierno eficaz, transparente, responsable y confiable, que actúe bajo el predominio de la ley, es la base de un desarrollo sostenible, no el resultado de éste. Kofi Annan

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Escrito en OPINIÓN el

La propuesta de borrón y cuenta nueva sobre el presupuesto nacional anunciada por el presidente Enrique Peña Nieto y por el secretario de Hacienda Luis Videgaray, también llamada Presupuesto Base Cero (PBC), ha sido tomada, en el mejor de los casos, con reservas debido a su complejidad técnico-financiera, jurídica, pero sobre todo política. La razón es que cada peso del presupuesto nacional tiene “dueño” y evidentemente todo mundo pretende que en lugar de recortes, haya incrementos.

 

No obstante su complejidad, la propuesta del PBC es digna de encomio, si se llegara a implementar sería de mayor trascendencia que la hazaña de las reformas logradas.

 

Es una propuesta audaz, resultado de lo que ya se veía venir pese a que nos habíamos hecho de la vista gorda: El petróleo ha dejado de ser la principal fuente de financiamiento del presupuesto y las necesidades y rezagos se acumulan.

 

Para muestra un botón: Según datos de la Secretaría de Hacienda, en seis años se ha duplicado el pago a jubilados, al pasar de 255 mil en 2008  a más 500 mil millones de pesos en 2014, lo que augura que en seis años más, el pago de pensiones representará cerca de la tercera parte del presupuesto.

 

Entre las dificultades para implementar el PBC, la más importante indudablemente es de carácter político, será mayor a las enfrentadas en el proceso de aprobación de las reformas originadas en el Pacto por México.

 

De entrada es necesario un amplio despliegue de negociación y concertación para convencer de la necesidad y alcance de esta medida a presidentes municipales, gobernadores, partidos políticos, legisladores estatales y federales, líderes sindicales, empresarios, universidades, organismos autónomos y descentralizados,  al Poder Judicial y a todo el entramado de la administración pública federal.

 

Éste es el paso más trascendente y el más difícil de lograr, a la vez es condición sine qua non para que el anuncio no vaya a quedar en un fracaso del gobierno; por el contrario si se logra el consenso y respaldo social, se convertiría en un logro de trascendencia histórica para el país, que podría ser comparado nuevamente con el Pacto de la Moncloa en España, en donde además del acuerdo político, medió el consenso sobre cómo distribuir y ejercer el presupuesto a través del Programa de Saneamiento y Reforma de la Economía.

 

El Pacto por México fue el acuerdo político. La negociación que se propone daría lugar al Pacto o Acuerdo Económico, mismo que el gobierno por sí solo no lograría.

 

La situación actual de desconfianza y la deficiente efectividad en la distribución y gasto del presupuesto podrían encontrar el camino a la solución desde el PBC, que se constituiría adicionalmente en el relanzamiento para la segunda parte del gobierno del presidente Peña Nieto, poniendo por delante las fortalezas y debilidades del país antes que en los intereses de cada uno de los supuestos “dueños” del presupuesto.

 

Este y no otro sería el arreglo institucional y político que le daría razón, causa y sentido al PBC con sus ritmos y tiempos de implementación.

 

Las PRIORIDADES NACIONALES y no el recorte o sustitución de programas, deben ser el motivo y fundamento del PBC. A reserva de ahondar en ellas en la próxima entrega, me atrevería a registrar las siguientes preguntas:

 

¿Qué tendrá mayor prioridad, atender a los pobres extremos o pagar la deuda del Fobaproa?

 

¿La pensión universal o los intereses sindicales?

 

¿Atender a los jóvenes “ninis” o el presupuesto de seguridad?

 

La respuesta debería ser TODOS PONEN.

 

Y si usted, lectora, lector querido, no tienen inconveniente, muchas gracias por sus amables comentarios y aportaciones, nos leemos el próximo jueves.

 

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