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¿Por qué tanta incredulidad?

Todos sabemos que los políticos están en los niveles más bajos de confianza, credibilidad y popularidad.

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Escrito en OPINIÓN el

El informe del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) sobre lo ocurrido con los 43 normalistas de #Ayotzinapa sembró nuevas dudas sobre la versión oficial del Gobierno de la República. ¿Qué impide que el caso se cierre si ya se dio a conocer la "verdad histórica" del trágico caso?

 

Creer o no creer

 

Desde siempre, las instituciones públicas y los personajes que las dirigen son motivo natural de controversia, de acuerdo y desacuerdo en lo que dicen y hacen. Es una realidad que en todos los países, amplios sectores de la sociedad desconfían de sus gobernantes.

 

Se vale soñar

 

Lograr el consenso en #ComunicaciónPolítica es, simple y sencillamente, un ideal, una aspiración, un sueño. En los sistemas democráticos la clave está en gestionar el disenso. El conflicto y la crisis son parte de la normalidad y hay que enfrentarlos.

 

¿De qué lado estás?

 

El rechazo de las versiones oficiales no se explica por la fortaleza, calidad o evidencias con que la autoridad presenta los argumentos. Para empezar, los ciudadanos que se ubican como opositores no creerán ni aceptarán ninguna postura oficial, aunque en el fondo sientan que existe razón.

 

Ni todos parejos ni todos chipotudos

 

Por otra parte, las "verdades" jurídicas son difíciles de transmitir por la complejidad del lenguaje de leyes y abogados, porque surgen de la controversia y por la afectación que hay de los intereses de una u otra de las partes en conflicto. Por lo tanto, la "verdad" comunicacional siempre resulta subjetiva y se caracteriza por la división y el desacuerdo.

 

Los detonadores

 

Las investigaciones más recientes demuestran que la falta de credibilidad en las autoridades y voceros tiene su origen en la relevancia adquirida por el escándalo, la confrontación y la polémica en el espacio público y en la agenda establecida por los medios de comunicación. Los tres fenómenos son disruptivos e implican una transgresión de las normas y valores vigentes dentro de la sociedad.

 

Guerra de valores

 

El déficit de la credibilidad se acentúa —por lo tanto y de manera sensible— cuando los conceptos predominantes en la batalla mediática son corrupción, mentira, agresión, violencia o guerra en lugar de honestidad, verdad, diálogo, conciliación o paz. El efecto va directo a las emociones negativas del ciudadano. Cuando esto sucede, la credibilidad y la confianza se desploman.

 

Siguen en el sótano

 

Las encuestas así lo confirman, pero poco se ha hecho al respecto porque aún no se termina de entender cómo operar con mayor eficacia los procesos comunicacionales en la actualidad. Más aún con la fuerte presencia de las #RedesSociales. Todos sabemos que los políticos están en los niveles más bajos de confianza, credibilidad y popularidad, y así seguirán mientras no se cambie el actual paradigma.

 

Nuevos medios, pero más de lo mismo

 

Sin embargo, a la hora de actuar siguen predominando los mensajes, medios e instrumentos con características tradicionales. A manera de ejemplo, ¿qué tanto siguen apoyando las conferencias de medios en las que importa más el posicionamiento unilateral y vertical que el mensaje y las expectativas de los diferentes audiencias de la sociedad a la que están dirigidos? ¿Qué beneficios le reditúa al gobierno interactuar en Twitter con contenidos similares a los que se manejan en los comunicados de prensa de hace 50 años?

 

El costo de la incongruencia

 

Además, a la hora de diseñar la comunicación política subsisten diversos mensajes, señales y uso de símbolos contradictorios. En el amplio espectro de la información cotidiana, no existe consistencia entre lo que se dice, la forma en que se dice y los entornos en los que se dice.

 

¿Se ve la luz al final del túnel?

 

El costo del manejo mediático de la tragedia de Ayotzinapa ha sido alto. El caso seguirá abierto por mucho tiempo. La solución jurídica llegará más pronto que la solución comunicacional y de imagen. Las campañas electorales y la disputa por el poder no lo permitirán.  Al hecho se incorporan nuevos casos y más escándalos. ¿Hasta dónde podrá resistir el Gobierno?

 

¿Qué hacer?

 

Para que los políticos sean fuente de información creíble y que inspiren mayor confianza es imprescindible:

 

  1. Hacer ajustes de fondo en la forma de elaborar los diagnósticos, las estrategias, el diseño de los mensajes, los procesos de entrenamiento mediático y la forma de operar e interactuar con todos los medios de comunicación.

 

  1. Redefinir los términos de la agenda. A pesar de todo, el gobierno mantiene la capacidad de marcar agenda y, con ello, la discusión y confrontación que gira en torno a los valores.

 

  1. Recuperar el camino de la congruencia. Para lograrlo, se deben tomar decisiones firmes, audaces y sin precedente. En política, no es suficiente ser capaz y honesto, hay que parecerlo. El efecto será mucho mejor si se toma la decisión de adecuar medios e instrumentos a las características que demanda la nueva comunicación política.

 

¿Qué se puede lograr con lo anterior?

 

Impactar en forma contundente sobre la razón y las emociones del ciudadano. Ganar su confianza con argumentos sustentados con hechos, en un marco de transparencia y rendición de cuentas sin precedente. Tal vez no se convenza a todos, pero sí habrá un cambio sustantivo en la correlación actual de fuerzas.

 

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