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¿Periodistas incómodos?

Los periodistas sometidos, sumisos, débiles o sin profesionalismo no aportan nada a la sociedad. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

La confrontación entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y algunos periodistas no debería ser motivo de preocupación. Los conflictos entre poderes son normales en democracia. Sin embargo, llama la atención la frecuencia y el tiempo que el primer mandatario dedica al tema, la dureza de sus argumentos contra las y los comunicadores y el enojo que muestra ante los temas noticiosos que le afectan directamente.

No hay duda que el presidente ve a ciertos comunicadores como enemigos o adversarios. Tampoco que algunos cuestionamientos obedecen a intereses políticos que pretenden dañar su imagen. Pero también es cierto que no todas las informaciones y opiniones difundidas están alejadas de las más estrictas normas y lineamientos éticos de lo que es el trabajo periodístico.

Está claro además que el presidente López Obrador no se puede quedar callado ante lo que considera son calumnias o noticias falsas. Tiene el derecho de reaccionar, opinar y proceder contra quienes, desde su perspectiva, no se apeguen a la ley o a la verdad. Es más. Está obligado a responder como parte de los procesos de transparencia, derecho a la información y rendición de cuentas.

Por si no lo leíste: No hay pruebas contra mi hijo, asegura López Obrador.

En el nuevo ecosistema de comunicación, los medios se han fortalecido como actores políticos —y económicos— de los sistemas democráticos. Son grupos de poder que influyen en los distintos poderes del Estado. En el mismo sentido, inciden con fuerza en el poder de decisión que tiene la ciudadanía. Muy lejos quedaron los tiempos en los que se les concebía como intermediarios entre gobierno y sociedad, o como la manifestación más compleja y sofisticada de la libertad de expresión.

Por otra parte, los medios son el filtro a través del que se decanta y expresa la pluralidad política y la diversidad de intereses que existen no solo a nivel nacional sino internacional. Con una nitidez nunca vista, el contrapoder que representan los nuevos medios es resultado de la paradójica concentración de las grandes corporaciones y plataformas en unas cuantas manos, al tiempo que se construye a paso acelerado la mayor diversidad de fuentes informativas e interacciones horizontales que hoy permiten las redes sociales 2.0.

Consulta: Diana Owen. "El papel de los nuevos medios en la política", en La Era de la Perplejidad. Repensar el mundo que conocíamos. Madrid, BBVA, 2017.

La fusión y los acuerdos entre los medios tradicionales y los nuevos cambiaron el funcionamiento de las instituciones públicas y los equilibrios de poder que tenían a finales del siglo pasado. Hoy, el trabajo periodístico tiene que ajustarse a otras técnicas de producción, investigación, narrativas y consumo. Por lo tanto, los personajes públicos deben adaptarse a la nueva realidad, caracterizada por la difusión de información sin la intervención permanente de revisores o censores.

Como consecuencia de lo anterior, la noticia y la opinión periodística desembocan en conflictos más frecuentes, intensos y escandalosos entre los poderes públicos y mediáticos. Los ataques entre unos y otros no son exclusivos de nuestro país. Están presentes, con mayor o menor intensidad, en todos los países democráticos. También nos estamos acostumbrando a ver más información trivial, alterada o falsa, lo que facilita los enfrentamientos. 

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Tal vez lo que más llama la atención en México —en el contexto de la pandemia— es el alto grado de incomodidad, descontrol y enfado que muestra el presidente ante las y los periodistas que no opinan, investigan o difunden las noticias como él quisiera. ¿Acaso son reacciones impensadas o fuera de control? Por momentos, parecería que no está midiendo las graves consecuencias que podrían tener sus palabras en la seguridad personal de las y los comunicadores que cuestiona directamente.

Polarizar con las y los comunicadores no es la mejor estrategia para tener una prensa democrática. El desacuerdo, la imposición de agenda y la aclaración de hechos se pueden y se tienen que expresar en forma civilizada, sin afectar las reglas escritas y no escritas de la lucha por el poder. El diálogo, el debate y la denuncia de calumnias o noticias falsas por las vías mediáticas, jurídicas e institucionales constituyen la mejor fórmula posible en democracia.

Lee más: Blanca Lilia Ibarra Cadena. Por un ejercicio periodístico seguro y libre. Opinión La Silla Rota, 6 febrero 2022.

Influir en las percepciones de la gente es un objetivo político que no se puede olvidar ni minimizar en ningún sistema político. Los tienen los personajes políticos. Los tienen las y los comunicadores. Es lo normal. Pero de ahí a pretender tener el control de las agendas y evitar las opiniones críticas sería tanto como vivir en un régimen autoritario. Los gobiernos populistas lo buscan, pero los nuevos medios se los dificultan, afortunadamente.

La democracia necesita periodistas incómodos. Sin embargo, para que sean efectivos y útiles a las audiencias a las que se dirigen, deben ser profesionales, apegarse a la verdad y tener bien claros los intereses a los que responden. Por supuesto que se vale recurrir al infoentretenimiento o la noticia espectáculo. Incluso al escándalo para tener mayores y mejores coberturas.

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En cuanto a los propietarios de las grandes plataformas tecnológicas y medios, lo recomendable es que exploren un mayor equilibrio entre sus intereses comerciales legítimos y la función de servicio público que tienen de informar amplia y verazmente a la ciudadanía. En años recientes se ha demostrado, en distintos momentos, que es posible. Como cajas de resonancia, los medios y las redes sociales se pueden mantener también en un marco de respeto a la diversidad y la pluralidad. 

El conflicto entre el poder político y los medios es inevitable. Lo que no es funcional para ningún sistema político —ni para los medios de comunicación— es que las y los periodistas sean sumisos, débiles, temerosos o estén sometidos a otros poderes. La libertad para investigar y opinar es un derecho, pero también una obligación. Y para que todo funcione mejor y cumplan con su responsabilidad, el Estado debe garantizarles sus derechos, pero sobre todo su seguridad. ¿Por qué no hemos visto aún la voluntad política para rectificar?

Recomendación editorial: Juan Carlos Suárez Villegas y Jesús Cruz Álvarez (editores). Desafíos éticos en el periodismo digital. Madrid, España: Editorial Dykinson, 2016.