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¿Podemos contar con proyecto de ciudad?

La construcción de un proyecto común requiere compartir objetivo y estrategia, las diferencias políticas deberían impactar lo menos posible. | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

Conforme avanzan las campañas políticas crece la confrontación, pero en este caso, además, con la polarización impuesta por el Presidente de la República, sufrimos el desgaste de las instituciones electorales y el Poder Judicial, y podríamos padecer por lo menos tres meses de incertidumbre y polarización crecientes, luego de las elecciones.

Algunos de los temas que han sido recurrentes en esta campaña son los programas sociales. De un lado, Morena ha tratado de construir la idea de que si la oposición obtiene mayoría, los programas sociales de este gobierno serán cancelados; del otro, en la propuesta aliancista se recuperan programas del pasado con amplio reconocimiento social: el seguro popular, las estancias infantiles y la participación de asociaciones civiles dedicadas a la salud.

Yo no soy especialista en política social, pero por lo menos puedo interpretar que si oposición y morenismo tienen dos perspectivas de los programas sociales es que no hay un consenso como país en esta materia. Sin duda sería mejor que lo hubiera.

Cualquier candidato puede alzar la voz y decir: Voy por un sistema de salud universal y gratuito, algo que sería muy deseable. Suecia o Canadá inspiran. Sin embargo, un sistema así necesita una estrategia, tanto para el financiamiento, como de cobertura geográfica de servicios y formación de profesionales de la medicina y el cuidado. Es muy probable que la idea de una cobertura universal de servicios de salud genere consensos, donde no los habrá es en esa estrategia.

La construcción de un proyecto común requiere compartir objetivo y estrategia, las diferencias políticas deberían impactar lo menos posible. En este momento, no obstante, la gran dificultad es que los discursos están confrontados, por lo superficial, a niveles irreconciliables. Morena tiene una perspectiva de política social que no obedece a las reflexiones que habían existido antes de 2018. Las transferencias directas no estaban descartadas, pero tampoco eran vistas como el eje de la política social, menos, a costa del desmantelamiento de acciones medibles de política pública.

Sin embargo, independientemente de estas diferencias, es un error creer que “los otros” sólo quieren el beneficio propio y no el del común de la población. Así sea bajo premisas falsas, todos los proyectos aspiran al bien común. Esto es algo difícil de entender. El presidente López Obrador ha construido de manera simplista el argumento de que la Alianza Va por México sólo desea restaurar un régimen de corrupción, así como desde la Alianza se desdeñan las intenciones del morenismo. Puede haber élites malintencionadas, pero en realidad las militancias y buena parte de los liderazgos sí buscan el bien común, lo que no juzga que tomen la ruta adecuada.

En esta lógica de que cada actor político se cree poseedor de la verdad, México nunca terminará de construir proyectos de estado o de ciudad para resolver sus problemas de largo plazo. Claramente estamos equivocando la metodología nacional y reiterando la confrontación no sólo cada elección, sino también cada día. Las campañas serán iguales mientras no nos replanteemos una metodología distinta, y los gobiernos tendrán mayores posibilidades de fallar que dejar satisfechos a sus electores.

Los mexicanos tenemos que encontrarnos. Una cosa es la confrontación electoral y otra el ejercicio del poder. Cada presidente municipal, cada gobernador, y por supuesto el presidente de la República, debería ver en los opositores a los aliados de un proyecto de mayor alcance. Mientras esto no ocurra, nuestros problemas se repetirán de forma decadente. No hay posibilidad de proyecto de nación, no hay posibilidad de proyecto local, no hay posibilidad de proyecto de política social, de transporte o de economía. Dos mundos irreconciliables estarán confrontados elección tras elección, asumiéndose poseedores de la verdad. Cada elección será más dantesca que la anterior.

Asumamos que hoy los incentivos electorales están trazados hacia una confrontación por lo superficial. Eso no significa que no podamos replantearnos la forma en que hacemos campaña, ni el rol de los institutos electorales para crear cultura democrática. Lo que sí puede ser distinto es la forma en que oposición y gobierno conversan los problemas públicos, sobre todo si quien gobierna se flexibiliza a favor de encontrar soluciones consensuadas; y quien no gobierna antepone el interés común al contraste con el bloque en el poder.

Hoy participo en una campaña política, la de Giovani Gutiérrez por Coyoacán, estoy convencido de lo que hago, a quién apoyo, y me encanta el toque alegre y propositivo que ha impregnado a su campaña. Sin embargo, asumo que su probable triunfo no significará nada en el futuro de Coyoacán si no se asume gobernante de todas las personas de Coyoacán y si no empieza a construir política pública con una perspectiva de incluir en su diseño a los contrarios. Lo que reclamo para mi candidato es lo que creo que debería ocurrir en todos los rincones del país, que reconozcamos una mala arquitectura de confrontación electoral, pero que los ganadores asuman la obligación de sumar y no restar a sus opositores a partir de que lleguen al poder.