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Posverdad y #covid-19

Se sabe que este nuevo coronavirus permanecerá entre nosotros, y la epidemia de mala información también permanecerá entre nosotros. | Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

¿El coronavirus se produjo en un laboratorio en China? ¿Se ocultaron casos?  ¿Existe o no el coronavirus? ¿Las cifras que se difunden son falsas y hay muchos más casos de los que se han dado a conocer? ¿El vinagre, el cloro, el alcohol previenen de una infección del Sars-2? ¿Están dando apoyos económicos a todas las familias? ¿Ya hay un nuevo virus en China?

Estas son preguntas que se discuten todos los días en las redes sociales, donde el hashtag #Covid19 se convierte en tendencia cuando un comentarista de televisión cuestiona públicamente a las autoridades sanitarias mexicanas o por la transmisión de un concierto en el que participan todas las estrellas del firmamento internacional del espectáculo o por qué se denuncian fiestas y reuniones en algún domicilio a pesar del urgente llamado global a no salir de casa, salvo en situaciones excepcionales.

A partir de marzo, la vida de millones de personas cambió cuando se consideró que para poder detener la infección del coranavirus Sars–Cov-2, el cual provoca la enfermedad de covid-19, era necesario que las personas mantuvieran un confinamiento en sus hogares para evitar el mayor contacto posible y así reducir la posibilidad de nuevas infecciones. Medida que, hasta el momento, ha propiciado que cuatro mil millones de personas estén en sus casas.

Ante este panorama, las redes sociales se han convertido en un espacio donde la información viaja a velocidades muy altas, diseminándose mensajes en pocos segundos en muchos rincones del mundo. Este contexto que se vive no sólo es parte de una pandemia sino de una infodemia, un término acuñado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para explicar la sobreabundacia de información existente, mucha de la cual no es necesariamente verdadera o está totalmente sustentada o es difícil de verificar.

Esta saturación de información puede provocar miedo y pánico como lo ha señalado el propio organismo internacional regulador de las políticas públicas de salud y podría considerarse que es la máxima expresión actual de un fenómeno que desde hace varios años ha representado uno de los mayores retos en materia de derecho a la información, considerado como la posibilidad atraerse información, informar y ser informado, la posverdad.

Dicho término, reconocido como palabra del año en 2016, puede entenderse como “las circunstancias en que los hechos objetivos son menos importantes a la hora de modelar la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales” y basa su efectividad en la posibilidad de la diseminación de información falsa o no comprobada a través de las redes sociales. 

Su fuente primaria son las noticias falsas o “fake news”, que de acuerdo con la Federación Internacional de Periodistas, son historias sensacionalistas fabricadas que alcanzan a una gran audiencia mediante el uso de algoritmos de redes sociales, permitiéndose la distribución del contenido más relevante para cada usuario, logrando que la información que se le muestra a cada persona esté condicionada y filtrada.

De acuerdo con Kuklinski, esta manipulación de la información proviene de la comunicación política, que utiliza medias verdades o directamente mentiras estratégicas para construir una base electoral o, peor aún, consolidar una idea política, siendo el mejor ejemplo de ello, Donald Trump, quien durante su campaña para obtener la presidencia de los Estados Unidos, según diferentes portales de verificación de información, difundió mentiras en 70 por ciento de sus mensajes políticos. 

Una situación que no ha cambiado en demasía, pues el jueves pasado, en conferencia de prensa sobre el covid-19, el presidente estadounidense indicó que una inyección de productos de limpieza desinfectantes podría ayudar a  “noquear en un minuto” al coronavirus o pidió la posibilidad de contemplar el uso de luz solar al interior del cuerpo humano o a través de la piel para erradicar el virus, ante la no sustentada evidencia de que la luz solar “mata” al coronavirus.  

En el caso de los desinfectantes, la OMS ha señalado en repetidas ocasiones que estos sólo sirven para limpiar superficies. De igual manera, ha explicado que la exposición a la luz solar no es un mecanismo de prevención contra el coronavirus. El organismo también ha desmentido que el virus haya sido creado en un laboratorio en China o sea parte de una guerra bacteriológica. Y si ha mencionado que se ha reconocido un caso de hantavirus en China, pero este es un virus aislado desde 1978 y conocido desde la década de los 50, que de acuerdo con experiencias previas, no es factible que desate una pandemia.   

El fin de la pandemia por covid-19 aún está lejos de definirse y se mantiene en la incertidumbre, pues aún se desconoce en qué momento podría considerarse que está controlada esa tasa desaforada de nuevas infecciones, que ya alcanza a más de dos millones de personas. Se sabe que este nuevo coronavirus permanecerá entre nosotros por lo que se están diseñando vacunas y medicamentos para su tratamiento. Desafortunadamente, esa epidemia de mala información también permanecerá entre nosotros, y ha afectado en diferentes ámbitos, desde hace varios años, múltiples aspectos de la vida política y social. 

A diferencia de los tratamientos médicos, que son desarrollados por investigadores y pasan múltiples pruebas antes de estar a disposición del grueso de la población, el mayor contrapeso en contra de la permanente desinformación está en nosotros si cambiamos nuestros hábitos de consumo de información dejando de leer notas con títulos sensacionalistas; no compartiendo o dando me gusta a contenidos que consideremos dudosos; verificando la información en diferentes fuentes antes de formarnos una opinión sobre un determinado tema; seleccionando mejor los medios de comunicación que vamos a consultar; investigando quiénes dicen o sustentan los dichos y ejerciendo el derecho de las audiencias, principio legal sustentado en la pluralidad de ideas y la veracidad de la información.