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¿Podrá ganar la #Izquierda en 2018?

El tema reapareció en la agenda por dos motivos. El primero, por los debates que se están dando en el #EncuentroInternacional de la #Izquierda Democrática. El segundo, por la declaración de Andrés Manuel @lopezobrador_ en el sentido de que "si lo quiere la gente y estoy vivo, voy a participar de nuevo como candidato a la Presidencia en el 2018".

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Escrito en OPINIÓN el

Hasta ahora, las opiniones están divididas.

Mientras unos consideran que cumplir la misión es prácticamente imposible por los errores cometidos en las últimas dos elecciones presidenciales, otros piensan en la necesidad de que la Izquierda "renueve sus ideas para convertirla en una opción de gobierno nacional y federal".

Como todos sabemos, el asunto no es tan sencillo.

Y va más allá de las ideas. Uno de los puntos que se lesigue cuestionando con dureza a la Izquierda es el relacionado con las divisiones y conflictos internos que ha vivido siempre, lo que ha provocado rupturas, distanciamientos y guerras despiadadas.

En la lucha interna por el poder parece que no hay límites.

Por si fuera poco, también se ha aceptado su incapacidad para "conformar una Izquierda plural y democrática como la que ha triunfado en Ecuador, Brasil, Argentina y en Europa en otros países".

Así lo reconoció Jesús Ortega (@jesusortegam).

En una visión autocrítica rara vez mostrada por un líder, agrega que la "Izquierda extremista y polarizante no va a ganar porque no suma a la mayoría de la población, sólo a la parte con que es totalmente coincidente".

En otras palabras, que sólo contarán con el voto duro.

En contraste, asegura que están "preparados para gobernar" (¿qué no lo están haciendo ya en algunos lugares como el DF?), pero lo que falta es demostrara los ciudadanos "que somos una alternativa y no sólo actores políticos testimoniales".

Sin embargo, lo que no deja claro es:

Uno, cómo detener y revertir el problema de percepción que existe con la división. Dos, cómo sustituir el extremismo y la polarización por una política plural y convergente. Y tres, cómo diseñar y operar una estrategia política y comunicacional que los lleve al triunfo electoral si es que se logran resolver los dos dilemas anteriores.

La reflexión desde dentro y fuera sí ha existido.

Las conclusiones son contundentes. Han fallado la negociación, el acuerdo y el consenso para mejorar su imagen. Tampoco ha funcionado el diseño y operación de las estrategias político—electorales, sobre todo cuando han estado tan cerca de alcanzar el objetivo. Ha fracasado, por lo tanto, su comunicación política.

Los problemas de la Izquierda no son exclusivos ni excepcionales.

Los padecen todas las instituciones y partidos políticos. Es lo natural en la lucha por el poder. La diferencia radica en cómo son procesados los conflictos internamente, en cómo trabajan su imagen los líderes y en cómo actúan los partidos sobre el terreno de las percepciones, tanto las que tienen los aliados como sus adversarios.

También las que recibe la ciudadanía a través de los medios.

Cierto es que la Izquierda ha tenido que navegar, muchas veces, contra la corriente. Es verdad que ha padecido embates violentos y desproporcionados en algunos procesos electorales. Pocos dudan que, de haber corregido a tiempo, ya habría llegado al Poder Ejecutivo.

El gobierno del DF ha sido una plataforma útil.

Por un lado ha incrementado sus niveles de competitividad. Por el otro, le ha permitido la proyección a nivel nacional que requiere un trabajo de tal magnitud. Sin embargo, lo que aún no queda claro es la forma en que el gobierno de Miguel Ángel Mancera incidirá durante los próximos cuatro años, mas aún si se considera la problemática que ha enfrentado y el descenso en sus niveles de popularidad.

Si la Izquierda quiere ganar, no hay espacio para las lamentaciones.

Juan Ramón de la Fuente dijo que la Izquierda está “urgida” de un nuevo discurso y una nueva narrativa de “total apertura”, acompañada del compromiso “ineludible” con la democracia. Yo agregaría que le urge además replantear su modelo político-comunicacional.

En democracia, la unidad es imposible.

Pero lo que sí deben cambiar son los procedimientos con que se procesan la división y el conflicto y, sobe todo, la forma de comunicarse con la sociedad. Las estrategias de comunicación tradicionales no han redituado los beneficios esperados. ¿Estarán los líderes de la Izquierda dispuestos a hacer un diagnóstico a fondo y sacrificar algunos de sus intereses particulares?

Lograr un nuevo esquema de acuerdos es prioritario.

El pragmatismo lo exige si en verdad quieren mantener la pluralidad y los equilibrios políticos que necesita el país. Con ello, estarían dando un paso sólido para ganar, por vez primera, la Presidencia de la República.

¿Será en 2018?

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