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Peña Nieto en la distancia

Presencia en París de dos terceras partes del gabinete presidencial en la mayor crisis de este gobierno abonó a la percepción de abdicación y desapego.

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Escrito en OPINIÓN el

“París bien vale una misa” consideró Enrique de Navarra para abjurar del protestantismo y reinar como católico en Francia. Y “Siempre tendremos París”, dijo Rick Blaine (Humphrey Bogart) a Ilsa Lund Laszlo (Ingrid Bergmar) en “Casablanca”, aduciendo que siempre habría un París en su futuro, por más azaroso que les resulte el presente.

 

Entre una y otra frase se debió debatir Peña Nieto al ser informado de la fuga de Guzmán Loera: Suspender la visita de Estado a Francia o cumplirla delegando en segundas manos la hecatombe en casa.

 

Inútil será discutir las bondades entre una y otra opción. La decisión se tomó por quien debía tomarse y ahora sólo queda afrontar las consecuencias.

 

La primera lectura de lo decidido por Peña Nieto es de distancia. El presidente puso distancia al problema. No digo que no haya estado al tanto segundo a segundo del suceso, pero sí que la percepción que se dio fue de desafección, de relegar el problema, de indolencia. Esta apreciación de distanciamiento y desconexión de los problemas se perfila como la marca del sexenio.

 

Poco ayudaron las notas que distinguieron la gira por Francia, más propias de tabloides de “Rich & famous” que de una agenda de Estado; pero de ello no puede culparse a Peña Nieto. Lo que sí se le puede atribuir es haber evitado el tema cuando en México todo era crisis. Bien pudo acompasar sus actividades diplomáticas con señalamientos que lo conectarán con el sentir y la preocupación de los mexicanos. Al no hacerlo, y al privilegiar los medios mexicanos, las notas de sociales por sobre las políticas, se creó la impresión de un presidente ausente, omiso, ajeno y volcado a la frivolidad.

 

Se me dirá que es percepción y lo admito; pero si alguien ha privilegiado la percepción por sobre los hechos ha sido este gobierno y es en la guerra de las percepciones donde acumula sus mayores déficits.

 

Se alega que se firmaron 60 convenios, pero no han podido posicionar uno sólo en la opinión pública, dejando la impresión que apostaron más al número que a los contenidos.

 

La presencia en París de dos terceras partes del gabinete presidencial en la mayor crisis de este gobierno, también abonó a la percepción de abdicación y desapego.

 

En su ausencia, Peña Nieto encargó el asunto de la fuga a sus responsables directos; éstos optaron por sobredimensionar las capacidades del fugado en un intento de lavarse la cara. Pensaron que era mejor alegar una fuga espectacular estilo “Misión Imposible”, que admitir errores y descuidos de Perogrullo. Al hacerlo, sobredimensionaron el poder del criminal y sus mafias, y dejaron al gobierno en condición de absoluta ineptitud y postración.

 

Lo único que han podido ofrecer son visitas guiadas al túnel y convertir el penal de máxima seguridad en centro de atracciones, violentando todos los protocolos que una semana antes defendieron de perfectos. Si alguna vez lo fueron, después de abrir los sistemas y secretos de seguridad a la intimidad de cámaras y micrófonos, poco habrá quedar de ellos.

 

A su regreso el presidente, de manera a cual más anticlimática, persistió y persiste en mantenerse al margen del problema, como si hubiese regresado a una normalidad previa a la fuga, o como si el tema continuase siéndole ajeno y abrasivo.

 

Si bien la desaparición del IEEPO y el golpe consecuente al magisterio radical han logrado competir con las notas negativas de la fuga, la asignatura y el golpe siguen pendientes en el inconsciente social.

 

En todo esto percibo un problema de asesoría. En el caso del presidente, pareciera que le han aconsejado mantenerse alejado del tema para exorcizar cualquier daño, cuando el alejamiento se aprecia y se cobra como otra fuga, no de un penal, es cierto, sino de la máxima responsabilidad política. En los casos de Osorio, Rubido y Gómez se antoja que les asesoraron en el sentido que engrandecieran las capacidades del criminal por sobre las del Estado en su conjunto, para así disminuir los costos políticos personales; asesoría que no consideró de la apología desmesurada que se hace del sujeto en desdoro del ya de por sí cuestionado y vapuleado entramado institucional. En lugar de volar fusibles, optaron por fundir el sistema completo.

 

Finalmente, subir a la discusión la desconfianza de México por el uso o abuso que en Estados Unidos les dan a los criminales extraditados, es una jugada inoportuna y suicida, por más consistente que sea la verdad que en ello nos asiste. No es un problema de veracidad sino de oportunidad: Sin embajador en Washington, con el capo preferido de la globalización en fuga y la aceptación expresa de incapacidad del gobierno mexicano, la respuesta de los vecinos será que ellos tampoco confían en nosotros en hacer cumplir las leyes, ni siquiera dentro de los penales.

 

París quedó atrás con más sombras que luces. El hoy es lo único que tiene Peña Nieto y, pareciera, se obstina en abstraerse de él, como también en mantenerse a distancia de los mexicanos. No se trata de ir a partir pasteles a Tlapa, sino de ser empático al sentir y tiempos nacionales, y asertivo en mensajes que los entiendan y atiendan.

 

@LUISFARIASM